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Quino

Adiós a Quino

Mié, 09/30/2020

La noticia llega con rapidez tenebrosa: “Ha muerto Quino”. En el mismo año de su amigo Juan Padrón. Cosas de La Parca, que al menos nos permite el consuelo de imaginarlos proyectando seguramente cosas maravillosas, como aquellos inolvidables Quinoscopios que hicieron juntos. Con el fallecimiento de ambos perdemos no solo geniales dibujantes, sino gran parte del acompañamiento que nos regalaron durante muchísimos años.

Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido bajo el seudónimo de Quino (Mendoza, 17 de julio de 1932), creador de personajes entrañables —cuya líder, Mafalda, es internacionalmente amada—, tuvo la magia, el talento y la creatividad de, además, trabajar en otras muchas líneas del dibujo humorístico. Varios libros atestiguan su inmensurable laboriosidad, más allá del fabuloso universo mafaldiano. Sin detenerme a revisar su amplia bibliografía, cito de memoria: La aventura de comer; Mundo Quino; ¡Qué presente impresentable!; ¿Quién anda ahí?; Quinoterapia y Humano se nace. Seguramente existen muchísimos otros volúmenes que reúnen sus dibujos, porque la capacidad imaginativa de Quino parecía infinita. Y su bondad, también. Cuando vino a Cuba, invitado a una Feria del Libro, tuvimos la oportunidad de disfrutar su presencia, y comprobamos que era un hombre tímido, sabio, generoso, como una mezcla de Felipito (personaje inspirado en Jorge Timossi, su amigo y coterráneo) con la propia Mafalda.

No hay que ser muy sagaz para darse cuenta del mensaje que siempre intentó transmitir a través de su arte. El solo hecho de la lograda efectividad de sus trazos, de la elegancia plástica, del humor que encontraba en cada acto cotidiano aparentemente trivial, ya situaba a Quino en la cima mundial del dibujo humorístico. No es menor, sin embargo, su posicionamiento en términos humanos, su solidaridad ante los menos favorecidos en cualquier escala, su burla ante lo peor del mundo. Así, es fácil percatarse de su antibelicismo, de su antirracismo, y de su crítica a toda forma de autoridad.

Mucho le debemos a este artista de talla universal, cuyo nombre queda inscrito para siempre en el olimpo de nuestra imposible desmemoria. Descanse en paz, Maestro. Y gracias, eternamente gracias.

(Tomado de La Jiribilla, no. 876)