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"Amalia es un ser de luz"
Claudia Tomás Fuentes es una actriz pinareña de 29 años. Se graduó de la Escuela Nacional de Arte y, posteriormente, del Instituto Superior de Arte. En la actualidad forma parte de la compañía de teatro El Público. Allí ha estado por años bajo la tutela de Carlos Díaz, cuyo poder creativo infinito le ha brindado herramientas que le permiten incursionar con éxito en otras manifestaciones artísticas, como el séptimo arte.
¿Cómo fue interpretar a Amalia Simoni en el filme El Mayor? ¿Quisiste trascender el hecho de ser la esposa de Ignacio Agramonte?
Amalia Simoni llegó a mí de una manera totalmente inesperada, ¡fue un regalo! No podía creerlo cuando me dieron la noticia. Ese personaje cambió mi vida. Al sumergirme en su esencia descubrí que la movía el amor, un amor sin límites, un amor que la engrandecía y la definía. Descubrí que se trataba de una persona muy sensible, un alma grande llena de entrega y ensanchamiento.
En el verdadero amor se diluye el ego, por lo que me fue imposible encarnarla sin crecer. Me hizo superar mis límites y aprender a amar. Me hizo comprender que amar es dar más que recibir, que amar es la capacidad que crece dentro de los seres humanos y no depende de lo externo. Amalia es un ser de luz.
Mi mejor material de trabajo fueron las cartas de Ignacio Agramonte, pues en estas pude verla a través de sus ojos. Ahora, no quise trascender el hecho de ser su esposa, quise que fuéramos uno. No quise ir más lejos, quise estar con él y para él, como ella lo estuvo siempre.
Ya habías trabajado en Inocencia, donde encarnaste otro personaje histórico. ¿Esto complejizó más tu labor o afectó de alguna forma tu desempeño como actriz?
Cuando hice el casting para El Mayor estaba a punto de filmar Inocencia. Siempre resulta un reto grande asumir un personaje de época porque implica “vivir” en una sociedad diferente, donde la educación es distinta. Puedes correr el riesgo de quedarte en un vacío al apegarte solo a las buenas maneras. Entonces, es necesario ir a la esencia para no quedarte únicamente con la forma.
Hacer a Lola y después a Amalia fue un placer tremendo. Yo amo mi trabajo y esos días fueron muy felices para mí. Aprendí mucho sobre cine y me divertí con las dos ya que, aunque las historias de ambas se asientan en el amor, son bien diferentes la una de la otra.
En Lola había una chispa, un guiño. Quise trabajar en ella, precisamente, la inocencia propia de la juventud, la ternura, la risa, la picardía que contrasta con su aparición al final, elementos que siempre conversé con Alejandro Gil, quien fue un director maravilloso.
A Amalia, en cambio, siempre la percibí más madura, calmada y suave, pero de carácter fuerte y firme. Siempre supe que eran diferentes, así que no fue algo que tuve que remarcar demasiado, solo entregarme a la transformación.
¿Cuál fue el mayor reto a la hora de convertirte en Amalia y lo más placentero de hacerlo?
El mayor reto a la hora de interpretar a Amalia Simoni fue aumentar mi peso corporal. Era muy delgada y Amalia era más entradita en carnes, más llenita. Pesaba unos 48 kg y estaba en medio del rodaje de Inocencia, en el cual debía permanecer con ese peso.
Al terminar dicho proyecto tuve solo un mes para subir de peso y comenzar con El Mayor. Además, estaban las pruebas de vestuario donde cada vestido se hacía a medida. Tuve que comer sin compasión. Comía todo lo que engorda (espaguetis, pizza, helados, etc.), a cualquier hora, sobre todo antes de dormir. Fue como un maratón de comida, una locura. Finalmente aumenté 10 kilos. Esto fue lo más difícil. Llegué a sentir hasta mareos y, todavía hoy, no recupero mi peso anterior.
Por otra parte, disfruté muchísimo las clases de piano y canto lírico que recibí durante mi preparación, las cuales eran necesarias, pues aunque fuera a doblar debía acercarme a la técnica.
Tuve el privilegio de contar con los conocimientos de la maestra Bárbara Llanes. Fue muy hermoso conocerla y compartir su disciplina y entrega, las cuales me acompañaron toda la película. También tuve como maestro de canto a Yasel Castañeda, quien tuvo muchísima paciencia y dedicación conmigo y a quien le agradezco haberme obligado a lanzarme, creer y confiar en que era capaz de hacerlo.
Ellos hicieron despertar en mí las ganas de cantar, de aprender a tocar el piano, de escuchar piezas de música clásica para prepararme, y así descubrir nuevas historias, sensaciones, colores, emociones y atmósferas que ya no me abandonarán.
Cuéntame sobre el trabajo con el fallecido cineasta Rigoberto López y, posteriormente, bajo el mando del maestro de la imagen Ángel Alderete.
El trabajo con Rigoberto fue un aprendizaje. Desde el proceso de casting este fue muy exigente, pues tuvimos que repetir varios días hasta que estuviera del todo seguro de los personajes principales.
Esta película era importantísima para él y buscó, todo el tiempo, a su Ignacio y a su Amalia. Recuerdo que fui de las primeras en hacer las pruebas. Tuve que ir varios días hasta que finalmente se decidió al ver en mí algo que le hizo sentirla.
Luego, siempre estuvo muy atento a lo que necesitábamos para prepararnos, no escatimaba, respetaba nuestros criterios y escuchaba nuestros puntos de vista en cuanto a los personajes y las escenas.
Ya en medio del rodaje, y aunque tenía una personalidad bien fuerte, se emocionaba, parecía un niño cuando algo le gustaba y cuando no, se ponía bien serio. Pero al final del día lo había dado todo y llegaba al hostal casi sin fuerzas para darse entero en la siguiente jornada.
Rigoberto dejó su cuerpo y alma en ese rodaje, aún cuando no tenía fuerzas siguió adelante. Lo recuerdo con mucho cariño. No obstante, tengo que mencionar también a quien fuera su Amalia, su esposa Marilyn, quien lo acompañó y en la actualidad cuida de su obra.
Asimismo, el trabajo con Alderete me encantó. Ya lo conocía desde Inocencia, y aunque en el rodaje él dejó al director, sin opinar apenas en temas de actuación, en la segunda etapa, durante la edición del filme, tuvo que ponerse en la piel de Rigoberto. Respetando sus ideas y aportando lo suyo hizo maravillas con el filme.
Agradezco inmensamente haber trabajado con hombres tan talentosos, con los que aprendí tanto.
¿Qué sientes respecto a que el estreno de El Mayor se haya pospuesto hasta nuevo aviso por el COVID-19? ¿Crees que ello atentará contra la respuesta del público?
El estreno de El Mayor se ha pospuesto con motivo del COVID-19, así como tantas cosas han cambiado a nivel mundial. Eventos en los que se reúnen gran número de personas han sido cancelados, muchas fronteras han cerrado, algunos países se encuentran en cuarentena, muchos han muerto y otros están en peligro de contagiarse con el coronavirus. El miedo ataca, unos temen a los otros, los seres humanos se aíslan en sus casas.
Creo que estamos viviendo un momento único en la historia de la humanidad. Mi mayor deseo es que sobrevivamos, juntos, para poder seguir celebrando estrenos, reuniones, conciertos, que podamos continuar abrazándonos. Debemos cambiar nuestra forma de apreciar la vida. El ser humano se sumerge tanto en el hacer que olvida lo más importante: su ser.
Si estamos presentes todos unidos, vibrando fuerte y abandonando esos deseos que nos esclavizan, rindiéndonos a lo que es, incluso desde nuestros hogares, ansiando el bien de todos, entendiendo que somos células de un mismo organismo que puede sanar, entonces habrá un renacer.