Princces

Arete contra todos los moldes

Mar, 10/01/2024

Desde el pasado miércoles 24 de septiembre, el cine 23 y 12 ha acogido la Muestra de Cine Japones, la que llegó con varios largometrajes de diversos géneros y cortometrajes dispuestos a mostrar, aunque sea, un pedazo del lejano país asiático para los espectadores cubanos. Sus filmes están colmados de historias familiares y de superación humana, imbricado, como es habitual, con la tradición de un país rico culturalmente. Estos exploran diversos aspectos de la conducta humana, como: la soledad, el deseo de crecer, la libertad, y muchos otros.

Entre los cuatro largometrajes venidos del país homenajeado, uno tiene un lugar especial, ya que fue dedicada a los jóvenes y los más pequeños de casa. Princesa Arete (ArÎte Hime, 2001) es una película conmovedora que aborda de manera delicada los deseos de libertad y la búsqueda de romper los moldes sociales asignados con obligatoriedad, los que les son impuesto a su protagonista en el metraje.

Muy alejada de los típicos cuentos de hadas, la Princesa Arete (Hôko Kuwashima) es una joven inteligente que le gusta soñar con los ojos despiertos, lo que desde su habitación (casi cárcel) en la torre más alta del castillo de su padre (Takashi Nagasako). El rey la mantiene bajo su ala sobreprotectora con tal de no perderla o que ella misma, tomando su independencia a la fuerza, llegue a un fin no deseado. Sucede que el mayor temor del soberano es que la curiosidad y el deseo de conocimiento de Arete la lleven a desafiar el orden establecido.

Este precepto se debe mantener a capa y espada. Arete debe permanecer en la torre hasta ser desposada por un caballero que haga de ella una princesa digna. El rey dispone de los pretendientes para probar su valía enviándolos en busca de artículos mágicos que solo pueden ser hallados tras una cruzada casi imposible que demanda de ellos valentía y tenacidad. Mientras tanto, la muchacha aprende del mundo a través de los libros que mantiene en secreto de la vista de su progenitor, alguna que otra escapada y de las costumbres de los ciudadanos que habitan a los pies de su ventana, lo que trae como resultado el desarrollo de sus deseos de libertad.

Los sueños de la noble se ven frustrado tras la llegada del hechicero Boax (Tsuyoshi Koyama) y su maravillosa máquina voladora, uno de los instrumentos que supuestamente fascinarían a la muchacha. Este le propone al rey ser el esposo ideal para su hija tras convertirla en una princesa sumisa y obediente haciendo uso de sus poderes y recluyéndola en su castillo. Sin embargo, las metas del mago no detienen la convicción de Arete de ser libre y conocer las tierras exóticas que solo ha visto entre páginas de papel.

La película de Sunao Katabuchi (Kono Hoshi no ue ni, Maimai Shinko to Sennen no Mahô, Kono Sekai no Katasumi ni) ofrece una narrativa introspectiva y filosófica desde una mirada feminista que rompe los convencionalismos habituales en las historias de princesas. Le otorga verdadero protagonismo al personaje femenino y sus deseos. Su voz se antepone a situaciones de crisis y roles impositivos, patriarcales y rígidos que intentan amedrentar su voluntad.

Este enfoque feminista y progresista es uno de los aspectos que hacen del filme una obra peculiar, ofreciendo una perspectiva fresca y empoderada del tema que invita a la reflexión, visto específicamente con el arresto de Arete de no querer ser rescatada por un príncipe azul, en cambio, desarrolla la capacidad de alcanzar su propia autonomía como necesidad.

Katabuchi basó su cinta en el cuento “The Clever Princess” de la escritora Diana Coles, asumiendo del texto la capacidad para abordar temas complejos y conferirle por medio de la pantalla una nueva accesibilidad. La película explora, además de la búsqueda de libertad, la lucha por la autodeterminación, el valor del conocimiento y la importancia de cuestionar las normas sociales dogmáticas.

La efectividad de dichos temas se logró a partir de su narrativa inmersiva y los personajes bien representados. Si bien, Princesa Arete tiene un ritmo pausado, casi rozando el terreno del cine contemplativo desde el anime, es una obra entretenida que relata un viaje inspirador que muestra la necesidad de cambio, a partir de la evolución, en un ambiente esquematizado y estricto.

La belleza minimalista de Princesa Arete que mantiene esa sensación de ensueño a lo largo de sus 105 minutos de duración y su profundidad al tocar las temáticas que aborda, hacen de ella una obra ejemplar. Resulta ser una joya oculta del cine japones que merece ser redescubierta para ser exhibidas a las próximas generaciones.

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