NOTICIA
Cuba cinéfila
Lo primero que confirma Cartelera cinematográfica cubana (1960-2017), de la Editorial Oriente, volumen de Sara Vega Miche y Mario Naito López, es que en Cuba había numerosos espacios para proyectar cine; luego, la diversidad de públicos para consumir cuanto se exhibía. Valga recordar que dicho consumo de filmes venía del pasado republicano, donde se vio mucho pero no de todo. No es sino a partir de 1960 que, con la fundación del ICAIC y más tarde con la conformación de la Cinemateca de Cuba que surgen programadores y promotores de cine, quienes fueron secundados, entre otros, por diseñadores de carteles. Así, se estimaron realizaciones y directores desconocidos para educar el gusto de los espectadores cubanos, cuando no enriquecerlo.
Por el título de este libro creerá el lector exigente aunque dudoso que solo se reúnen datos precisos sobre cada película estrenada en la Isla; que está ante un recorrido esquemático por meras referencias y esperada cronología. Pero, revisar y rememorar, indagar y ordenar, amén de la disposición que supone para cualquier especialista, entraña un empeño intelectual distante, muy distante de la simpleza y el facilismo, como no pudieran imaginar espíritus escépticos.
¿Para qué sirve saber que se exhibió en Cuba desde 1960 hasta 2017? Se preguntarán algunos. ¿Será un material para el lector/espectador curioso, ese que lleve cifras y quiera comparar lo proyectado en territorio nacional con respecto a otros países de Latinoamérica por ejemplo? Ojalá aparezca esta clase de lector. Pero, los datos reunidos en Cartelera… serán de gran ayuda tanto para historiadores y críticos de cine, como para sociólogos y antropólogos, pues la recepción de determinados filmes no pocas veces influyó e influye en la proyección psicosocial de un contexto, además de revelar esas fibras éticas y gustativas del devenir nacional. No sé por qué se extrañó que La vida sigue igual y La bella del Alhambra en sus diferentes momentos de estreno convocaran a tantos espectadores.
Por lo general, los historiadores de cine suelen quedarse en la información reseñista de películas. Allí donde uno pudiera esperar un criterio personal del historiador, se vuelve a encontrar una noticia tras otra. Con frecuencia —tengo que decirlo— los indispensables memoriosos del cine no ejercen la crítica del mismo porque no logran ejercer el criterio cuando de una película o aspecto de ella se trata. Esto ocurre en todo el planeta. No obstante, más allá del asombro, los memoriosos serán siempre necesarios. Todo conocemos de la capacidad desmesurada e increíble de Mario Naito para recordar fichas enteras de películas y desempeño de intérpretes; lo he comprado asimismo en Sara Vega cuando he tenido que consultar algo específico no únicamente de su especialidad. Ahora, quien converse con ambos también se entera de sus criterios sólidos sobre el séptimo arte. Naito escribió críticas de cine, a Sara la relacionamos a secas con el cartel y cuando se les aprecia en un taller o en una intervención notamos enseguida que son examinadores del audiovisual de cualquier época. De manera que ellos no deberían ser limitados a una sola propiedad profesional. En todo caso, son especialistas de cine, con todo el riesgo y la valentía que ello admite.
Para comprobar lo anterior léanse los “Apuntes sobre la exhibición cinematográfica en Cuba (1960-2017)”, el cuerpo prosístico de este libro, camino entre el relato historiográfico y la intermitencia testimonial, el cual es de una sinceridad y argumentos muy meritorios. Y, aun cuando sabemos de algunos hechos que, por supuesto, inquietaron la programación de lo anunciado en carteleras, Vega y Naito no dejan de sorprender con curiosidades bien traídas, las cuales animan al lector de las primeras páginas.
Con prólogo de Carlos Espinosa, Cartelera cinematográfica cubana (1960-2017), de Sara Vega Miche y Mario Naito López, representa un obsequio oportuno gracias a la Cinemateca de Cuba y la Editorial Oriente. Encuéntrese la memoria cinematográfica ya organizada y compartida de la nación.