NOTICIA
Cultivo de rosas en campo minado
Serguei Svoboda prefiere escribir que dirigir. Sin embargo, hace un tiempo decidió lanzarse a las redes de la dirección documental. ¡Y de qué manera! Su proyecto resultó ganador por Cuba de la sexta edición de docTV Latinoamérica, dedicada a la música, y por estas fechas se encuentra en la fase de edición.“¿Sigue viva la canción de inquietudes sociales en Cuba?” es la interrogante que insipiró a Svoboda, guionista que ha aprendido mucho no solo de trova y rock, sino también de complejidades humanas.
¿Ya somos todos felices? O canción de protesta inconclusa se convirtió en La rosa y la espina. Además de este cambio de título, ¿qué otras transformaciones ha experimentado el proyecto?
Al principio el documental estaba solo enfocado en la Canción Protesta y tenía una intención más didáctica, enciclopédica, historicista… Pero por varias razones, que agradezco, devino un filme orientado a la canción de inquietudes sociales en la Cuba actual.
Durante la investigación, incluso, después de haber ganado el premio de docTV, noté que muchos autores considerados como parte del movimiento de la Canción Protesta desaprobaban verse encasillados en él. Se indentifican mejor con el término “canción de inquietudes sociales”. Por lo general, le damos a la Canción Protesta una connotación exclusivamente política, sin embargo, la canción de inquietudes sociales abarca un diafragma más amplio.
Por otra parte, como el proyecto inicial tenía tal enfoque, traté de contactar a grandes de la trova como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú…, pero no obtuve respuesta. En ese momento pensé: sin ellos no tengo documental. Pero a veces la crisis es el detonante que necesitas para mirar algo de manera diferente y darte cuenta de que por ese camino eres más sincero contigo mismo. Tales condiciones me condujeron a un documental más coral –también con trovadores importantes–, que me ayudó a reconocer que no me interesa hacer un filme sobre grandes figuras, sino sobre otras que necesitan mayor visibilidad.
Además, durante el proceso de investigación descubrí que en ocasiones estaba equivocado y debía reencauzarme, pues podía llevar el documental por un sendero aburrido y estéril. Corría el riesgo de revisitar aspectos tratados por numerosos documentales cubanos y quería una nueva mirada. Eso también influyó en este enfoque más actual.
Cuba es un país rico en tradiciones musicales, no obstante, algunos géneros y corrientes han caído en una suerte de limbo. ¿Por qué la preocupación, específicamente, por la canción de inquietudes sociales?
Nuestro país tiene una gran tradición en la canción de inquietudes sociales. No se trata solo del Movimiento de la Nueva Trova en los años sesenta y setenta del pasado siglo, sino también de la obra de Sindo Garay, Manuel Corona, Ñico Saquito…, quienes incursionaron en la música tradicional cubana, pero también pusieron el dedo en la llaga desde el punto de vista social. Esa tradición fue heredada por la Nueva Trova, estrechamente relacionada con la Canción Protesta, por algunos cantautores que comenzaron en los años ochenta y continúan hoy, y también por otros más contemporáneos.
Además, a partir de los ochenta hay un cambio de mirada muy interesante. En las décadas anteriores la Canción Protesta había dedicado su atención a los problemas de Latinoamérica en general. Estos autores de finales de los ochenta se centraron en las dificultades de nuestro país. Este otro punto de vista es uno de los ejes temáticos que más me interesan en el documental.
En las décadas de 1960 y 1970 la canción de inquietudes sociales tuvo su momento de esplendor con el Movimiento de la Nueva Trova. En medio de un contexto sociopolítico tan diferente como el de hoy, ¿crees factible y atinado reanimar tal fenómeno cultural?
Entrevisté a muchos cantautores para el documental, y aunque todos tienen posiciones diferentes, comparten una: sienten gran respeto por el Movimiento de la Nueva Trova. Se sienten deudores. Sin embargo, no creen en un despertar de tal movimiento, aunque sea con otro nombre. Aquella fue una etapa aglutinadora, marcada por un fenómeno social como el de la Revolución. Ahora es otro momento histórico, con más individualidades. Los autores tienen espacios que no desean compartir por diversas razones.
Con este documental no trato de revivir el movimiento de la Canción Protesta ni la canción de inquietudes sociales, en su sentido más amplio. Mi intención es dar un poco de visibilidad a todos los cantautores que de alguna manera siempre han formado parte de ese mundo underground, no mediático porque las instituciones culturales le dan poco o ningún espacio. Me interesa mucho esta música porque habla de nuestra realidad, más allá, incluso, de la carga de dolor que contenga. El documental pudiera llamar la atención sobre ella y las cuestiones que aborda.
¿En Cuba quiénes mantienen vivo el espíritu de la canción de inquietudes sociales?
Para el documental entrevisté alrededor de veinte músicos. Me faltaron muchísimos, tuve que hacer una selección representativa. Están Pedro Luis Ferrer, quien rinde tributo a la cubanía, pero también se adentra en temas polémicos relacionados con nuestra sociedad; Frank Delgado, que utiliza la ironía en sus canciones; Erick Sánchez, con su humor criollo y herencia de la trova tradicional; Tony Ávila, capaz de hacer pensar y bailar; Samuel Águila, trovador que tiene puntos de contacto con la trova de Silvio y Pablo… Están también los raperos, como los grupos Obsesión, Ley del Talion y 340 MS; y agrupaciones de rock como Tesis de menta. Son personas que hablan con mucha sinceridad de la realidad que los rodea.
¿Consideras que lo hacen por autonomía o nostalgia de aquellos años de oro?
No puedo hablar por cada uno de ellos, pero grosso modo pude percibir que hay de las dos. Estos músicos se consideran deudores, en menor o mayor medida, del Movimiento de la Nueva Trova y sienten nostalgia de aquella época, tanto los propios trovadores como los raperos y rockeros. Sin embargo, más allá de la nostalgia y el respeto, ellos parten de caminos muy personales y critican sinceramente su realidad, no por cuestiones de odio ni posturas contrarrevolucionarias, sino porque sienten la necesidad de hablar de lo que ocurre en Cuba y la responsabilidad de hacer algo para mejorarlo.
¿Volverías en algún momento desde el documental a la temática de la música?
El tema que aborda La rosa y la espina es gigantesco, de alguna forma me supera. Entré al mundo documental con este proyecto tan ambicioso por su tema y cuestiones socioculturales que lo rodean. Ha sido caminar en campo minado. Uno cree que está preparado porque ha leído un poco y la vida te sorprende. Prefiero, entonces, quedarme con el guion.