NOTICIA
Desde la incertidumbre del equilibrio mental
¿Cuánto de mentira y cuánto de verdad encierran las hipótesis sustentadas por un detective privado, obsesionado, en su paranoica representación, con las conspiraciones y los complots? La respuesta a tal interrogante se reserva para el final del filme Conspiración Wander (April Mullen, 2019), televisado recientemente en el espacio La película del sábado.
Este thriller estadounidense nace como causa de un conflicto inicial da paso a otros; es como una especie de caja china, de la que deseamos conocer, con impaciencia, su última pieza.
Conspiración Wander nos acerca a la historia de un detective privado, traumatizado por la muerte de su hija tras un accidente, y convencido del vínculo de este hecho con algo mucho mayor y hasta el momento poco esclarecido. Sin embargo, un evento aparentemente aislado permitirá mostrarle una posible resolución, sin tener en cuenta las irreversibles consecuencias de su incesante búsqueda.
Desde la escena inicial del filme, elogiable para cualquier suspenso, la película dejará pautado el ritmo de intriga que marcará su trama. La evidencia física que se esconde en los cuerpos de dos sujetos será suficiente para que Arthur se convenza de la presencia de un patrón y la conexión de este con el motivo de su sufrimiento.
“¿Quién querría vivir aquí?” se pregunta el detective a la entrada de Wander (lugar de los hechos en Nuevo México). Este hombre, desde su caótica perspectiva, guía al espectador a la construcción de un sólido caso conspirativo que involucra inmigrantes, experimentos gubernamentales, chips aniquiladores, asesinatos y, por supuesto, un chivo expiatorio.
Sin embargo, quizás el hecho de abordar estas temáticas motive no solo la focalización del relato desde la incertidumbre del equilibrio mental, sino también propicie el desorden temporal y las elipsis, para asistir a la inconsistencia de lo que creemos o no real y, en ocasiones, a la incomprensión de los hechos.
Y no es que al final no se descubra el malévolo plan que manipuló la vida de un hombre y su familia, revelación que, aunque por ocasiones se intuye, logra convencer y hasta sorprender a los espectadores; sino que quizás algunos de los hechos que determinan la construcción de este cierre no llegan a estar suficientemente justificados.
A pesar de esto, la escena final con la desenfrenada risa de Arthur, al poder extraerse de su cuerpo la prueba más evidente de su veracidad, consuela sobre aquellos hilos que quedaron sin tejer, pues a medida que avanza el largo lo único que queda claro es la brillante actuación de Aaron Eckhart.
(Foto tomada del sitio del Calgary International Film Festival)