NOTICIA
El cine imperfecto de García-Espinosa y los humanos imperfectos de Feijóo
Cuando la genialidad así lo propicia, personajes de la ficción adquieren tal fuerza representativa como para devenir conceptos que resumen sentimientos, ideales y actitudes. Así, continúan su viaje por el imaginario colectivo de los pueblos del mundo, que los acogen y se socorren en ellos para salvar sus propias historias individuales. Sobran ejemplos: Antígona, Hamlet… el Galileo de Brecht. Y en la escena nacional de esta pequeña isla atlántico-caribeña también existen esa clase de personajes.
Ese es el caso de Juan Quin Quin, nacido de la mano de un señor bautizado como Samuel Feijóo, quien además de escritor, pintor, poeta, periodista, ensayista, fundador y director de las revistas Islas (1958-1968) y Signos (1969-1985), y también Director de Investigaciones Folklóricas de la Universidad Central de Las Villas, fue un amantísimo incansable en su escrutinio de los misterios del campo cubano, preocupado por recuperar esa sabiduría, no pocas veces recluida de las cátedras universitarias y cuyo arte pareciera, tan erróneamente, menor.
Su novela Juan Quin Quin en Pueblo Mocho fue la base inspiratoria para el largometraje que Julio García-Espinosa le regalara al cine y pueblo cubanos en el año 1967: Aventuras de Juan Quin Quin. Ambos comparten lo que señala Claudia Bofill: “(…) se detienen en la construcción de un personaje des-fijado, que escapa a todo estatismo y evoluciona de una manera compleja a medida que la trama avanza. (…) Juan Quin Quin es, por muchas razones, un Quijote cubano que recorre un abanico amplio de posibles resonancias quijotescas, que lo llevan, en medio de situaciones trágico-cómico-picarescas, a posturas épicas, a entender que su lugar en el mundo está en el enfrentamiento a un mundo hostil en pos de justicia”.[i]
Precisamente, la búsqueda de la justicia hace que Juan Quin Quin vaya de un oficio a otro, de una piel a otra y esa construcción de sí mismo sobre la marcha de la vida solo es posible cuando se es imperfecto e inacabado. Es esa posibilidad de lo mucho por hacer donde el personaje finalmente crece y es también la línea por la que transcurre la película Aventuras…, que al decir de Juan Antonio García Borrero “fue el anuncio práctico de lo que más tarde se conocerá desde el punto de vista teórico como ‘cine imperfecto’, esa aspiración de colocar junto al lenguaje cinematográfico dominante los otros lenguajes que han de conformar el imaginario fílmico común que todos compartimos”.[ii]
Forma y contenido encontraron en la realización de Julio García-Espinosa una comunión extraordinaria, sobre todo cuando la utilización de la picaresca y el humor criollo dejaron de ser estampas ligeras para reconocer en ellos el modo más genuino de expresión de una nación entera:
“Antes de la Revolución, explicaba García Espinosa en 1969, el entretenimiento cinematográfico era visto como una forma de escapismo, pero en la Revolución los cineastas no se podían permitir verlo de esa manera. De cualquier manera, se había generado una crisis de comunicación porque un cineasta serio no podría seguir utilizando el concepto tradicional de arte, que significaba una ruptura entre lo ‘serio’ y lo ‘popular’ en la que el artista quedaba aislado en su burbuja elitista. Aunque intentar cambiar elitismo por populismo era igualmente inaceptable”.[iii]
García Borrero afirma que, como todo filme inspirado más en renovación que en la reafirmación, cuando el filme se estrena, fueron diversas las opiniones generadas: “para algunos se trataba de una cinta mal editada, pretenciosa, cuando no extravagante; para otros era el primer síntoma de un cine cubano auténticamente popular”.[iv]
A 50 años de su estreno, podemos concluir que dicho impacto en las audiencias estuvo relacionado con la esencia de un filme que se dio el lujo de ser verdadero, arrojado y atrevido en la intención de subvertir, justo como hacen los seres humanos, su entorno. Esta fue entonces no solo la aventura de Juan Quin Quin, sino la de todo un equipo de trabajo que apostó por el crecimiento, la experimentación y la vida donde un campesino pobre, subyugado por un régimen opresor, enamorado y a veces hambriento, que pudo ser el héroe de su propia historia.
Si retomamos la idea de que en lo popular radica la verdadera expresión de lo cubano, viene bien recordar las palabras del propio García-Espinosa cuando dijo: “Aventuras de Juan Quinquín era mi tercer filme y era en este precisamente donde yo sentía que me había expresado por primera vez”.[v] Gracias a esa ruptura con los códigos del cine en boga por entonces es que hoy miles de cubanos recuerdan esta película con una mezcla de cariño y añoranza, como se recuerda a un amigo querido, de esos que con sus constantes ocurrencias hacen reír cuando pareciera que debemos llorar.
[i] Bofill, Claudia: 2015. En un lugar de Pueblo Mocho... Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Juan Quinquín de armarse guerrillero. Universidad de La Habana. Número 280 PP. 75-83.
[ii] Juan Antonio García Borrero, crítico y ensayista cubano Las eternas estrategias de un provocador (Palabras de elogio a Julio García Espinosa en la entrega del Premio Nacional de Cine 2004) 22 de marzo de 2004.
[iii] Velitchkova, Guergana: El rescate de lo popular en forma de cine revolucionario. Julio García Espinosa y sus Aventuras de Juan Quinquín. Reflexiones Marginales. ISSN 2007-8501.
[iv] García, Juan A. “Las eternas estrategias de un provocador” Fragmentos del texto Juan Quinquín vs. Espectador masa o los pronósticos del cine imperfecto. p. 142-143.
[v] García, Juan A. “Guía crítica del cine cubano de ficción” Editorial Arte y Literatura. La Habana. 2001. Pág. 43.