NOTICIA
El cisma del siglo XXI
El embeleso por el fasto ceremonial, las intrigas de palacio y el secretismo secular de la corte papal lograron que un director y guionista de cine, el italiano Paolo Sorrentino, concibiera, de su letra y puño autoral, The Young Pope (2016) y The New Pope (2019).
Son dos series televisivas conectadas, que al abrir desde la ficción las pesadas puertas de la Basílica de San Pedro del Vaticano han conseguido desmitificar, hasta humanizar por defecto, la autoridad ancestral y la leyenda de la integridad espiritual y moral del obispo de Roma y santo padre de la iglesia católica, sometido como siempre a la devoción y el juicio cómplice de la feligresía fervorosa.
Los dos papas (The Two Popes, Fernando Meirelles, 2019) es una comedia dramática, por tanto, divertida y socarrona, confiada al duelo interpretativo, cordial pero intenso, entre dos actores anglosajones portentosos. Más allá del atrevimiento argumental de plantear que la trama se inspira en hechos reales por corroborar todavía, la película zanja una disyuntiva más bien de tipo ético. No es el enfrentamiento filosófico entre el bien y el mal, siquiera entre los más conservadores y los reformistas, sino entre dos maneras contemporáneas pero divergentes de entender la fe.
Así, Anthony Hopkins, que asume la caracterización de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), y Jonathan Pryce, que interpreta a Jorge Mario Bergoglio (luego Francisco) componen dos seres humanos excepcionales, atrapados sin huida en el duro trance del traspaso de poderes terrenales de una institución con la mirada fija en el Cielo, pero los pies algo despegados del suelo.
El largometraje elude, con inteligencia, cualquier intento baladí de hallar un culpable de las últimas crisis que ha vivido una institución con una historia milenaria. Interesan mucho más los diálogos salomónicos pero urticantes de dos personajes carismáticos, fascinantes e influyentes.
El intercambio de opiniones y roles entre Benedicto XVI y un antagonista que no es tal, que luego acabará convertido en el verdadero protagonista de la historia a ser contada, es el gran acierto argumental y dramático de un filme de ficción basado en la confesión de culpas ajenas y personales.
Sin embargo, la contrición no es una constante que lacere. Benedicto XVI y Jorge Mario Bergoglio se enzarzan en la clásica discusión bizantina, que acaba, como siempre, en un empate técnico entre dos afines dispares que compiten, dialogan y llegan a un acuerdo.
Los dos papas no pronostica un inminente apocalipsis ateo, o cuando menos agnóstico. Tampoco practica el proselitismo anticlerical de perseguir al monje por la talla del sayo. Los dos papas, el largometraje de ficción, honesto y recreativo sin llegar a ser visceral, concede el beneficio de la duda ideológica a la fe cristiana y también, cómo no hacerlo, a la iglesia católica como institución anacrónica pero perfectible, con un objetivo social, que iría así más allá de la preservación del trono terrenal de los herederos de San Pedro.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 172)