El hombre de Maisinicú es un homenaje a los héroes anónimos de la Revolución

Vie, 06/22/2018

“El hombre de Maisinicú es un héroe de carne y hueso, no un mito cinematográfico del cine de espionaje al estilo de Hollywood... es fiel expresión de la violenta lucha de clases que tuvo por escenario las montañas del Escambray durante los años 1960-1964… me propuse evitar los recursos de un suspense artificial con toda la carga de hipnotismo cinematográfico que ello comporta; mostrar la personalidad, la valentía y la estatura moral de Alberto Delgado, tal y como era; mostrar esa convicción en virtud de la cual fue capaz de dar la vida por la Revolución…”

Manuel Pérez Paredes, Manolo, habla con tal fluidez y elocuencia que realmente deja muy poco que hacer a su interlocutor. Y si el tema de conversación es el cine, la exposición de sus ideas se dinamiza más y más. El realizador de El hombre de Maisinicú nació hace 33 años, y hace 17 que empezó a interesarse por el cine y vincularse a él de una forma u otra.

“A finales de 1956 ingresé en el Cine-Club Visión de Santos Suárez. Allí, en una casa alquilada por 50 pesos mensuales, nos reuníamos un grupo de jóvenes con inquietudes cinematográficas a cambiar impresiones, analizar, debatir películas, a leer revistas y libros especializados, etc. Claro, nos interesaba el cine como problema cultural y, en nuestra medida, promovíamos las pocas buenas películas que se exhibían por aquel entonces frente a las producciones puramente comerciales o reaccionarias”.

“Este Cine-Club era dirigido por la Juventud Socialista, y en él muchos de nosotros, a medida que estudiábamos los problemas del cine como lenguaje y medio de expresión, nos fuimos adentrando en los problemas políticos y sociales. Por supuesto, que en aquella época pensar en hacer cine algún día era un sueño, pero, pese a eso, creo que en el fondo todos teníamos una vaga esperanza de que en algún momento sería posible. Yo trabajaba en una oficina como auxiliar de contabilidad. Nuestro Cine-Club daba una función mensual en el cine Apolo… teníamos socios que pagaban un peso mensual, y con eso sufragábamos nuestros gastos…

“Además de los interesados por el cine, en este Cine-Club se reunían jóvenes aficionados al teatro y a la música… Recuerdo que Leo Brouwer iba frecuentemente a dar recitales allá… Muchos de los integrantes de aquel grupo de cine trabajan hoy en el ICAIC, como, por ejemplo, Manuel Octavio Gómez, Norma Torrado, Gloria Arguelles, Luis Costales, Nelson Rodríguez.

Con el triunfo revolucionario, Manolo ingresó en el Ejército Rebelde en la Sección de Cine de la Dirección de Cultura de las FAR, participando en las tareas de organización de cine-debates en los campamentos militares de la Isla. Poco después, en septiembre de 1959, pasó al ICAIC, como asistente de dirección.

En 1961, realizó su primer trabajo como director: el documental Cinco Picos. A partir de entonces produjo otros seis documentales, dos cortometrajes y algunos reportajes para el Noticiero ICAIC Latinoamericano. Desde 1965 a 1969, fue secretario general de la UJC en el organismo y, actualmente, ocupa responsabilidades en el Comité del Partido.

“Desde que me inicié como director de documentales y tuve la experiencia de los primeros resultados me sentí mucho más inclinado a la realización de filmes de ficción; siempre me pareció que me podía desenvolver mejor abordando la realidad a través de la reconstrucción dramática de los hechos, y no haciéndolo en forma directa”.

“Sí, El hombre de Maisinicú es mi primer largometraje. Como tú sabes, tiene dos horas de duración… su realización completa me llevó un año y tres meses de trabajo. Tengo que decir, ante todo, que la idea para esta cinta se me ocurrió en 1964 cuando, por factores circunstanciales, supe de la muerte de Alberto Delgado... su caso me impactó extraordinariamente”.

Pérez Paredes tiene en la lucha guerrillera contra la tiranía batistiana y en la confrontación contra el bandidismo contrarrevolucionario la temática que más le interesa como cineasta. A medida que charlamos nos percatamos de que, para este joven, el Escambray devino verdadera obsesión profesional hace ya mucho tiempo.

“Desde el año 1961, cuando, durante varios días, filmé para el Noticiero ICAIC diversas escenas de las milicias en Topes de Collantes y de otras unidades que participaban en la limpia del Escambray, quedé impresionado con aquella realidad, y decidí seguir de cerca el bandidismo con vistas a obtener suficiente información como para abordar posteriormente la realización de una película...”

“En 1964, tuve oportunidad de entrevistar al cabecilla Maro Borges y a otros seis bandidos, cuando estaban detenidos. Conversé también con muchos compañeros del Ministerio del Interior y con combatientes de la Lucha Contra Bandidos...”

“Casualmente, en 1965, el ICAIC me envió a Bulgaria con la delegación cubana al IX Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, y en los 34 días que duró la travesía marítima de ida y vuelta en el Gruzia, pude hablar extensamente con delegados que habían tenido una destacada participación en la lucha contra los bandidos del Escambray...”

Cuando, en 1969, el Ministerio del Interior hizo público el caso de Alberto Delgado, a través del programa de TV Sector 40, Manolo propuso a la dirección de su organismo el tema de la película en que tanto había pensado. En 1971, la Dirección del ICAIC coordinó con el MININT los pasos necesarios para su realización, recibiendo facilidades de todo tipo y una valiosísima colaboración en todos los órdenes.

“Fui a Las Villas, y me entrevisté con compañeros que habían conocido a Alberto Delgado, particularmente con el teniente Longino Pérez, oficial del Departamento de Seguridad del Estado, que lo atendió y trabajó directamente con él, y con el teniente Efraín Acosta, quien fue el chofer del camión que trasladó a las bandas de Maro y Carretero hacia la costa para, supuestamente, embarcar hacia los EE.UU. Hablé también con la viuda de Alberto, profundizando mis investigaciones sobre el caso”.

“Mira, escogí a Corrieri porque consideré que podía representar muy bien la personalidad de Alberto. Sergio es un gran actor y, además, su experiencia de más de cuatro años al frente del Grupo de Teatro Escambray era un elemento más para decidirme por él”.

“De los demás estoy plenamente satisfecho, de Miravalles, de Llauradó, de Pomares y de todos los actores… de los reservistas y combatientes que representaron al Cuerpo de Lucha contra Bandidos y a los integrantes de las bandas, así como del resto de los compañeros. Es muy importante destacar que la filmación duró setenta y cinco días, en los cuales los cincuenta compañeros del equipo trabajaron más de diez horas diarias, la actitud de todos fue sencillamente admirable… Filmamos casi toda la película en las zonas cercanas a Trinidad… Maisinicú está realmente a 7 kilómetros de Trinidad”.

“Ah, ¿lo de la narración?, sí, hubo varias razones para utilizar narradores en la película. De entrada no hay que defender la narración como recurso, es tan lícita en el cine de ficción como en el documental, y en este caso particularmente, por cuanto contribuía a la atmósfera de reconstrucción de hechos históricos, ayudaba a la necesidad de síntesis, aportaba información que de otra manera hubiera obligado a la película a digresiones, además de que facilitaba la claridad expositiva del filme debido a los dos tiempo en que es narrado el mismo.

“De mis planes, solo te puedo adelantar que próximamente me voy de nuevo al Escambray. Allí voy a llevar a cabo algunas investigaciones que me faltan para madurar ideas que ya tengo en mente… puedes estar seguro de que en mi próxima película tendré como escenario el Escambray…”

“No, no puedo hablar de El hombre de Maisinicú, tendría que distanciarme un poco de la película para verla desde fuera… estoy dentro de ella y muy saturado, la vi unas trescientas veces en la edición. Eso sí, siento que es un homenaje a los héroes anónimos de la Revolución”.

Tomado de Archivos de la Cinemateca de Cuba.