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El hombre de Maisinicú: un cine que toma posición y destruye mitos
El problema del héroe, individuo todopoderoso, lo ha tratado el cine occidental, o sea, el llamado cine del "mundo libre”, como el de la astucia que tiene un tipo para hacer toda clase de fechorías, pues se piensa que estas son con el fin de salvar a la "democracia". Los casos de James Bond, Matt Helm y demás superagentes son una prueba elocuente de lo anterior.
Obviamente el cine revolucionario no puede tomar ejemplos así para plantearse las vicisitudes de un individuo, por más importante que este sea. En muchas ocasiones lo que se demuestra, o cuando menos esta es la intención, es la cara contraria, esto es, el antihéroe. Este antihéroe será cualquiera. Su fin, el tratar de cumplir con su misión sin importarle el reconocimiento mundial o nacional. Él sabe que su labor será en bien de la comunidad y, a fin de cuentas, en la suya propia.
El hombre de Maisinicú nos muestra claramente un ejemplo de este tipo de hombres. Es más, al final de la película se nos explica que gracias a que los peligros que tuvo que sortear Alberto Delgado Delgado, el personaje principal de la cinta y administrador de la finca Maisinicú, fueron resueltos a pesar de que él murió, la historia se puede contar. De otra manera, su nombre, permanecería todavía en el anonimato.
En El hombre de Maisinicú se nos narra cómo fue la lucha revolucionaria contra las bandas fascistas y proyanquis que deseaban, a como diera lugar, derrocar al gobierno revolucionario de Fidel Castro (léase, la mayoría popular). La lucha de las bandas criminales estaba financiada, como es obvio suponer, por la CIA y el gobierno norteamericano. Su acción, pues, era sostenida por elementos cubanos que habían sido despojados de sus privilegios y por agentes extranjeros.
La película nos relata con claridad cómo la base de sustentaciones de estos criminales era el terror. Lo que contrasta con la idea de que la guerrilla sirve para ganar adeptos.
El director utiliza los tres tiempos para el tratamiento de su obra: pasado, presente y futuro. Nos explica cómo Alberto Delgado penetra en las filas contrarrevolucionarias y cómo va adquiriendo prestigio dentro de ellas. Si bien será el personaje central, nunca su astucia será solamente personal, sino formará parte de un plan general; jamás su fuerza será la decisoria para determinar la extinción de la banda contraria, más bien la organización y la fuerza del ejército cubano serán lo principal; en ninguna ocasión aparece como el salvador del pueblo, sino como parte de una lucha general; en fin, que estamos ante el verdadero luchador por sus ideales y no por satisfacciones y caprichos personales.
Otro acierto del filme es que desdramatiza las actuaciones y no toma la aventura como algo imprescindible. Lo que recrea es un conjunto de hechos que en ocasiones se nos muestran comentados por una VOZ EN OFF, en otras pone énfasis en el diálogo para desentrañar las diferentes posiciones ideológicas de los participantes y demuestra, con toda claridad, la desesperación de los malosos que ven que sus esfuerzos son inútiles por imponer algo imposible: su voluntad por encima de todo.
La película peca de dos defectos: el presentamos un Alberto Delgado muy gritón y corajudo y el no saber manejar muy bien los tiempos, pues a mitad de la cinta se descubre que Delgado es agente revolucionario cubano. Pese a sus defectos, la obra muestra las virtudes de un cine que toma posición y destruye mitos.
Tomado de Ovaciones. Octubre, 1974.