NOTICIA
El ICAIC en el río de Heráclito
Muchas veces le oí contar a Alfredo que hablaba siempre del “proyecto cine cubano” cuando trabajaba en el equipo que redactaba la Ley de Reforma Agraria y un día Fidel le dijo: escríbelo. Un pequeño grupo de cineastas redactó (y aún se puede leer) una concepción cultural para el cine que estaba por nacer en un escenario deslumbrante, lleno de preguntas y desafíos. Cine creativo y descolonizador que quería un público activo que, al descubrir estéticas diversas, iría cada día desplazando la hegemonía del cine estadounidense. Revolucionar el gusto y sobre todo luchar por preservar la identidad (imagen) de la nación cubana.
Todo ese universo trajo también la polémica y el conflicto en películas propias y ajenas, se cuestionaron las concepciones artísticas y la programación defendidas por el ICAIC para abordar la realidad y, tan temprano como en los inicios de los 60, los cineastas denunciaron y rechazaron con serias argumentaciones los peligros del realismo socialista, el dogmatismo y el esquema. Desde entonces las películas cubanas fueron parte integrante de la dinámica cultural cubana.
En el interludio que va desde los años 60 hasta el año 19 del siglo XXI el contexto sigue siendo complejo y Cuba desafiante: sucesivas crisis de desarrollo, confrontaciones ideológicas y estéticas, atrasos en tecnología, contracción económica, imposibilidad de comprar filmes que garanticen la diversidad de propuestas. En el 2013 nacen las Asambleas de Cineastas y es preciso conectarse con la realidad técnica, artística y económica sin dañar ni desmontar y sí transformar el andamiaje institucional. Las transformaciones y cambios suceden también en el cine, nuevos cineastas se coordinan, hacen películas, en paralelo con el ICAIC, hasta convertirse en un importante factor creativo del nuevo cine cubano de este siglo.
Un importante y crucial problema de hoy: “pensar como país”, ver todas y cada una de las partes y atreverse con las contradicciones que generan los cambios es el reto. El país demanda nuevas propuestas, una de ellas es facilitar una articulación coherente en el sistema del cine cubano que integre a creadores, productoras independientes y el ICAIC. Se impuso la lucidez: en este nuevo universo nace un Decreto Ley, el 373. De nuevo desde el Estado se crea una pieza clave: el Fondo de fomento para rescatar y desarrollar otra vez un cine cubano artísticamente ambicioso, diverso, comprometido, premisas del año 59 que siguen siendo la clave. Los cineastas dicen que un Decreto Ley no es todo, pero a través de él puede retomar la atmósfera espiritual, la promoción de todas las posibilidades creativas y entre todos crear las condiciones materiales que permitan ocupar espacios perdidos, crear nuevas audiencias y, sobre todo, reconquistar un público consciente y no espectadores pasivos.
“… Como nunca antes ―dice Graziella Pogolotti― estamos abriendo caminos en el bosque para que nada interfiera la lucidez de la mirada, mientras despejamos de malas yerbas el sendero”. Con el Decreto Ley 373 el ICAIC es el mismo y es otro como nos enseña Heráclito… todo fluye y cambia… una persona no puede bañarse dos veces en el mismo río.
(Tomado del sitio web del periódico Granma)