Manuel

"El ICAIC es como mi universidad". Entrevista a Manuel Pérez Paredes

Mar, 03/19/2024

¿Cuando hablamos de ICAIC qué es lo primero que le viene a la mente?

El ICAIC en el caso mío, pero yo pienso que se puede hablar extensivo a una generación, el ICAIC es como mi universidad, es el lugar donde yo me termino de formar (yo tenía alguna formación, por supuesto, en el momento que llego a el ICAIC) en términos cinematográficos, culturales y políticos. El ICAIC era una especie de escuela, de universidad para los que entramos. Hay una parte de los fundadores, que teníamos entre 17 y 21 años, para los cuales el ICAIC fue una manera de formarse, una manera de aprender a ver la realidad, en este caso, de ver a Cuba.

Nosotros empezamos en el Ejército Rebelde. Cuando se crea el ICAIC en marzo del 59, se hace la ley, pero todavía no había recursos económicos para que se empezaran a hacer películas. A mí me llaman para entrar en el ejército en febrero (un grupo de nosotros entramos) y se crea una sección de cine dentro del departamento de cultura del Ejército Rebelde. ¿Por qué entramos en el ejército? Porque ya nosotros teníamos una vida política antes del triunfo de la Revolución, ya teníamos un compromiso político que era el Cine Club Visión, un frente de trabajo político de la Juventud Socialista en la época de Batista. Ahí nos formamos un grupo de compañeros políticamente y como cinéfilos. Entonces entramos en el ejército (yo tenía 19 años) para empezar un trabajo de educación política a través de las películas. Entró Titón (que tenía 31 años), Julio, Jorge Herrera (fotógrafo), Mario Octavio Gómez, José Massip, entre otros, unos como trabajadores civiles y otros como militares; yo entré como militar.

En marzo, cuando el ICAIC se crea, yo no vengo para acá, sigo en el ejército hasta octubre. Yo vengo para el ICAIC como en octubre o noviembre del 59, sin embargo en los papeles aparece que yo entré en junio del 60, porque yo había seguido cobrando mi salario por el ejército.

Los primeros documentales que se hicieron los hizo el ejército, no el ICAIC. Esta tierra nuestra, La vivienda, La reforma agraria, que eran los temas del momento, los financió el Ejército porque todavía el ICAIC no tenía los recursos para eso. Alfredo estaba aquí, se empezaba a montar la oficina del 5to piso, empezaba a nacer el ICAIC, pero una parte de nosotros seguíamos allá. A medida que avanzaba el 59 y el 60, nos fuimos trasladando para acá.

Así que, si el Cine Club Visión fue el preuniversitario en cuanto a formación cultural y política, el ICAIC esencialmente se convirtió en la universidad, se convirtió en una manera de ver la realidad, la vida.. a partir de las personalidades que estaban aquí. En primer lugar Alfredo y en segundo lugar, pero jugando un rol importante, Julio García Espinosa, y después Tomás Gutiérrez Alea, José Massip, Héctor García Mesa (otra persona importante entre los fundadores, ya fallecido).

Si usted volviera a nacer, ¿volvería a estar en el ICAIC?

Sí… no creo que haya podido haber mejor escuela, eso fue un golpe de suerte. Para mí fue una suerte el Cine Club Visión, pues sin eso no estaría hoy en el ICAIC. Yo trabajaba en una compañía de petróleo y estudiaba contabilidad para ganarme la vida; nadie se iba a ganar la vida en Cuba, en 1958, haciendo cine, no se soñaba hacer cine. El Cine Club Visión fue un azar totalmente geográfico, yo vivía en Luyanó y el Cine Club se crea en Santos Suárez. Yo voy al Cine Club Visión porque estaba interesado en unirme a gente joven, de mi edad o un poco mayores que yo, pero que tuvieran inquietudes parecidas a las mías. En el barrio yo tenía amigos, pero no tenían inquietudes por el cine más allá de ir para entretenerse. Yo quería estudiar cine, saber de cine, ser un buen cinéfilo, un buen “apreciador” de las películas.

Ahora, cuando llego al Cine Club Visión yo no sabía que ese lugar, además de estudiar cine, era un lugar de formación política clandestina; cosa que yo me voy dando cuenta sobre la marcha…

Yo tenía un nivel cultural medio-bajo y el Cine Club Visión me da una entrada en las otras manifestaciones de la cultura, allí había un grupo de teatro, allí Leo Brower y Jesús Ortega daban clases de apreciación musical. Y a mí se me abre el diapasón de la cultura más allá del cine; ya no era solamente saber de cine, había que leer y saber de literatura, teatro, música, etc. Allí uno aprende a cultivarse en un sentido más global de la palabra, que para ser un cineasta hay que ser un hombre culto, hay que saber de cine, de teatro, de literatura, de música. Y no era solo que aprendieras, sino que cobrabas conciencia de tu incultura y de todo lo que tenías que llenar.. y al mismo tiempo, una formación política que vas adquiriendo discutiendo las películas.

Un día por la mañana estoy en el trabajo y veo en el periódico la cara de un detenido por la policía de Batista, que era del Cine Club Visión. De pronto hay alguien que aparece detenido como un agente de Moscú en Cuba, que por supuesto cuando yo lo veía allí no se manifestaba políticamente. Ahí me doy cuenta de que evidentemente había gente en este lugar metida en cosas que no eran hablar de cine, en cosas digamos de otro carácter.

Como toda actividad clandestina, cuando a mí se me plantea reclutarme para que comience a colaborar y ayudar consiguiendo dinero (yo era de los pocos que trabajaba y podía organizar una red de apoyo entre los trabajadores), me lo dice una sola persona a título individual, nunca me lo plantea como organización. Llegó un momento en que me tenía que dar cuenta de que el Cine Club Visión era algo más que un Cine Club, aunque nunca globalmente se hablara de política.

El 1ro de enero del 59, cuando llego al Cine Club Visión todo el mundo se quita la careta y la mayor parte de los compañeros y compañeras tenían una militancia política, que había sido soterrada. Eso es lo que explica que yo llegue al ejército y se me den determinadas responsabilidades o confiabilidad política.

Te cuento todo esto porque el ICAIC no se puede explicar sin Nuestro Tiempo, sin el Cine Club Visión, no se puede hacer al historia del ICAIC sin volver a sus raíces. Estaban los fundadores de 30 años (Titón, Alfredo, Julio, Pepe Massip, Santiago Álvarez) que ya había pasado por la universidad. Y estamos los del bachillerato, que teníamos 17, 18, 19, que nos íbamos a terminar del formar en la Revolución. También entró mucha gente que no veía del Cine Club (Cordero, Centeno) y eran más jovencitos todavía, 16 años.

En fin, el ICAIC se convirtió para mí en una manera de ver el país, la vida y también la Revolución.
Cuando el 50 Aniversario del ICAIC se organizó un ciclo de conferencias impartidas por varios compañeros. Yo di una de ellas. De ahí se editó un libro, Conquistando la utopía (Sandra del Valle Casals), donde aparece muy bien el contexto de la época.

¿Qué usted piensa del futuro del cine en general y del cine cubano en particular?

Para mí este es un momento con muchas interrogantes y preocupaciones porque está cambiando todo. Lo que pienso del cine cubano es inseparable de lo que pienso del futuro de Cuba. Hay una gran cantidad de preguntas sin respuestas, de inquietudes, preocupaciones. Todo ha cambiado radicalmente con la llegada del mundo digital. El ICAIC tiene que ser repensado radicalmente. El repesar organizativamente el ICAIC, que se ha quedado atrás con relación a lo que está pasando en el mundo (la llegada del digital, el cine independiente, etc.), no pone en duda ciertas bases que sentó el ICAIC. El cine es un arte, por ejemplo, y cualquier reorganización o ley que nos hace falta, no puede ignorar ciertos principios que son válidos.

Yo no estoy seguro de si hay total conciencia de que es un momento de cambios radicales. Toda esta cosa de la Ley de Cine se ha enfermado; Ley de Cine por sí sola, no dice nada. Los que estamos conscientes de que se necesita una Ley de Cine que regule, que norme deberes y derechos en el campo del cine, nos vamos a encontrar que no necesariamente vamos a estar de acuerdo con la misma ley. Porque, en última instancia, qué Ley de Cine queremos, es qué país queremos. Yo soy de la opinión que cuando llegue la ley, hay gente que va a extrañar esta etapa, porque en este desorden hay a quienes les ha ido muy bien; y cuando haya orden, van a extrañar el desorden, porque se han creado hábitos; y hay negocios que les ha ido muy bien, justamente por la falta de regulaciones. O sea, que gente que hoy está luchando por la Ley de Cine, no me sorprendería que después extrañen esta etapa. Este caos permite arbitrariedades, lo mismo de un lado que de otro.

¿Qué cualidades cree que debería tener un director de cine?

Una de las cosas más importantes de la experiencia de formación es el problema de la cultura, la cultura general, humanística. Yo siento algo que puede ser impresión mía y la comento con el temor de no ser justo, porque son impresiones, no convicciones. Tengo la impresión de que en la generación veinteañera, treintañera predomina una formación más técnica que humanística. Desde el punto de vista técnico profesional, creo que tiene una preparación de multioficios que nosotros no tuvimos; en ese sentido creo que están muy por encima de nosotros. Pero me preocupa que no haya tanta conciencia de una formación integral de tipo humanística. Por las cosas que veo, tengo el temor de que ese es un problema a atender. Uno puede tener más o menos talento, pero lo que no puede faltar es una formación cultural sólida.

¿Cuál ha sido su mejor momento en el ICAIC, la obra que más ha disfrutado en su realización?

Yo estoy vinculado al ICAIC como realizador, pero también estoy vinculado a acontecimientos. Aunque no he tenido nunca una responsabilidad de dirigente, nunca he formado parte de la dirección del ICAIC, nunca he tenido un cargo, sí he estado cerca de las decisiones en algunos momentos importantes de la vida del ICAIC.
Para mí, participar defendiendo las posiciones del ICAIC en el Congreso Nacional del Cultura del año 1971, es una experiencia extraordinaria de enriquecimiento humano, cultural, político. Yo la viví porque a mí se me encargó redactar la ponencia que el ICAIC presentó, junto con Julio.

Después puedo decir cuando hice El hombre de Maisinucú, porque fue un éxito como película, un éxito con el público, en fin, de reconocimiento extraordinario.
Tampoco puedo olvidar que en el año 1991, cuando se iba a estudiar la disolución del ICAIC, cuando estalló el rollo relacionado con “Alicia” , yo dirigía el grupo  que hizo “Alicia” y formé parte de la Comisión de los 18 que estuvimos en desacuerdo con el Acuerdo del Consejo de Ministros. En fin, toda esa experiencia para mí es inolvidable y tan valiosa como haber hecho El hombre de Maisinicú o haber hecho Páginas del diario de Mauricio o haber hecho el documental sobre el Che Donde nunca jamás se lo imaginan.

Es decir, que yo he realizado cosas estrictamente personales con las que me siento muy contento, pero también he estado vinculado a acontecimientos de la historia del ICAIC que para mí son tan importantes como haber hecho esas películas.

¿Qué personas considera significativas en su formación como cineasta?

En lo estrictamente cinematográfico, en la concreta de ver una película y discutir si algo falta o algo sobra en la edición, o si en tal el guion hay algo que replantearse, el primer lugar se lo tengo que dar a Julio García Espinosa. En una visión más macro de la relación cine – cultural – ideología política, ese primer lugar es para Alfredo Guevara.

Después hay una cosa, que no tiene nombre y apellidos de personas, que es una atmósfera. No tiene un nombre porque son muchos nombres, es Titón, en Ambrosio Fornet, puede ser Jorge Fraga, Humberto Solás, es una atmósfera creada por un conjunto de personas, un ambiente que favorece la creación artística, o el debate que conduce después a la creación artística. Eso en este momento ya no existe. El ICAIC de esa época es inseparable de la Cuba de esa época, y esa Cuba hoy ya no existe. Es otra Cuba y otro ICAIC también.
Yo siento que en este momento no estamos en un buen momento. Desde hace varios años se están haciendo películas, se existe, pero de manera global yo no estoy contento. Yo veo Conducta y me pongo contento, por poner un ejemplo de una película reciente, veo El ojo del canario y me puede pasar lo mismo, pero yo siento que la atmósfera esta que existía, se fue por el tragante, poco a poco como el agua, y se quedó vacía la bañadera.

Hay una serie de factores extra cinematográficos que también contribuyen a que esa atmósfera desaparezca. Lo que pasa es que uno no puede vivir extrañando lo que se fue, es absurdo. Alfredo Guevara existió y uno no puede pedirle a Roberto Smith que sea Alfredo Guevara o Julio García Espinosa, esa gente ya desapareció, esa condición de fundadores no se vuelve a dar. Una peculiaridad de aquella gente, era que fundaron el ICAIC no como tarea política, sino porque eran cineastas, les salía del corazón hacer las películas.

Cuando a Alfredo Guevara, en marzo del 59, se le ocurrió empezar la Ley diciendo “Por cuanto: El cine es un arte”, yo que tenía entonces 18 o 19 años no tenía la más remota idea de la importancia que tenía fijar una condición como esa: el cine es un arte.

¿Qué significó para usted haber sido Premio Nacional del Cine?

A partir de que se dieron una serie de premios a los históricos consagrados, a los incuestionables, a los fundadores y a los creadores que han tenido un destaque mayor, yo me sabía en la cola y podía haberlo ganado ese año o al año siguiente. Por supuesto que es un reconocimiento muy agradable, sobre todo que te lo den cuando todavía estás trabajando, y es eso, una satisfacción.

Nota: entrevista realizada el 17 de febrero de 2016