NOTICIA
El regreso del Marqués de Sade
El tema del sadomasoquismo (placer sexual que se recibe y/o proporciona mediante el dolor) es bien polémico; para muchos una aberración, para otros, simple variante de la diversidad erótica; lo cierto es que la práctica, teorizada ampliamente por el noble francés al que debe su nombre (sadismo) ha dado y sigue dando qué reflexionar.
50 sombras de Grey (Sam Taylor-Wood, 2015) lo hace, en un filme censurado por muchos que, sobre todo, conocen la novela en que se basa: el best seller homónimo, publicado en 2011 por la autora británica E. L. James, en torno a la relación sadomasoquista entre una muchacha recién graduada de la universidad y un joven magnate.
50 sombras de Grey ( 2015), de Sam Taylor-Wood
Aunque, en puridad, no son pocos los que critican acerbamente la propia fuente literaria, por considerarla morbosa y poco seria, hablando hasta de “material para ruborizar amas de casa”; de cualquier modo, el texto cinematográfico, según sus detractores, minimiza y lleva a una línea demasiado ligera el referente.
No he leído el libro y, por tanto, me limitaré a la película: es cierto que no es mucho lo que exhibe, sobre todo en materia de praxis sexual ni profundiza para nada en los meandros del nexo entre los amantes, pero algo sí queda claro: el abismo que se establece entre ellos, lo cual impide que aun sintiendo irresistible atracción y hasta amor, este se dificulta extraordinariamente en su consumación ante el hecho definitivo de no ser concebido igual por ambos integrantes de la pareja.
De modo que en una relación no basta el deseo, el afecto: es necesario una complementación en la forma de pensar, sentir y expresar tales sentimientos.
En todo vínculo erótico se establecen, más o menos explícitos lazos de poder; en lo sadomasoquista mucho más; de ahí, que el millonario extiende a la novia virgen un contrato que deja claro leyes de “dominante y dominada”; en lo cual también el filme abre una interrogación: ¿esto tiene que ver con el amor o con el ego, las ansias de conquistar y someter aun sin ejercer violencia (algo que hace constar siempre Grey).
El filme está correctamente escrito, algo que se extiende a su puesta en pantalla; tanto el montaje como la fotografía y la música son elementos que contribuyen a ello, pero en primerísima medida aportan las actuaciones, que tornan convincentes y auténticos los complejos personajes que asumen Dakota Johnson y Jamie Dornan, sobre todo ella, dueña de una sensualidad y una ternura que encierran a la vez ángeles y demonios.
(19-25/ 11/ 2015)