NOTICIA
Frank González, el hombre de tantas voces
Noveno piso. ICAIC. 1980.
(Yo solo llevaba unos pocos meses trabajando en el Dpto. de Dibujos Animados).
Grabación de las voces de Elpidio Valdés contra la cañonera.
Juan Padrón da las últimas orientaciones.
Frente a un micrófono, Frank González, texto en mano.
Novato, nervioso, despistado, empujo la puerta del estudio, que inevitablemente hizo ruido, y con mucho respeto anuncio que les traía la merienda.
Padroncito con un gesto me indica que la ponga sobre una mesa y Frank, despacio, muy despacio, se voltea, me mira fijo y dice al aire: “Esa voz está buena para los poemas de [José] Ángel Buesa”, y con la misma ataca el micrófono con un “¡Bueno, tenemos que llevarnos la sal con o sin cañonera, compay”.
“¡Quedó!”, dijo Padroncito.
Así, a la primera. Del timbre de Frank al de Elpidio. Solo frente a un micrófono y con un papel en la mano que apenas leía.
Padrón desde la distancia le indica que grabara el próximo parlamento.
Frank levanta su brazo derecho, mira a la pared de enfrente como si algún ser invisible estuviera cara a cara. Toma aire y con el mejor acento andaluz: ¡Capitán, entre usted en el río a toda máquina! ¡Adelante marinos! ¡Vamos a hacerlos natilla de papilla de puré de “tarco”!
“¡Quedó!”, dijo Padroncito.
Recuerdo que aún tenía las meriendas en la mano. Fue todo muy rápido. No podía entender cómo una sola persona era al mismo tiempo un campesino cubano y un militar andaluz, este, aquel o aquel otro y seguir así, tan campante como si hubiese hecho lo más simple de la vida.
Pasaron los años. Ya era otro el asistente que traía las meriendas. Frank y yo hablábamos de contratos, de nuevos capítulos de Elpidio, de vampiros y producciones con otros directores.
Sabemos que fue de los actores que recibió en vida los mayores reconocimientos a su obra artística, el mismo que con su carisma y versatilidad inmortalizara el personaje animado más popular de Cuba.
A pesar de la insistencia de algunos directores, yo nunca pude poner mi voz a ningún animado. No soy actor por mucho que otros piensen que mi timbre le viene bien a tal o mas cual carácter. Nunca lo logré. No es tan fácil hacerlo. Por eso mi admiración y respeto a los que, como Frank, lo saben hacer.
Cuando visitaba a mi madre, ella siempre me pedía que le leyera la poesía de José Ángel Buesa, su autor favorito. En ese momento no podía dejar de recordar la mirada y las palabras del amigo Frank, en aquella grabación de 1980: “Esa voz está buena para los poemas…”
Gracias, querido Frank, por haberme permitido compartir momentos imborrables de tus actuaciones irrepetibles.
“Y para que la tarde
pudiera anochecer
te fuiste como el viento
que no sabe volver”.
José Angel Buesa