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La mafia, según Scorsese
Martin Scorsese vuelve a la carga con una película de lujo: El irlandés. Resultado de las mismas obsesiones que alimentaron obras ya clásicas del cineasta —Taxi Driver, Goodfellas, Casino…―, la cinta consigue virar al revés una serie amplia de lugares comunes, en una excepcional demostración de maestría en el manejo del lenguaje fílmico.
Es justo el virtuosismo de la realización, la solidez del mundo dramático representado, el arriesgado balance entre la densidad de la forma y la complejidad de la historia, cuanto sostiene esta narración de marcados matices épicos.
El relato acoge el nacimiento, apogeo y descenso de una personalidad singular en el universo conflictivo y patológico de la mafia norteamericana entre finales de los años 40 y entrados los 70: ese recorrido justifica el tono épico de la atmósfera narrativa.
Basado en la novela I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt, el argumento de El irlandés trenza la vida de Frank Sherran, Russell Bufelino y Jimmy Hoffa, dejándonos ante un escenario turbio, caracterizado por la violencia, el asesinato, la mentira, la ambición de poder, la sed de dinero, la muerte…
En ese topos Scorsese instrumenta, con suma puntualidad, los códigos sistematizados por la tipología genérica demandada por tal cosmos existencial, pero —como es de esperar en su caso— con el objetivo de potenciar otros horizontes discursivos. Quizás los valores más contundentes de la película se encuentren en la sumersión radical en las contradicciones y problemáticas que centran la vida de los personajes protagónicos y en sus involucramientos con la historia social norteamericana.
Focalizada desde Frank Sherran —quien cuenta su epopeya particular desde el asilo en que trascurre su vejez—, la narración atraviesa por tres bloques dramáticos fundamentales, relacionados con la inserción gradual del propio Frank en el ambiente de la mafia.
Él es un veterano de la Segunda Guerra Mundial que deviene asesino a sueldo en los círculos de la mafia de Filadelfia, la cual es mano derecha de Jimmy Hoffa, reconocida figura de Estados Unidos y líder del poderoso sindicato de los Teamsters.
En ese cuadro se comienzan a tramar múltiples confabulaciones políticas y negocios millonarios, en una planificación argumental que deja ver las influencias decisivas de la mafia sobre la política. Entonces, aunque la narración parece una saga de alianzas, traiciones, crímenes y conflictos judiciales, también propone una reflexión sobre los límites del poder, los vínculos éticos establecidos en el espacio del gansterismo, tanto como las fronteras entre la amistad y la responsabilidad que estos negocios exigen.
Lo más audaz de El irlandés está en el terreno de la expresión cinematográfica. Scorsese ha apostado por cierto tono realista, interesado en documentar el espacio y las dinámicas en que se mueven los personajes y se desenvuelven las situaciones desarrolladas. Lejos de la espectacularización a que era proclive el guion, hay una apuesta por aligerar la representación de la violencia física, puesto que se enfoca más en resaltar la política de relaciones que rige este universo social. Luego, esto es acompañado por un registro fotográfico considerablemente sobrio —tal vez de un excesivo uso de los planos medios—, y un montaje que, si resulta de un acentuado dinamismo en la primera parte, en la segunda deriva hacia una complementación del carácter contemplativo y reposado de la cámara.
Mas el distintivo central son las actuaciones: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci, cada uno en su registro, alcanzan un alto nivel de expresividad al perfilar sus roles con matices y acentos distintivos que complementan el convencimiento y la efectividad de la interpretación.
Netflix fue responsable de la producción de El irlandés. Ello constituye un motivo más para atender la película, pues nos habla de la potencia con que esta plataforma, y las lógicas de consumo que propone, se insertan en la cultura contemporánea. Entre tanto, Scorsese continúa proponiendo productos arriesgados, polémicos, inteligentes…
(Tomado del periódico Cartelera Cine y Video, no. 172)