La música en el cine en voz de dos fructíferos compositores (I)

Jue, 06/21/2018

Magda Rosa Galbán y Juan Antonio Leyva, compositores de música para cine, cuentan con un trabajo prolífico en la historia del audiovisual cubano. Juan Antonio, con más de cuarenta años de experiencia y más de doscientos materiales, forma equipo desde 1990 con Magda Rosa. Juntos se han convertido en una pareja de renombre en su especialidad.

Su música ha acompañado clásicos del cine cubano como Los que se quedaron (Benito Zambrano, 1993), Zafiros: locura azul (Manuel Herrera, 1997), Los dioses rotos (Ernesto Daranas, 2008), y más recientemente, El techo (Patricia Ramos, 2016) y ¿Por qué lloran mis amigas? (Magda González Grau, 2018).

Sin embargo, su trabajo no se ha reducido solamente al cine, sino que abarca también la televisión, el ballet, la danza y el teatro. En el caso de Leyva, su carrera está ligada a Teatro Estudio y a la fundación, luego, de Teatro Buendía.

Además, durante años han formado parte del claustro de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, donde imparten la materia de Edición y montaje de sonido.   

En estos momentos se encuentran trabajando junto a Alejandro Gil, director del filme Inocencia, actualmente en posproducción. Sobre el trabajo de este equipo de dos conversaron con Cubacine.

¿Cómo funciona el proceso de creación e inserción de su obra en el filme, en general?

Para nosotros lo más importante es el primer encuentro con el director. Independientemente del guion, nos gusta escuchar la idea que tiene de su película, hacia dónde quiere ir, sus ideas precisas. Esa es la primera etapa. Luego, le presentamos nuestras propuestas para que él decida cuál va mejor con su idea de la película. En posproducción se hace coincidir la música seleccionada con las imágenes. En esta parte del proceso en particular nuestro trabajo puede ser modificado todo el tiempo e incluso combinado.

La idea sobre la cual nosotros trabajamos es la de ayudar a armar cada uno desde su especialidad la obra de arte que es la película resultante. De manera que nuestro trabajo es hecho en función de uno mayor y a eso dedicamos todo nuestro esfuerzo, a que la película resulte lo que el director ha concebido.

Hasta el momento han compartido experiencias laborales con Alejandro Gil en sus tres producciones, La emboscada (2015), La pared (2017) y ahora Inocencia. ¿Cómo describen este proceso?

En el caso de Inocencia, nuestro trabajo ha comenzado desde la prefilmación debido a los requerimientos de la trama. Necesitábamos encontrar una canción de la época que se convirtiera en una suerte de himno para ponerla en boca de los protagonistas. Además, debía ser una canción que pudiera ser cantada primero en una taberna, de manera festiva, y luego desde la cárcel, para darse fuerza entre ellos mismos. De manera que fue una búsqueda ardua para la cual contamos con la ayuda de Natalia Bolívar y Zoila Lapique. Finalmente, nos decidimos por La Bayamesa.

¿Cómo describirían el trabajo de composición de música para cine?

En la composición de música para cine quizá la mayor complejidad sea también su más grande mérito. La música es creada a partir de la idea que propone el director de la película. Lo que es siempre un reto porque se trata de una creación ceñida a un “encargo”. Cada director se acerca a nosotros con una idea muy particular, con su estilo propio, con un tono muy preciso. Es entonces que nosotros nos desdoblamos y nos adecuamos a sus deseos para lograr el resultado que ellos esperan.

En nuestro caso en particular, al ser dos personas componiendo, el director tiene la posibilidad de escoger entre dos propuestas diferentes –o bien mezclarlas– ya que cada uno de nosotros procede de formaciones y generaciones diversas.

Continuará en una próxima entrega.