NOTICIA
La nueva muestra que anhela y demuestra
A la memoria de Ivo Sarría, entusiasta e inteligente organizador de esta Muestra, que ya no está con nosotros
A pocas horas de concluir en el cine Chaplin los cuatro días de febrero consagrados a la II Muestra de Nuevos Realizadores, no quisimos que escapara la oportunidad de conversar con Jorge Luis Sánchez, presidente del Comité Organizador. Está claro que no ha transcurrido el tiempo suficiente para alcanzar la preclara objetividad facilitadora del balance equilibrado, pero en el caso de Jorge estoy convencido de que la pasión y la lucidez lo asistirán igual ahora que dentro de cuatro meses, y ansioso como está por comenzar la preproducción de su primer largometraje de ficción, decidimos acercarnos de inmediato a las interioridades de un cercano evento cuyas intríngulis él conoce como pocos.
¿Cuáles fueron tus motivaciones principales para que aceptaras presidir el Comité Organizador de la Muestra, quitándole tiempo a la preparación de tu próximo filme de largometraje?
El amor y la lealtad al cine cubano. Una necesidad también de justicia. No sé, no me importa que suene grandilocuente, eso es lo que siento. Pero también puedo agregar que me encanta hacer pensar a las personas, y una Muestra de este tipo es una formidable ocasión para movilizar las mentes. Te digo más; organizar la Muestra me permitió drenar eficientemente la ansiedad que la angustiosa espera para hacer la película me causa. De no ser así, me hubiera inventado otra cosa, no estoy apto para perder el tiempo o contemplar los celajes. Por suerte salió la Muestra y parejo a ello, la confirmación de que la película va, de manera que la vida me ha premiado como en las carreras de relevo, termina una cosa y empieza otra. Y yo feliz, por supuesto. Aunque para serte sincero, aun trabajando para la Muestra, casi nunca dejé de pensar en la película, sea en el guion o viendo actores.
¿En qué sentido crees que la segunda Muestra superó la primera? ¿Y qué defectos de esta segunda crees que no deberán repetirse en la tercera, el año que viene?
En la I Muestra asesoré a Juan Antonio García, quien fue el organizador. Aquella tuvo un buen diseño que no rompe con esta segunda esencialmente, aunque algunos errores en su convocatoria por poco la tergiversan, al permitirse que no pocos directores, pasados ampliamente de treinta y cinco años, corrieran a inscribir sus obras completas, y por lo que pudo dejar de privilegiarse la exhibición de los filmes de los más jóvenes, que por razones obvias son el núcleo estratégico de estas Muestras. Claro, siempre abunda el realizador que pide que su filme sea exhibido a ultranza, egoístamente, desconociendo que existen requisitos. Creo que los organizadores debemos pensar sin presión y con entera libertad en cómo ha sido todo. Ningún organizador de eventos de este tipo puede hacer un diseño para complacer peticiones. En cuestiones de arte no me fío de aquellos que necesitan un eco para anunciar su valía. Tanto la primera como esta, y las futuras solo favorecerán lo mejor del talento audiovisual cubano, téngase la edad que se tenga. Renunciar a ese propósito conllevaría el peor defecto y redundaría en la muerte súbita de estos eventos.
¿Qué avances percibes en cuanto a la materialización de la idea de que estos realizadores, noveles, sean asimilados de algún modo por un ICAIC cuyos artistas alcanzan muy alta edad promedio?
Imagínate que no existiera el relevo, habría que inventarlo, y ya sabemos que Frankenstein termina devorando al inventor. La dirección de la industria debe estar entusiasmada porque en el relevo haya gente con talento y capacidad, no solo directores, sino guionistas, fotógrafos (hay hasta una mujer), editores y sonidistas. Esta garantía de relevo no significa que el ICAIC deba refugiarse en un dejar que todo fluya solo, pues su mayor desafío, imaginación y valentía, estará en procurar que ese talento no se pierda, habida cuenta de las actuales limitaciones de financiamiento y de que por ello es bien difícil ofrecerle espacio. Yo estoy al tanto de que se está pensando seriamente en resolver esta contradicción y que la voluntad va dejando de ser teórica. Si asumimos el asunto con mirada profunda, desde lo que significa el cine para la cultura cubana, es preferible apostar por el riesgo. Y habrá que hacerlo si no queremos volver a perder a valiosos prospectos de cineastas en las turbulentas aguas de la soledad, la frustración o la emigración económica.
¿Crees que estas Muestras deben apostar por la amplitud y la diversidad o más bien debería estrechar su perfil y optar por la selectividad y la jerarquización?
La sabiduría está en conciliar la diversidad y la amplitud, la jerarquización y la selectividad, sin perder de vista el talento y la imaginación presentes de algún modo en los filmes a exhibir. Siempre habrá que seleccionar si queremos privilegiar una mirada transgresora, inquieta, arriesgada, aunque esas miradas no siempre encuentren lo que busquen. El cine cubano necesita potenciar una vanguardia en estado de perenne locura, algo así como un grito de dinamismo inspirador. Que me disculpen, pero ninguno de los eventos nacionales que se hacen en Cuba incentiva esto. Las Muestras ya están fomentando esta locura positiva y este dinamismo, desde luego cuando resulten apreciables en las obras a exhibir. Si no existiera ahora mismo, pues lo vamos a buscar y a mostrar en la filmografía de otros que en el pasado sí lo consiguieron. Por eso exhibimos lo que filmaron, a sus personales maneras, Sara Saderman con Hombres de Mal Tiempo, Agnés Varda con Saludos cubanos o Pepe Riera con El sueño de Catalina, pero también los más jóvenes; Esteban García Insausti con Las manos y el ángel, Pavel Giroud con Todo por ella, Terence Piard con En vena, Humberto Padrón con Video de familia, Miguel Coyula con El tenedor plástico, Patricia Pérez con Otoño y Hay que saltar del lecho, Eduardo Eimil con La maldita circunstancia, entre otros filmes imperfectos, pero inquietos, obras de búsqueda y riesgo, aunque no todos coincidan en ofrecerme lo que yo espero del mejor cine.
En Cuba siempre ha existido, particularmente en los años ochenta, un cine marginal, extraoficial, de momento invisible, sumergido, underground o como quiera llamársele. ¿Qué distingue o diferencia a la presente generación de sus predecesores?
Mi generación, que emergió con fuerza a finales de los ochenta, lo hizo desde dentro de la industria, éramos asistentes de dirección, de cámara, de producción y de edición en el ICAIC, en los estudios de las FAR, en el ICRT, etcétera. Aunque autodidactas, teníamos un sentido de pertenencia y de colectividad. A la hora de enfrentar las contradicciones, o lo que nos parecía errado, no íbamos solos, ni desarmados teóricamente, más bien cocinábamos los temas a debatir primero entre nosotros, y subordinábamos nuestras diferencias internas. Jamás vimos a Titón ni a Humberto ni a Santiago ni a Julio, los mayores de edad y más talentosos, como enemigos y mucho menos como la tradición que debía dinamitarse. Nosotros negábamos un montón de cosas que se hacían en el cine cubano, pero nuestro primer problema también era el cine cubano, en todo caso lo que había que dinamitar era la abulia y la mediocridad. De la actual generación de creadores no puedo hacer un juicio exhaustivo, más bien tengo impresiones. Creo que a ellos los marca la necesidad de sobrevivir económicamente, a base de spots y videoclips, en un momento de intensas dificultades. Mientras la arrogancia de la industria apostaba por promover a lo grande, a dos o tres “predilectos” y la mayoría de mi generación emigró, ellos se rebelaron y odiaron y negaron a ultranza la industria; sus opiniones eran, y todavía son en blanco y negro, aunque empiezan a aparecer los matices en sus apreciaciones. Nadie los veía, a nadie le interesaba. El trauma económico y la sobrevivencia los anularon. Por aquellos años, existió y no puede negarse una historia dolorosa de rechazo de proyectos, chato poder ejercido por quienes se sostienen sobre la medianía. Por suerte, desde la Muestra todo esto comienza a revertirse y el ICAIC rectifica este lado de su obsolencia. Ahora, ellos van ganando en responsabilidad y comienzan a aprender un montón de cosas que el nihilismo no les dejaba ver. Su desafío está en que una vez que la industria los asuma, bajo la fórmula que sea, consigan mantenerse sinceros consigo mismo y éticamente continúen realizando obras honestas, lo cual los alejaría, para su tremenda suerte, de las tontas simplificaciones que dividen artificialmente el arte en oficial y no oficial, o de zambullirse en el oportunismo.
Siempre se dijo que la II Muestra era un taller, un punto de encuentro y de debate más que un festival cinematográfico al uso. ¿Cuáles serían los matices que las secciones paralelas, no competitivas, le otorgaron al evento?
Las secciones no competitivas, como tú las llamas, han sido diseñadas para la relectura que permite discernir y encontrar claves silenciosas, interconexiones, epígonos subterráneos, sintonías, corrientes, etcétera. Pienso que los propios cineastas, y los críticos, llevamos muy recio al cine nuestro. Como que esperamos cada estreno con un bate preparado y no con la humildad y el afecto necesarios. En esa línea, se llega a la extraña conclusión de que cada uno de los cineastas y críticos cubanos, con más o menos pedigree, somos principio y fin. Nada más existe. Cuando por ejemplo se habla de la eterna crisis estética del cine cubano, en la que no creo, ninguno de nosotros reconoce con cuales filmes ha contribuido a profundizar esa crisis, que se ve siempre en el ojo ajeno. Es tuya y no mía. Quiere decir que también necesitamos de la distancia y del sosiego para reevaluar las obras que ayer castigamos y hoy, quizás, podemos reconocer que no merecían tales palizas. Tal vez y para futuras ediciones convenga diseñar una Muestra informativa con una selección de lo peor que ha hecho el cine cubano (sobre todo, de aquella década a la que algunos le rinden ríos de añorantes lágrimas). Entonces, vamos a poner a prueba, mucho más que ahora, la tolerancia, la humildad y el sentido del humor de muchos creadores e instituciones.