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Las primeras leñas al fuego
Candidato en 2015 a las nominaciones de los premios Oscar en el apartado de películas habladas en lengua no inglesa, el filme suizo El Círculo (Der Kreis) es un veraz y conmovedor testimonio de los años fundacionales del movimiento gay en ese país.
Creada a principios de los años 40, la red montada en torno a la revista Der Kreis fue la única organización homosexual que sobrevivió al régimen nazi. Durante los años siguientes a la guerra, la entidad creció internacionalmente hasta convertirse en un club underground de referencia. Sus legendarios bailes de máscaras atraían cada año a cientos de visitantes de toda Europa al Teatro Neumarkt, de Zurich, bajo la promesa de discreción y un espacio seguro para ser ellos mismos.
Es en ese momento de la historia, cuando el tímido profesor Ernst Ostertag se enamora de una estrella del drag, Röbi Rapp. Tras un asesinato dentro de la comunidad gay, la violencia reprimida hacia el colectivo se hace evidente y el futuro de El Círculo comienza a verse en peligro.
Son estos algunos de los hechos que recrea el filme, dirigido por Stefan Haupt que ya ganó el Premio Teddy al mejor documental de temática homosexual en la última edición del Festival de Berlín, además del lauro del público de la sección Panorama. Avanca, Festroia, LA Outfest y Torino son otros eventos internacionales donde la producción ha sido reconocida.
En puridad, se trata de eso que algunos llaman docudrama, en cuanto a que el filme se presenta como un relato fictivo, con actores; sin embargo, ello se alterna con entrevistas a los hombres reales, ya ancianos, en que se inspira la trama, quienes complementan lo representado. Aquí estriba uno de los valores de El Círculo, pues esa mezcla está absolutamente lograda desde el punto de vista narrativo, recordándonos por demás que el cine cada vez está más abocado a las contaminaciones genéricas, las cuales son bienvenidas si, como en este caso, redundan en consecución estética.
El contundente documento que el movimiento LGTB ofrece en este valioso texto cinematográfico es algo que trasciende sus valores meramente formales, algo que, como si fuera poco, derrocha, pues tanto la fotografía como la música, el preciso y riguroso montaje, así como los notables desempeños, tanto de los actores (Babet Arens, Aaron Hitz, Mathías Hungerbühler) como de los testigos reales, son méritos incuestionables.
Pero es también un grito por los derechos humanos que supera incluso el ámbito al que se circunscribe temáticamente: las luchas de cualquier conglomerado social, de cualquier minoría por hacer valer sus derechos es algo que nos toca a todos, al margen de tendencias eróticas, filosóficas y políticas. En tal sentido, El Círculo estrecha sus contornos y se convierte en una obra inclusiva, un expresivo llamado a la sensibilidad y la complicidad.