Los de siempre: anatomía de un barrio

Los de siempre: anatomía de un barrio

Jue, 09/08/2016

Desde una cámara contemplativa, el director José Pedro Charlo Filipovich sigue a un grupo de personas de la tercera edad integrantes del coro Los de siempre, perteneciente a la policlínica Casavalle, en el documental ganador por Uruguay de la quinta edición de docTV Latinoamérica.

El material, exhibido este miércoles en el canal cubano Multivisión, indaga sobre qué motiva a estas personas, casi después de 30 años, a seguir en la agrupación que ofrece sus presentaciones por el barrio del mismo nombre y participa en citas corales. Alterna esta observación con procesos como el ensayo o las actuaciones del coro, y usa testimonios de integrantes que aún viven en el barrio o están relacionados de manera directa con él, como la doctora de la policlínica.

El coro no se trata de un movimiento artístico elitista ni persigue una calidad identificable con el bel canto. Los de siempre, como coinciden muchos de sus integrantes, es una terapia, una razón para encontrarse con aquellos que siempre han estado ahí.

Estas personas han trascendido el morbo de contarse sus enfermedades y penar con ellas y han elegido cantar, lo cual parece maravillar al realizador y al mismo tiempo motivarlo a entenderlos y desentrañar el “por qué” más que el “cómo” han permanecido estas personas en el coro y por extensión en el barrio.

Las narraciones de estos vecinos expone otro de los tópicos que maneja el documental: humildad versus marginalidad. Es evidente, a través de los relatos, que Casavalle es un barrio pobre y por consecuencia marginado. “Colonizado” por sus habitantes, primero fue lo que conoceríamos como un asentamiento informal y después pasó a ser un lugar humilde.

En Los de siempre los protagonistas confrontan en ocasiones la imagen que tienen ellos del barrio con la que pudieran tener otros, e insisten en la honradez y la laboriosidad de la gran mayoría.

En una construcción dramatúrgica alrededor del coro aparecen vidas aparentemente simples que se develan a ratos con planos entrecortados de fotografías familiares de los testimoniantes.

El realizador se siente un intruso, un mirón en esta comunidad, en esa rutina de más de treinta años y así guía a Diego Varela y su cámara, desde de la lejanía de un parqueo y con la monotonía del diario.

El documental, ajustado a los 54 minutos que exige docTV, no siempre logra llevar información interesante a la pantalla. La salida de los integrantes del coro se vuelve una imagen recurrente que ha demostrado su punto desde la primera vez: la observación distante y respetuosa del realizador.

No es exactamente este un documental de denuncia en el cual para hacerla efectiva se victimiza a sus protagonistas, aunque hable de un barrio humilde y marginado, el respeto por ellos está presente en todo momento. Definitivamente los vecinos de Casavalle no han elegido las contradicciones que les puede haber puesto la vida por delante, pero sí las han enfrentado muchas veces cantando.

(8-14/ 09/ 2016)