Lucía: un punto de partida

Vie, 09/28/2018

Pero estos creadores y filmes, y en su conjunto toda nuestra cinematografía, tendrán que “revolucionar” interiormente los medios de expresión, y esa será seguramente la verdadera madurez.

Alfredo Guevara (Cine Cubano No. 41).

Hace dos años, contestando a un periodista la clásica pregunta de: ¿Qué planes tienes para el futuro?, Humberto Solás decía:   

“Tengo un viejo proyecto para un largometraje. Estaría compuesto por tres cuentos, en los cuales se da una visión de la mujer cubana en tres épocas diferentes: el primero es un cuento sobre la época de la Colonia, en los años finales de la Guerra de Independencia; el segundo, sobre la República en la época de Machado; y el tercero, ya en la Revolución.

“Estoy haciendo el guion y me encantaría contar con un escritor que me ayudase en los diálogos, aunque me preocupa el hecho de que mi método de trabajo incluye la posibilidad de que el actor reescriba el diálogo y esto podría no gustar a un literato”.

Hace pocos días, el proyecto del cual Humberto hablaba al periodista quedó terminado, y podemos decir sin temor a equivocarnos que es una de las pocas películas realizadas en Cuba con la preocupación básica de mantener con el público un diálogo vivo, es decir, una comunicación a través de su historia y su drama.

En Lucía, Humberto Solás parte de dos temas generales para desarrollar los tres cuentos que aparecen en el filme: dar la evolución de la mujer cubana desde la Colonia hasta nuestros días, y paralelo a este propósito, testimoniar la trayectoria de toda una sociedad en su proceso de descolonización.

En el primer cuento (1895), vemos cómo la guerra mambisa rompe con el equilibrio de una clase. En el segundo (1933), ya existe la maduración de las ideas y del carácter en busca de una transformación que no se cristaliza. En el tercero (196...), nos encontramos frente a una sociedad nueva que lucha contra las viejas concepciones para que surja una nueva generación.

Estos temas, Humberto los desarrolla magistralmente empleando un lenguaje cinematográfico lleno de elementos simbólicos y de una gran poesía que a veces nos viene cargada de una buena dosis de violencia. Cada uno de los cuentos del filme tiene un tratamiento y un estilo propios donde las imágenes reproducen la época con una fidelidad sorprendente.

Con Lucía queda demostrado una vez más que el cine es un trabajo colectivo, un trabajo de conjunto donde todos los elementos técnicos deben ponerse al servicio del director, sin perder la autoridad de creadores.

La fotografía de Jorge Herrera, demuestra un alto nivel estético y profesional que logra en todo momento una composición plástica sorprendente. Hay secuencias donde nos encontramos con una fotografía seca, dura, austera, que llega a golpearnos, (esto pasa sobre todo en el primer cuento, en la secuencia donde aparece por primera vez Fernandina). En otras ocasiones sucede todo lo contrario: la fotografía está llena de un lirismo y una poesía que opaca todo lo anterior.

Uno de los objetivos fundamentales que se trazó el fotógrafo fue absorber y componer la luz cubana, y esto es muy importante, ya que una fotografía que se proponga reflejar la realidad cubana en cualquier época, tiene como condición básica, expresar nuestra luz. Sin esa condición, nuestra fotografía será totalmente falsa.

La música de Leo Brouwer (una garantía dentro de los créditos del ICAIC), llena su cometido tratando de cumplir fielmente con el contexto dramático y con los distintos estilos musicales de cada época.

El autor emplea distintas sonoridades: en el primer cuento predomina el piano, instrumento representativo de la época; en el segundo, hay una sonoridad con los elementos del danzón en los que predominan la flauta y los violines; y en el tercero, la guitarra.

A pesar de esta división, la música mantiene una unidad estilística. Hay momentos grandilocuentes cuando el autor utiliza toda la orquesta, sobre todo en las escenas de gran tensión.

El nivel de actuación en conjunto es excelente. Sobresale Raquel Revuelta en la primera Lucía. Eslinda Núñez, a pesar de tener el guion más flojo del filme, se destaca por lo bien que fotografía. La actuación de Adela Legrá convence, sobre todo, por su gran espontaneidad.

Los papeles masculinos interpretados por Mauro, Brito y Llauradó, demuestran un buen nivel profesional.

En el resto del elenco es imprescindible destacar la actuación de Idalia Anreus (Fernandina), que interpreta uno de los personajes de más fuerza qué aparecen en el filme.

La larga secuencia de la batalla de los mambises contra los españoles está dirigida de una manera magistral; la misma presenta en todo momento un espíritu épico que da una perspectiva amplía y globalizante. La cámara expresa de una forma cruda y poética la violencia en todo su esplendor. Humberto logra con una nitidez asombrosa lo que los cineastas brasileños han llamado Estética de la Violencia.

Creemos que los principales defectos que se le pueden atribuir al filme son los siguientes:

a) La mala calidad del doblaje (sobre todo en el primer cuento).

b) El guion del segundo cuento, además de ser el más flojo, nos parece un poco largo.

c) En el último cuento las situaciones son bastante exageradas.

Algunos críticos han visto en Lucía la influencia de Jerzy Kawalerowicz en Madre Juana de los Ángeles, la de Luchino Visconti, en Senso, y, como cuestión general, el cine de Buñuel y el llamado cine nuevo brasileño.

Yo diría que esta última es la que más predomina en Humberto Solás, sobré todo en las secuencias finales del primer cuento. Esto quizás se deba al Complejo de inferioridad, que confiesa el director que sintió al ver uno de los filmes del llamado cine nuevo brasileño.

Todas estas opiniones de las influencias de otras escuelas cinematográficas en el cine cubano, o de un determinado director sobre otro, son válidas y a veces innegables. Creo que es difícil hacer cine en estos momentos y negar que existen Buñuel, Godard, Antonioni, Résnais, Orson Welles, Bergman, Visconti, etc.

En el caso de Lucía entiendo que, independientemente de todas las influencias que se le puedan atribuir, el gran trabajo de creación realizado y los valores propios del filme están muy por encima de tales influencias.            

El director ha logrado un filme con valores propios. Valores de los cuales tendrán que partir otros cineastas para continuar con esta nueva etapa del cine cubano. Humberto Solás marca con Lucía un fin y un comienzo en el cine cubano para situarse a la vanguardia, pero a la vanguardia que habla Wajda, la que tiene algo que decir pero sabe que no puede decirlo de la vieja manera.

Tomado de: El Mundo, 15 de octubre de 1968.