Luciano Castillo: “El cine como rito”

Luciano Castillo: “El cine como rito”

Jue, 04/12/2018

Cuando en 1968 Henri Langlois, fundador y director de la Cinemateca Francesa, fue destituido de su cargo, François Truffaut interrumpió la filmación de Besos robados para unirse a las protestas que estaban teniendo lugar en París. Lo que sucedió luego es conocido: la presencia de miles de manifestantes en los alrededores del palacio de Chaillot, y la reacción unánime de varios de los más prestigiosos cineastas franceses —sobre todo de “la nueva ola”—, contribuyeron a que aquella decisión fuese revocada dos meses después.

Truffaut, pero también Godard, Resnais, Chabrol… reconocían el trabajo de Langlois entre los pilares de la memoria cinematográfica mundial, así como la influencia que ejerció en cada uno de ellos con sus gestiones de restauración y conservación de ese patrimonio. Solo alguien que ama verdaderamente el cine puede transmitir a otros una pasión así y lograr que hagan de ella el centro de su vida. Con Langlois sucedía exactamente eso.

“Bernardo Bertolucci dijo que la Cinemateca Francesa era la mejor aula para aprender cine”, asegura Luciano Castillo. Y tal vez debería ser una aspiración universal, más allá de estatutos fundacionales: erigirse no solo en archivo fílmico, sino en una institución que renueve el acercamiento a la cinematografía y despierte devociones incontenibles. Como la de Langlois, que de unas pocas películas llegó a conformar una colección de varios miles de títulos, o como el caso de varios de los exponentes de la llamada Nouvelle Vague, que renovó ampliamente las posibilidades del lenguaje cinematográfico.

Aunque asumió la dirección de la Cinemateca de Cuba en el 2014, el vínculo de Luciano Castillo con los materiales conservados en sus fondos se remonta a aquella época en que asistió por primera vez a la proyección de la película Ambiciones que matan, de George Stevens, programada por esa institución en su ciudad natal de Camagüey. Sin dudas, uno de los testimonios más fieles de que una Cinemateca, además de convertirse en un “aula” para los realizadores, debería ser también un espacio que incite la afición por el séptimo arte.

“Siendo adolescente comencé a ir con asiduidad a las funciones de la Cinemateca, que como muchos saben tenía una subsede en cada provincia del país. Al graduarme de Especialista en Contabilidad y Costos —mi verdadera profesión—, realicé el servicio social en el Combinado Pesquero Industrial de Santa Cruz del Sur, y todos los miércoles, durante el tiempo que estuve allá, viajaba por la noche a Camagüey a ver las funciones y viraba por la madrugada para Santa Cruz del Sur; pero no me perdí ningún ciclo, ni ninguna película. Desde 1968 recortaba materiales sobre cine: críticas, entrevistas, fotografías, y fui haciendo mi propio archivo”.

Luciano Castillo es casi un coleccionista de información. Su interés por el audiovisual no se limita a sumar nuevos títulos a los cientos de películas que ya tiene anotadas —una costumbre que inició desde los ocho años—, sino que conoce en detalle la historia del cine y los nuevos cauces por los que transita hoy. Quizás a ello se deba la naturalidad con que puede dialogar con directores como Brian de Palma o James Ivory, durante las ya habituales Clases magistrales que organiza el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano; o el interés que genera su trabajo como crítico cinematográfico, del cual se cumplen este año cuatro décadas.

Aun así, no cesa en su labor de incorporar otros datos, fechas, nombres y citas que enriquezcan esos acercamientos. Es la curiosidad innata de quien ama algo y quiere develarle todos los entresijos posibles. Una curiosidad que queda en evidencia, por ejemplo, cuando un día después de esta entrevista me pide que le envíe por email una frase de Langlois que comenté durante nuestra conversación, o cuando se le pregunta por los libros que ocupan toda una pared de su oficina y que, según reconoce, son los que más consulta.

“Lo principal es ver todo cine posible, pero también leer toda la bibliografía posible”, recomienda a quienes ejercen la crítica. “Y ante todo, ser ese espectador intensivo que pueda llegar a convertirse en un intermediario entre la obra y el espectador, con un lenguaje claro y directo, sin abuso de teoricismos. Más que crítico, yo sigo siendo cinéfilo”.

Desde que asumió la dirección de la Cinemateca de Cuba hace cuatro años, se inició un proceso de reorganización que comprende tanto el mantenimiento de sus fondos como la programación que se ofrece en la sede del cine 23 y 12. Según su criterio, ¿cuáles son las acciones de mayor impacto que se han desarrollado hasta el momento?

Cuando me propusieron dirigir la Cinemateca —un lugar donde siempre soñé trabajar como especialista—, lo primero fue retomar los principios fundacionales de esta institución, es decir, la preservación de todo el cine cubano y no solamente el cine del ICAIC. Esto fue algo que se deformó en el transcurso de los años. No hay que olvidar que la Cinemateca surgió en 1960, cuando únicamente existía el ICAIC como productora; después se crearon los Estudios Cinematográficos del MINFAR, los de la Televisión Cubana, Cinematografía Educativa, y otras productoras, pero se siguió atesorando solo la información y las copias de las producciones correspondientes al ICAIC. Ello ha implicado que las copias del resto de las productoras y su información estén dispersas; así que ese es uno de los objetivos fundamentales: tratar de reunir todo ese material, porque reitero que es la Cinemateca de Cuba y no solo la Cinemateca del ICAIC.

Otros logros importantes han sido la visibilización de las colecciones a través del equilibrio de la programación —que siempre ha sido buena pero que estamos tratando de mejorar cada día más—, y la imprescindible e impostergable restauración del cine cubano. La humedad, el impacto del Periodo Especial y la falta de aire acondicionado, afectaron sobre todo la colección de cine internacional. En el caso del cine cubano, que se halla en mejor estado, se está tratando de salvar todo lo que se pueda, pues un minuto que se pierda es un minuto del patrimonio fílmico nacional que desaparece para siempre.

Gracias a un convenio con el Archivo de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, ya se han restaurado dos películas: Los sobrevivientes y Una pelea cubana contra los demonios, realizadas por Tomás Gutiérrez Alea. Asimismo, por una propuesta de Martin Scorsese y The Film Foundation, entidad que él preside, se lograron restaurar en la Cineteca di Bologna, y presentarlos en la sección Cannes Classics, del Festival de Cannes, los filmes Memorias del subdesarrollo y Lucía. En México, conjuntamente con la firma Labo digital, se realizó un proceso de escaneo como primer paso para una futura restauración de Retrato de Teresa y Se permuta. De igual modo, existe un convenio firmado con el Centro Nacional del Cine y la Imagen Animada de Francia, que ya dio como resultado El otro Cristóbal, de Armand Gatti, considerada la primera coproducción franco-cubana, y ahora se va a restaurar ahí Aventuras de Juan Quinquín. Recientemente, firmé un contrato con la Cinemateca portuguesa, y así, poco a poco… porque en Cuba no hay condiciones para realizar todos los procesos técnicos que lleva la restauración, y al mismo tiempo, no contamos aún con personal especializado.

Como parte de todas esas acciones ha sido fundamental el traslado de las bóvedas de la Cinemateca —que estaban en una instalación en la calle 23 que no reunía las condiciones idóneas— para el antiguo Laboratorio de color del ICAIC, donde hay mayor espacio y se ha restablecido ya la climatización que exigen, lo cual es definitivo para conservar estas copias.

¿Qué aspiraciones están pendientes todavía en ese proceso de reorganización?

Una de ellas es promover en el cine 23 y 12 la creación del Café Buñuel y de la librería Gérard Philipe, que será la primera de Cuba especializada en cine. Esperamos en un futuro no muy lejano habilitar igualmente dos pequeñas salas de proyecciones, para conformar una especie de multicine, que es la tendencia internacional. Durante casi 50 años nos jactamos de que la Cinemateca de Cuba dispusiera de la sala más grande del mundo —con 1500 lunetas—, el cine Charles Chaplin. En ningún lugar ninguna cinemateca aspira a tanto; hay salas incluso que solo tienen 50 lunetas. Así que el cine 23 y 12 es una instalación idónea, que cuenta con todas las condiciones. Costa-Gavras y otros realizadores importantes lo han visitado y han dicho que es perfecto para la Cinemateca, lo que estamos acondicionándolo para que tenga la librería, el café y una buena galería para las exposiciones, aún con una iluminación deficiente. Uno de los sueños más grandes viene desde que Héctor García Mesa fundó esta Cinemateca, y es la creación del Museo del Cine. En eso también estamos trabajando y ojalá lo logremos.

Aunque el pasado 6 de febrero se cumplió el aniversario 58 de la fundación de este centro, la fecha va a celebrarse durante todo el año con diferentes actividades, entre las que se incluye la presentación de diversos volúmenes. ¿Cuáles son las principales propuestas que conforman esas novedades editoriales?

Está en fase final de edición por la Editorial Letras Cubanas, un libro que compilamos Mario Naito y yo sobre la encuesta de las mejores películas de los primeros 50 años del ICAIC, que realizó la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica. En este volumen se incluyen textos de los críticos más sobresalientes del país, miembros de la Asociación. También concluimos la investigación para un libro que va a ser muy promisorio para los cinéfilos: Cartelera cinematográfica cubana (1960-2017). Es una obra de referencia muy importante, que reúne información sobre todas las películas que se han estrenado en Cuba durante ese periodo.

Otro título que hemos compilado es Tres clásicos del cine cubano, un año clave: 1968, para ser entregado a Ediciones ICAIC a propósito del cincuentenario de los estrenos de Aventuras de Juan Quinquín, Memorias del subdesarrollo y Lucía. Asimismo, se trabajó intensamente en la revisión final de los tres primeros tomos de Bitácora del cine cubano, un libro que abarca cuatro tomos y que incluye toda la producción desde que llegó el cine a Cuba en 1897 hasta la fecha, y que se va a coeditar con ediciones La Palma, de España.

Henri Langlois aseguró en una ocasión: “Existe el arte y existe el documento, y nuestro deber es conservarlo (…) En definitiva, el único que tiene derecho a juzgar una obra es el tiempo”. Desde su punto de vista, ¿cuáles son los criterios de selección que debería aplicar la Cinemateca para incorporar nuevas obras a sus archivos, sobre todo ante la emergencia de disímiles paradigmas audiovisuales?

Realmente una Cinemateca aspira, como dijo Langlois, a tenerlo todo. Aun la peor película, el documental más insignificante, en un momento determinado puede tener un valor tremendo. Para que tengas una idea, en este momento una de las tendencias más difundidas en el mundo son las películas caseras, es decir, una fiesta de 15 en los años 50, en una casa del Vedado, es tan importante como puede serlo un documental, porque es un retrato de esa época. Esa es una tendencia de la que tendremos que estar pendientes, y quizás más adelante hasta promovamos una convocatoria en nuestro país para intentar recuperar y restaurar películas caseras.

En esa aspiración por conservarlo todo, ¿qué presencia ocupan las llamadas producciones audiovisuales independientes en los fondos de la Cinemateca?

Hasta ahora, como no hay una Ley de Cine, no existe la obligatoriedad de que cada productor deposite una copia en la Cinemateca de Cuba. Entonces, las que tenemos y que no son producción del ICAIC, han sido por gestión propia —en este caso mía como historiador o de algunos investigadores de aquí de la Cinemateca—, salvo muy contados directores que han venido y las han donado.

Confiamos en que la aprobación de una Ley de Cine —algo ya impostergable— establezca no solo la obligatoriedad de depositar una copia, sino toda la información correspondiente. Por ejemplo, en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España, para inscribir una película a los Goya hay que entregar no solo la copia, sino también el tráiler, el guion y toda la información posible. Así queda depositada dentro de la historia del cine español. A eso aspiramos.

¿Qué importancia le atribuye la Cinemateca de Cuba a la formación del público infantil y juvenil, principalmente cuando han cambiado los modos de difusión y consumo audiovisual?

Esa es una de nuestras tareas más arduas porque justamente estamos atravesando un periodo en la historia del cine en que más cine se ve, pero en otras circunstancias, condiciones y formatos, no necesariamente en las salas. Ettore Scola dijo que el cine es una maravillosa forma de estar juntos, y la magia de la sala oscura no la sustituye el mejor equipo casero. Por muy cómodo que uno esté en su casa, por muy sofisticado que sea el equipo, nunca va a ser igual que en un cine debido a las constantes interrupciones que atentan contra la concentración. Eso es algo que a veces desconocen los nuevos públicos y que estamos tratando de promover a través de la Cinemateca infantil y juvenil, que sesiona los fines de semana en el cine 23 y 12.

¿Estas nuevas circunstancias que comentaba también han influido en la relación de los jóvenes realizadores con la Cinemateca?

Ahí vamos a tratar un punto bastante álgido, pues aunque sea realmente increíble, muy pocos cineastas jóvenes asisten a las funciones de la Cinemateca de Cuba, y quiero reiterar que no todo lo que exhibimos está en el Paquete. La cultura cinematográfica, insisto, se adquiere viendo cine, y no únicamente lo último del cine. Esto es algo que a veces ellos olvidan o ignoran. Después los resultados uno los percibe en la pantalla, cuando ve un documental o un corto de ficción realizados por un joven, que constituyen evidencias flagrantes de desconocimiento de la historia del cine. Piensan haberlo inventado todo, y estamos viendo algo que ya existía desde los tiempos de Méliès.

Muchos de los grandes creadores de nuestro país —pintores, escultores, teatristas…— señalan la importancia que tuvo en su formación la Cinemateca; ahora asisten cada vez menos jóvenes y es algo cuestionable. No me canso de decir que la sala oscura es insustituible y eterna. Así que esta es la mayor recomendación que podría hacer: asistir al cine como un rito.

Tomado de: Excelencias.