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Maestría en Lejanía
De cierta manera, este jueves 6 de mayo, propone una tanda fílmica que comenzará con el documental Justo Vega realizado en 1982 por Bernabé Hernández. A continuación, presentará dos títulos donde actúa Verónica Lynn, a quien dedicará su sección “Primer Plano”. El primero de ellos, es el cortometraje de ficción Solteronas en el atardecer, realizado en 1990 por Guillermo Torres y, por último, el largometraje Lejanía, realizado en 1985 por Jesús Díaz, quien descubriera a esta enorme figura de la actuación para el cine, el teatro, la televisión y la radio.
Desde este lugar para el cine cubano de siempre, se iniciará un movimiento —con su cámara imaginaria— para encuadrar a esta prominente actriz próxima a festejar su 90 cumpleaños.
Caridad Verónica Lynn López Martínez nació en San Diego de los Baños, Pinar del Río, el 7 de mayo de 1931.Trasladada a La Habana, se inició como aficionada en 1953 en el programa Escuela de televisión antes de realizar su primera aparición profesional en el espacio El teatro azul.
Su paso por las tablas no puede haber sido más exitoso. Además, disímiles personajes en telenovelas la avalan, como aquel temible de Doña Teresa en Sol de batey, caracterizado con “esa brillantez, riqueza de matices, transiciones y esa voz rotunda que confiere a cada una de sus creaciones”.
Ahora, su debut en el séptimo arte fue cuestión de suerte, pues aunque en un inicio Tomás Gutiérrez Alea le había otorgado a otra actriz el personaje en su controvertida película Una pelea cubana contra los demonios, realizada en 1971, cuando esta no lo aceptó, su asistente le convenció para que se lo asignara a Verónica Lynn.
A juicio de ella, el cineasta no sabía con exactitud lo que quería con esa escena. Y así, en el transcurso de una noche y una madrugada, ella debutó en el cine cubano como la pitonisa a quien acude el regidor y contrabandista Juan Contreras para ante los augurios, operar un desvío en su conducta.
Más de una década después, en 1985, Jesús Díaz la rescata para su ópera prima en el cine de ficción: Lejanía, como la madre que regresa de EE.UU. cargada de maletas colmadas de ropa y pretende ser acogida con cariño por el hijo que abandonó siendo un niño. Aquí, son imaginables los apuros de la intérprete al lado de la inexpresividad por antonomasia de Jorge Trinchet.
Hasta entonces, la brevedad de sus apariciones como la madre alcohólica de Rachel, contratada para aplaudirla en la claque del teatro en La bella del Alhambra, rodada en 1989 por Enrique Pineda Barnet, evoca el principio brechtiano de que “no existen pequeños papeles, sino pequeños actores”.
Por otra parte, en el largometraje colectivo Mujer transparente, Verónica fue una de las cinco mujeres al borde de una elección. Ella es Adriana, solterona de férreos principios impuestos por su educación, quien, ilusionada, se inventa un idilio con un trabajador que realiza una reparación en su casa en el segundo cuento, realizado en 1990 por la entonces principiante Mayra Segura.
Otra ópera prima en la ficción contó con su presencia, el cortometraje Solteronas al atardecer filmado en 1990 por Guillermo Torres, y donde incorporó el rol de otra dama madura que, al aparecer un pequeño durante el acostumbrado paseo con sus dos hermanas por un bosque, ve aflorar lo mejor y lo peor de ellas.
Así, y si bien nuestro cine la confinó en los años de su esplendorosa juventud a otros medios, en su no menos espléndida madurez, la Lynn ha encarnado en la pantalla grande una interesante galería de personajes. Otro de ellos es la abuela autoritaria víctima de un extraño estado de coma al escuchar la inconcebible noticia del premio de su sobrino nada menos que en un concurso de literatura erótica en Las noches de Constantinopla, dirigida por Orlando Rojas en 2001.
Verónica Lynn también integró el reparto de El encanto de la luna llena, laureado cortometraje dirigido en 1995 por el andaluz Benito Zambrano, así como las producciones extranjeras: Historias clandestinas en La Habana, del argentino Diego Musiak, y Estorvo, dirigida en 1998 por Ruy Guerra.
Igualmente, ejercer la docencia como su aporte a la formación de las nuevas generaciones de actores, es otra preocupación constante de esta experimentada actriz, tanto en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) como en la Universidad de las Artes (ISA).
Por otra parte, De cierta manera destinará su “Banda sonora” a Sergio Vitier García-Marruz luego de conmemorarse el quinto aniversario de su desaparición física. Y es que este constituye un nombre de obligada mención cuando se habla de la música compuesta para la cinematografía cubana e internacional.
Guitarrista, compositor y concertista, Sergio Vitier recorrió múltiples variantes artísticas como el ballet, la danza, el teatro, el cine y la televisión, así como diferentes formatos. Nació en La Habana el 18 de enero de 1948 y cursó estudios de guitarra en el Conservatorio Amadeo Roldán y de composición en el ISA.
La realización de música para el séptimo arte fue una de las constantes en su quehacer como compositor de más de 50 partituras para la gran pantalla oscura, no pocas de ellas en su etapa como integrante del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Entre ellas destacan Girón, De cierta manera, El brigadista, La tierra y el cielo, Una mujer, un hombre, una ciudad, Capablanca, La soledad de los dioses, Derecho de asilo y Roble de olor.
Gracias a una alianza entre el Canal Educativo y el ICAIC, De cierta manera llega a usted cada jueves a las 9:00 p.m.