NOTICIA
Misa Mayor sobre la condición humana
“Pocas veces en la literatura se ha dado un texto donde el ser humano aparezca tan complejamente imbricado en las redes de los acontecimientos. Es una Misa Mayor sobre la condición humana, sobre el destino de las ideologías y las pasiones, sobre el ascenso, la decadencia y el reconocimiento de la voluntad de los pueblos”.
Estas palabras pertenecen al cineasta Humberto Solás, y fueron dichas a propósito de la obra cumbre del novelista Alejo Carpentier, El siglo de las luces, la misma que tuvo la osadía y férrea voluntad de llevar al cine en una superproducción multinacional que tuvo su estreno en nuestras salas hace 28 años, en una versión comercial de dos horas que poca justicia le hizo a tan colosal esfuerzo, como demostraría después la miniserie en tres capítulos exhibida por la televisión que permitió apreciar mucho mejor los valores de la adaptación a la pantalla.
Como un encuentro entre titanes de la creación artística podría calificarse esta visita de Solás al universo carpenteriano, ambos empeñados en aprehender en sus respectivas disciplinas una abarcadora cosmovisión de coyunturas claves en el devenir histórico.
El escritor constata la repercusión de un hecho tan trascendental como la Revolución Francesa en el contexto americano. El realizador actualiza su interpretación a la luz de los sismos ideológicos que sacudieron los años 90 del pasado siglo. Ambos se proponen dejar constancia de que el maridaje entre lo real y lo maravilloso que deslumbró a Carpentier en el personaje del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha es piedra angular de la historia, la cultura y la cotidianidad de Nuestra América.
Con El siglo de las luces Humberto Solás dijo adiós a su cine de dimensiones épicas, aquel de Lucía, Cantata de Chile, Cecilia. Lo hizo en grande, a partir de una fuente literaria en la que muy difícilmente otro director del cine cubano se hubiera atrevido a incursionar. Cine de ideas, cine de espectáculo, cine de género en el que nuevamente el realizador se vale del melodrama histórico para escrutar épocas y personajes. Solás nos entrega una obra grandiosa ―siempre en su versión de miniserie―, cuya equiparación artística con la monumental novela que le sirve de inspiración no se debe medir en términos de su “fidelidad” a la literatura, sino en su capacidad de redimensionar cinematográficamente esa “Misa Mayor sobre la condición humana”.