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Nuevo hito del cine cubano
Nunca estuvo en la mente de los realizadores cubanos radicados en Canadá, los hermanos Rodrigo y Sebastián Barriuso, corregir parcialmente la plana de la famosísima teleserie norteamericana Chernobyl, porque Un traductor fue producido mucho antes de que saliera al aire la serie. Sin embargo, con el tiempo, pudiera ser que ambas obras se asocien en la mente de los espectadores, para complementar, desde la perspectiva cubana, la catástrofe ocurrida en la ciudad al norte de Ucrania.
El filme se asocia indirectamente con la catástrofe nuclear, pues más bien intenta describir, con riqueza en los detalles y certero diseño de personajes, el pasado de la Isla en los años noventa, aquel momento en que fueron recibidos, solidariamente, muchísimos niños accidentados en la Unión Soviética. Y la descripción de aquel momento se verifica mediante el punto de vista del protagonista, un profesor universitario de literatura rusa, que es separado de su familia y su trabajo para ser reasignado como traductor entre los médicos cubanos y los niños que reciben tratamiento por haberse expuesto a la radiación.
Entre las cartas de éxito de Un traductor se cuentan la fotografía y la dirección de arte, que contribuyen a definir una atmósfera espiritual muy precisa, así como la presencia del actor brasileño Rodrigo Santoro, quien cuenta con un largo recorrido por el cine latinoamericano y anglosajón, pero que fue retado a convertirse en un intelectual devenido traductor, que emplea parrafadas en ruso (idioma que el actor desconoce).
Pero lo más difícil, y el actor vence el desafío, provino de la necesidad de convertirse en un cubano, en un personaje inspirado en un ser real, de carne y hueso, nada menos que el padre de los hermanos Barriuso, como se revela al final del filme, en uno de los momentos más emotivos, pues se le confiere, con la sola aclaración, un toque de legitimidad de conmovedor impacto.
Exhibido con notable éxito de prensa y público en el pasado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, donde estuvo a punto de ganar el premio de la popularidad, Un traductor fue también nominado al Premio Iberoamericano de Cine Fénix, en la categoría Netflix Ópera Prima, debido a la originalidad, el oficio, la visión de los autores y la propuesta conceptual en su conjunto.
La coproducción cubano-canadiense demuestra una vez más el poder de una parte del cine independiente, y de las coproducciones, cuando respiran autenticidad, exponen la responsabilidad social e intelectual de los autores, y contribuyen a releer e interpretar el pasado, presente y futuro de Cuba. Sin dudas, Un traductor se sitúa, desde ya, entre lo más prominente y esperanzador del cine de la Isla producido en los últimos cinco o diez años.
El filme ha sido visto y premiado en los festivales de Sundance (donde propició comentarios elogiosos de las revistas Variety y Hollywood Reporter), Shanghai (mejor dirección), Panamá (mejor filme de Centroamérica y el Caribe), Guadalajara, San Francisco y muchos otros. Aunque independientemente de los premios, ha sido el público de diversas latitudes y culturas el que le ha regalado el aplauso estruendoso a esta historia sencilla y conmovedora, contada con notable pericia.
(Tomado del periódico Cartelera Cine y Video nro. 166)