Pasiones reprimidas

Pasiones reprimidas

Jue, 06/08/2017

Bebiendo en la obra teatral homónima de Michel Marc Bouchard, el énfant terrible del cine canadiense, Xavier Dolan realizó en 2013 Tom en la granja (Tom á la ferme), en la que vuelve al asunto de la pareja gay y las relaciones con la familia que tanto ha tratado en su cine (Yo maté a mi madre, Laurence anyway). Guillaume, el amante del protagonista, ha muerto y él visita la casa rural donde viven la madre y el hermano del difunto.

Aunque la progenitora es una presencia importante en el cine del realizador, esta vez el conflicto tiene como centro la relación de Tom y su cuñado, un personaje que resume la homofobia que, comme d´habitude, va muy del brazo con la represión y la homosexualidad latentes, y en cuyas manifestaciones más comunes están la violencia y el ejercicio abusivo de poder, cual escudos contra una inconfesada debilidad que incluye carencias de todo tipo.

Tales características conforman el personaje de Francis, quien, por otra parte, ha levantado un falso edificio que pretende enajenar a la madre de la verdadera personalidad del hijo occiso; se hace difícil creer que ella “muerde el anzuelo”, antes bien actúa o simplemente se acomoda a la mentira. La personalidad de Agathe, la madre –autoritaria, algo que patentiza hasta en su vestuario masculino; despectiva y agresiva con el hijo sobreviviente– complementa la flaqueza disfrazada de poderío en Francis, las grietas profundas de su personalidad y redondea el ambiente represor y castrador que debió sufrir Guillaume y ahora envuelve a Tom, víctima acaso voluntaria que sucumbe a los encantos brutales de su ambiguo cuñado, en los que adivina una versión del amante desaparecido.

El ambiente salvaje del entorno (la granja) donde el huésped se enfrenta a prácticas ajenas a su mundo y sensibilidad (ordeñar, ayudar a parir las reses…) implica el espacio semantizado donde esta brutal relación encuentra el marco adecuado para desplegar sus expresiones torcidas y contra natura. Pareciera que el director discursa en torno a una derrota de la diversidad sexual frente a la prepotencia heterosexista (o, por lo menos, heterosocial) metaforizado en el presunto sometimiento de Tom ante Francis, pero el desenlace pone las cosas en su sitio, develando, confirmando verdades que ya se insinuaban, cerrando presuntos cabos sueltos: la liberación, el nuevo camino hacia la libertad mediante esa suerte de fuga-venganza, es suficientemente elocuente.

Tom a la fermees, a mi juicio, una de las más conseguidas y brillantes obras de Xavier Dolan, incluyendo su propia actuación en el rol protagónico. La riqueza y variedad de matices en los personajes, la solidez de un guion que encuentra una acertada puesta en pantalla (con esa fotografía que hace de la sombra y la penumbra un decisivo recurso) y la coherencia con una poética que se ha ido asentando con personalidad en el panorama del cine actual, así lo avalan.