NOTICIA
Perder para encontrar
Pareciera la historia cualquiera de una chica que salió de casa y nunca regresó, pero Chicas perdidas ―película que emitió la noche de este lunes 15 de febrero el telecine Solo la verdad― va más allá.
Y es que dicho filme, estrenado en Netflix el pasado año, no cuestiona la prostitución y sí exige justicia frente a la violencia y, en numerosos casos, las muertes de trabajadoras sexuales.
La historia en cuestión comienza en diciembre de 2010, en una playa de Long Island (EE. UU.), cuando Shannan desaparece y deja varios cabos sueltos. Estos son descubiertos por su propia madre en una desesperada búsqueda y ante la inacción de las autoridades que, incluso, tardan una hora en enviar ayuda tras una llamada de 23 minutos al 911 de la “pequeña diva”, como la llamaban sus seres queridos.
Entonces, comenzamos a preguntarnos si se trata de asesinatos en serie a trabajadoras sexuales o sexoservidoras en este thriller policial que no decae en su afán de disipar la cortina de humo alrededor de estos crímenes, muy manipulados por el Gobierno y la prensa.
Y es que se aprecia en este largometraje, destacado en Sundance 2020, la doble moral de no pocas personas, quienes ni se preocupan por estas mujeres. Eso sin contar a los clientes, quienes las ignoran de día y por las noches las buscan para satisfacer sus más bajos deseos.
Además, y a diferencia de otros filmes como Tres anuncios por un crimen (Martin McDonagh, 2017), en Chicas perdidas se profundiza desde varios puntos de vista en datos, hechos y hasta vivencias personales de las desaparecidas, las cuales provienen de familias disfuncionales y son maltratadas por sus parejas.
Por otra parte, para defender el guion de Michael Werwie, quien se inspiró en el best seller de Robert Kolker: Chicas perdidas: un misterio estadounidense sin resolver, tenemos a la siempre magnífica Amy Ryan, quien se mostró otra vez como una sólida actriz, capaz de encarnar a una madre madura, fuerte e incansable en el empeño de averiguar qué le ocurrió realmente a su hija mayor. Asimismo, las muy jóvenes actrices Thomasin McKenzie y Oona Laurence aparecen como sus hijas menores para brindar vulnerabilidad y más matices a esta historia, en la que también interviene con acierto el experimentado Gabriel Byrne ofreciendo otro punto de vista.
Igualmente, la banda sonora aporta emoción y la fotografía, por momentos, fría, triste y oscura, retrata a la perfección el ambiente áspero y enmarañado donde las víctimas dejaron de existir y sus familias no cesan de buscarlas.
En fin, que Chicas perdidas volvió a llamar la atención de todos frente a un negocio que crece y crece dentro de la sociedad estadounidense, cada vez más desigual, machista y apática.