NOTICIA
Reseña de La muerte de un burócrata publicada en el diario El Mundo
Tomás Gutiérrez Alea cuenta en su haber con la primera comedia satírica de rango realizada por el cine cubano, aquella memorable Las doce sillas. Ahora, en La muerte de un burócrata vuelve a demostrar su aptitud para la comedla y su sentido cinematográfico al lograr una obra redondeada, con un neto perfil cómico de principio a fin, sostenido con un fino sentido de la medida, de las proporciones y humor ácido y riente, presente en cada pie do celuloide.
La muerte de un burócrata es en lo que se ha dado en llamar humor negro y que en esta ocasión tiene, a nuestro juicio muy justa aplicación, puesto que se ríe anchamente en torno a la muerte y el cementerio y todas sus implicaciones.
Motor de la acción de La muerte de un burócrata es la exhumación ilegal de un cadáver, que se traduce en toda una serie de enredos con muy subido índice cómico. El filme es rico en situaciones con hilarante comicidad, enriquecidas por un diálogo ágil surcado de frases oportunas, de dichos con un alto coeficiente satírico y de risa que es factor esencial en el logro del clima cómico mantenido sin caídas.
La interpretación es factor principal en el logro del clima cómico de La muerte de un burócrata, hasta el punto de ser lícito afirmar que no hay figura que no esté interpretada con radical propiedad ya se trate de los personajes principales o de los secundarios y los comparsas. De estos últimos se ha de señalar la labor de Pedro Pablo Astorga y la de la joven secretaria del burócrata.
Salvador Wood, en el sobrino del difunto, lleva el peso de la obra, pues se puede decir que son muy contados los momentos en que no aparece en la pantalla. Y en esa continua presencia no hay un instante desvaído o falto de sentido. Siempre tañe la nota demandada, con propiedad absoluta en un aprovechamiento cabal de su agudísima vis cómica.
Silvia Planas, en la viuda del difunto, no queda detrás, siempre en papel para darle a cada momento el acento requerido. Manuel Estanillo rinde una jornada de calidad en el Burócrata, por la actitud, el gesto y la expresión oral. Esa personificación es de lo mejor que le recordamos al veterano actor. Bien en todo momento Gaspar Santelices.
La pelea en el cementerio tiene, a nuestro juicio, excesiva duración y resulta reiterativa. Los dos breves pasajes con el sueño del protagonista son muy acertados y están realizados con habilidad.
La muerte de un burócrata, evidencia un grado más alto en el desarrollo de nuestro cine y el premio que se le ha otorgado en Karlovy Vary es justo reconocimiento de ello.
Tomado de: El Mundo, julio de 1966 (en archivo de la Cinemateca de Cuba).