NOTICIA
“Rita y los Rolling Stones”
“Una noche con los Rolling Stones” fue estrenada el 24 de marzo en el Cine Chaplin, en el contexto de las celebraciones por el 65 aniversario del ICAIC.
“Finalmente, los tiempos están cambiando”. Esta frase dicha por Mick Jagger al final de la película resume a la Cuba del 2016 en que se ambienta, una época donde lo imposible tomaba forma con la apertura del país al mundo, la filmación de Rápidos y Furiosos, la visita del presidente de Estados Unidos y, por supuesto, el primer concierto de los Rolling Stones en Cuba. Pero también la frase resuena con el conflicto que envuelve a la protagonista.
El filme se centra en la historia de Rita, atrapada entre su hijo, un adolescente rebelde ansioso por abandonar el país, su madre, una anciana que enfrenta la perspectiva de la muerte, y un amante mujeriego, se enfrenta a crisis familiares y románticas en los días previos al concierto de los Rolling. Lola Amores, en un papel merecedor del premio a mejor actriz en el Havana Film Festival de Nueva York, es la encargada de darle vida a la protagonista, sobre la que recae casi todo el peso de la película.
Mick Jagger, quien, a sus 80 años, sigue rockeando el escenario como vocalista de la banda británica, contrasta por su carisma y sensualidad transgresora con la identidad de Rita, mujer retraída y apacible que se encuentra en la crisis de la mediana edad. Esta dicotomía resulta en uno de los elementos atractivos incluso presentes en el título de “Una noche con los Rolling Stones”.
Patricia Ramos, directora del filme, mantiene en todas sus obras una coherencia temática que continúa en este largometraje. Sobre todo, destaca por presentar siempre el punto de vista femenino. Un ejemplo de ello es su anterior producción “El techo” que junto a “Una noche con los Rolling Stones”, la convierten en la primera cubana en dirigir dos largometrajes.
La narración visual, predominante en las escenas de fiestas o los paseos que ella realiza a través la ciudad, como intermedio entre otros momentos dominados por el diálogo y el desarrollo de los personajes, decide poner el foco en Rita y su mundo interior. Ello se logra por medio de planos cerrados o enfoques la aíslan y empequeñecen respecto a su entorno, mientras que la fotografía transforma a un lugar común como el malecón en un punto de escape y reflexión, donde el tiempo se detiene para los personajes.
Son estos momentos los que propician el tono introspectivo y reposado de la película, el cual balancea constantemente las situaciones de comedia y drama, sin exagerar ninguno de estos rasgos.
Los personajes tienen un valor simbólico al representar a miembros verosímiles de la sociedad cubana. Son interesantes, por ejemplo, su amiga Cleo, interpretada por Maité Galbán, quien aporta otro aspecto de la feminidad más abierto, pero cargado de inseguridades y miedo a la vejez; y su madre, representada por Doris Gutiérrez, quien es una señora mayor que a diferencia del resto de los personajes acepta su destino y los cambios de la vida con tranquilidad.
Muchas de las voces ajenas llegan y se marchan con facilidad de la vida de Rita. A ello colabora su nuevo trabajo como vendedora de casas. En él, observa otras realidades y situaciones relacionadas a la vejez y la emigración, ambos temas principales que dialogan indirectamente con sus conflictos y dudas a lo largo de la película.
Todo el relato es llevado por esta dialéctica entre el descubrimiento y el abandono, planteándolos como algo necesario de aceptar para el avance de la vida. Sin embargo, la repetitividad de muchas situaciones, sobre todo en la segunda mitad del largometraje, pueden llegar a entorpecer la experiencia del espectador.
A lo largo de la historia, hasta el desenlace se reitera el mensaje que acompaña al filme, uno que, si bien es femenino, no es una historia de liberación feminista. Es más bien un retrato de la inmovilidad característica en la vida de miles de cubanas y del intento por crecer ante las perdidas inevitables del tiempo.