Tensión en el Escambray

Vie, 06/22/2018

Un campesino trata de escapar de los bandidos que le persiguen. Debe cruzar un puente construido con un tronco de palma. A mitad del trayecto comprueba que en la orilla opuesta le espera otro grupo de bandidos. Sin posibilidades de defensa, su cuerpo cae atravesado por los proyectiles…

Esta es una de las tantas escenas de acción que se suceden en el largometraje El hombre de Maisinicú, realizado por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, en coordinación con el Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas Revolucionarias y que comenzará a exhibirse en nuestras pantallas a partir próximo día 7.

El filme se refiere a un hecho real ocurrido durante la lucha de las fuerzas revolucionarias contra los bandidos que operaban en el Escambray y está cargado de una buena dosis de suspense. Está concebido de forma tal que solo los acontecimientos finales permitan al espectador descubrir la verdadera historia, y es la primera película cubana sobre un trabajo de nuestro servicio de contrainteligencia.

Manuel Pérez, quien hasta entonces había dedicado su producción cinematográfica a la realización de documentales, logra con esta obra su primer largometraje. Él explica cómo se resolvió la situación para que los abundantes componentes de violencia no opacaran los valores políticos de la película y esta se convirtiera en un simple filme de aventuras: “Este era un problema a analizar, —dice— era una contradicción a resolver que fue solucionándose sobre la marcha, sin renunciar a ninguno de los dos elementos”.

“Al preparar el guion —continúa—, sentíamos ante nosotros una doble posibilidad. Podíamos hacer un filme lineal mediante el cual el espectador conociera desde el inicio toda la verdad de la historia; pero podíamos también lograr una película de suspense cuyo final revelara esa verdad, de modo que obligáramos al público a reinterpretar la película”.

"Pensamos, sin embargo, y esto lo dirán el público y la crítica, que no hicimos únicamente un filme de suspense y que el heroísmo de los revolucionarios dará la verdadera dimensión de la película".

En el largometraje —cuya filmación se extendió durante aproximadamente tres meses—, trabaja como protagonista principal Sergio Corrieri, quien desde hace varios años dirige el Grupo Teatro Escambray. También actúan Reynaldo Miravalles, Adolfo Llauradó y Raúl Pomares. La música es de Silvio Rodríguez y Leo Brouwer, interpretada por el grupo de experimentación sonora del ICAIC. La fotografía está a cargo de Jorge Herrera.

Con una duración de dos horas, este filme revela una atmósfera de violencia intensa y permite conocer una de las acciones más audaces en la lucha por la erradicación del bandidismo en el Escambray.

Santiago Llapur, el productor, relata las incidencias y dificultades que conllevó la realización, tanto en la búsqueda de sitios cuyo ambiente debía ajustarse lo más posible a la realidad histórica, en la preparación de construcciones escenográficas, como en la selección del personal que intervendría, y que en su mayoría fueron escogidos entre los reservistas de la zona, participantes en la lucha contra bandidos.

Entre las muchas anécdotas que cuenta sobre la filmación, narra algunas de cierto carácter cómico. Una de ellas se refiere a una escena en que varios bandidos entran en un bohío y sacan de él a un viejo, práctico de las milicias, lo abofetean y lo dejan en el suelo mientras continúan cometiendo otros desmanes.

Los realizadores del largometraje hablan con un viejito que había sido práctico de las milicias. Este accedió. Le explicaron entonces que debía permanecer en la vivienda hasta que un grupo de “bandidos” lo sacara, y que debía hacer resistencia.

Como no había machetes de utilería —de cartón o madera—, hubo que darle uno real. Las cámaras fueron situadas fuera del bohío y comenzó a rodar la cinta. Del interior de la vivienda salían exclamaciones, gritos y malas palabras, pero los personajes que debían salir, no lo hacían. La gritería aumentó y se determinó detener el rodaje. Cuando los realizadores entraron, vieron al viejito embravecido que sostenía en alto el machete y tenía al grupo de "bandidos” contra la pared. Fue preciso explicarle que no tomara la cosa tan en serio y se dejara sacar.

Después, el hombre que debía abofetear exageró un poco y el viejito cayó al piso con un hilo de sangre brotándole de la nariz. La filmación siguió y el viejito continuaba inmóvil en la tierra. Parecía muerto. Se dio la orden de cortar y todos se abalanzaron asustados hasta donde yacía el viejito. Fue entonces que este se levantó sacudiéndose el polvo y preguntando si la escena había quedado bien.

El espectador se dará cuenta inmediatamente de un anacronismo. Nos referimos al ejemplo de modernos fusiles AKA, los que realmente no fueron usados en la lucha contra bandidos en el Escambray; pero su utilización en la cinta tiene justificación, ya que las antiguas armas accionaban dificultosamente con los proyectiles de salva. Esto precisó el empleo de los AKA.

No obstante, como bien afirma Manuel Pérez, la calificación final la dará el público. El público y la crítica determinarán también si esta película abre un nuevo camino en la exposición artística de nuestras páginas de heroísmo.

Tomado de Juventud Rebelde. Junio 1973. Versión de una entrevista realizada por la revista Moncada.