La sal de la tierra

Testigo implacable de la condición humana

Vie, 12/18/2020

La sal de la Tierra (Salt of the Earth) es el título de una película estadounidense realizada en 1954 por Herbert J. Biberman, que hoy se considera uno de los clásicos del cine independiente norteamericano. Inspirada en hechos reales, trata sobre una huelga de mineros mexicano-norteamericanos que luchan por reinvindicaciones laborales, episodio de lucha de clases que al mismo tiempo incorpora la determinación de sus esposas por asumir un rol activo y emancipador en este enfrentamiento. 

Estos sucesos hubieran sin duda atraído la atención del famoso fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, personaje protagónico de un documental que, con el mismo título, se exhibe ahora en la Sala Santiago Álvarez del Multicine Infanta. La sal de la Tierra (The Salt of the Earth, 2014), es una coproducción de Francia, Brasil e Italia que fue dirigida por el reconocido cineasta alemán Wim Wenders junto con el hijo de Sebastião, y también fotógrafo, Juliano Ribeiro Salgado.

El documental sigue la trayectoria existencial y profesional de quien es algo así como el Niemeyer de la fotografía testimonial a nivel mundial, un artista del lente que durante más de cuarenta años ha dejado constancia gráfica de conflictos internacionales, éxodos, hambrunas y desastres sociopolíticos de la más diversa índole en candentes puntos del planeta, que van desde su natal Brasil hasta Yugoslavia, desde África hasta el Oriente Medio.

Narrado indistintamente por Sebastião, su hijo o el propio Wenders, La sal de la Tierra es un impactante álbum, tanto por el contenido de sus instantáneas como por su tratamiento artístico, de fotos que asaltan nuestra vista con una carga dramática que nos estremece. En el centro de todas ellas está el ser humano, casi siempre expuesto a condiciones extremas de miseria, desolación, exclusión, víctima de cataclismos políticos, cuya brutalidad e irracionalidad llevan al mismo Sebastião a la desesperación:

“No creía en nada. No creía en la salvación de la especie humana. No podíamos sobrevivir a tal cosa. No merecíamos vivir más. ¿Cuántas veces tiré al suelo la cámara para llorar por lo que veía?”, dice el fotógrafo frente a cámara.

Sin regodeos, pero sin concesiones, Wenders comparte con el artista su horror y su denuncia, en una suerte de reflexión del arte de la imagen en movimiento sobre el arte de la imagen estática, aunque esta parece por momentos cobrar vida propia, no por efecto de artilugios técnicos, sino a partir de la fuerza expresiva que emana de ella.

El documental describe un arco dramatúrgico en el que, cuando todos, realizadores, personajes y espectadores, sentimos que tocamos fondo en esa inmersión en el corazón de las tinieblas, irrumpe una luz de esperanza con la misión redentora que el protagonista emprende con sus proyectos ambientalistas de su libro de filiación ecologista Génesis y el Instituto Terra. De las imágenes dantescas de masacres, guerras y desplazamientos forzados, Sebastião Salgado redimensiona su arte en la exaltación del esplendor de la naturaleza, de la flora y la fauna, de la recuperación de ecosistemas, lo que otorga al filme, seis años después de su realización, una sorprendente vigencia a la luz de los recientes desastres medioambientales que han ocurrido en una Amazonia devastada por las llamas ante la indolencia y pasividad de las autoridades gubernamentales.

La sal de la Tierra deviene así un vibrante alegato contra la barbarie y por la civilización, contra la muerte y por la vida, contra la anticultura del odio y por la cultura del humanismo. Un mensaje que ha calado hondo en cineastas y espectadores, que le han otorgado, entre otros reconocimientos, el premio especial de la sección Un Certain Regard, del Festival de Cannes, el premio del público en San Sebastián y el César del cine francés al mejor documental. En cuanto a la filmografía de Wim Wenders (El estado de las cosas, París, Texas, El cielo sobre Berlín), La sal de la Tierra completa una suerte de trilogía documental que el realizador ha dedicado a figuras del mundo artístico, y que completan Pina (2011), sobre la bailarina y coreógrafa alemana de danza contemporánea Pina Bausch, y el muy exitoso Buena Vista Social Club (1999), que relanzó a los primeros planos de la actualidad musical internacional a relevantes intérpretes de la música cubana.

(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 181)