NOTICIA
Tras el duelo existencial de nuestras pasiones
Tan cerca, tan lejos (Cedric Klapisch) es una película francesa de pérdidas, culpas y sanación. Pero, sobre todo, y es muy llamativo, de dependencia amorosa.
La cinta, construida en torno a la búsqueda del amor y al alejamiento de la soledad, estado que propicia en sus protagonistas inseguridades, tristeza y depresión, se construye alrededor de dos jóvenes de sexo opuesto que viven sus propias problemáticas existenciales, coinciden en infinidad de oportunidades, pero sin percatarse de una posible conexión.
Y es que mejor título no describiría la situación de ambos, en la que postergar ese anhelado encuentro, esperado solo por los espectadores, claro, dialoga sobre una coherencia narrativa y psicológica que establece la reparación individual como el punto de arrancada hacia la reintegración social y el encuentro de un estado de felicidad.
Vamos, que para ser más exactos, solo en los últimos minutos del largo es que Remy (François Civil) y Melanie (Ana Girardot) se miran, se tocan y dan idea de una posible afinidad. Ya a esa altura hemos aprendido de las frustraciones de estos personajes, quienes, desde la distancia emocional, juegan constantemente a no verse.
En un inicio hablaba de la dependencia amorosa, esa que funciona en la trama como el objeto de deseo dentro de la estabilidad emocional; a partir de ahí, las incomprensiones y los dolores del pasado impiden el progreso, solo a través de la ayuda psicológica es que los personajes comprenderán la necesidad de aceptar el presente.
Remy y Melanie estaban destinados a encontrase, solo que antes de ello el realizador prefirió desnudarlos y mostrar, como en la vida misma, la realidad de los encuentros: algunos ocurren casualmente y de una manera inesperada, tras el duelo existencial ocasionado por nuestras propias pasiones.