Tres días y una vida

Un acto desconsiderado

Lun, 08/23/2021

Calificar de policiaco al thriller francés Tres días y una vida (Nicolas Boukhrief, 2019) ―exhibido recientemente en La séptima puerta― pudiera ser en primera instancia inexacto. Lo que vemos suceder entre tres menores (dos niños y una niña), sobre todo los varones, y cómo para uno no de ellos (Antoine) deja de ser un misterio, sino uno duro lastre moral, niega en principio las reglas de un género conocido. No obstante, la inserción primera de la violencia (se atropella a un perro y se le dispara para que acabe de morir), el recelo por la chica que prefiere a otro y en consecuencia el malestar interior que le provoca al protagonista preparan el argumento para una historia inteligente y estremecedora, muy bien narrada. Aun cuando el espectador se entere desde el inicio de qué y cómo pasó una terrible tragedia en una comunidad francesa (Olloy) de 1999, deseará saber por el destino de sus personajes. 

En apariencia, solo el espectador y el protagonista sabrán lo que en realidad le sucedió al niño Rémi. De manera que el transcurrir de las investigaciones en un clima de misterio e incertidumbre generalizados recae desde la visión del chico de doce años Antoine. Los primeros planos reiterados de su rostro reflejan un supuesto sosiego que, en rigor, es un estado de shock frío, pero estado de shock al fin y al cabo que parece (y es) un espanto bajo control de un ser calculador en formación, quien necesariamente no es malévolo. Pero, cuando a la culpa se une la resolución por manejar los acontecimientos en favor de uno, se pone en entredicho la candidez de la primera edad. 

Antoine (Jeremy Senez) ha visto cómo de un instante a otro el perro de su amigo de seis años Rémi puede morir con facilidad e incluso puede ser colocado en una bolsa para aminorar además el disparo que se le dio. Esconder de esa forma al can arrollado y ubicarlo junto a la basura casi cual borrón y cuenta nueva no se le escapa a un atónito Antoine. La policía y el pueblo en general sobrevaloran la inocencia infantil. En un momento de reunión en la plaza cuando se amontonan en torno a la policía, el jefe de la operación plantea que todos irán a buscar a Rémi, menos los niños. Es interesante al respecto cómo el cineasta se ha encargado en esta primera etapa de la trama de presentar una comarca apacible y donde varias generaciones de menores de edad confraternizan en paz. Aquí no se ve ni acoso escolar ni violencia doméstica.

Proviene de la ironía trágica que el espectador esté consciente de los hechos que, después de todo, le podrán pasar la cuenta al personaje principal. Pero aquí Antoine está tan consciente de cuanto le hizo al amigo menor. Se tiene que desestimar que su exceso emocional y físico venga a desestabilizarlo. El guion tiene que colocarlo en otro aprieto que no sea facilista ni predecible. De ahí el salto temporal al año 2014, cuando ya Antoine es médico y regresa a visitar a su madre. Con anterioridad, para cubrir por un tiempo lo sucedido, una inesperada tormenta azota al pueblo. Entonces la ausencia de Rémi y el desconocimiento de su paradero, el no saber si está vivo o muerto pierde importancia, pasa a un segundo plano, porque el evento meteorológico casi que devastó el lugar, dejando algunos muertos. Luego, 15 años pasan.

La película de Boukhrief, coproducida entre Francia y Bélgica, es la colaboración afortunada entre el cineasta y escritor Pierre Lemaitre, quienes han entretejido un drama policiaco, qué duda cabe ya, en el que los temores de más de un personaje ceden al silencio y la complicidad. No obstante estas decisiones firmes aunque frágiles, la culpa seguirá fastidiando con razón: hay acciones que marcan para toda la vida.