NOTICIA
“Un editor de cine básicamente intuitivo” (Parte I)
Cubacine se complace en publicar, en dos partes, esta entrevista con el editor Nelson Rodríguez, publicada en el sitio del programa Ibermedia.
Nelson Rodríguez es el editor de Memorias del subdesarrollo de Tomás (Titón) Gutiérrez Alea; de Lucía y Cecilia de Humberto Solás, y de La primera carga al machete de Manuel Octavio Gómez, tres películas consideradas clásicos de todos los tiempos del cine cubano. También de La tierra prometida y La viuda de Montiel del chileno Miguel Littín; de Tiempo de morir del colombiano Jorge Alí Triana con guion de Gabriel García Márquez, y de Danzón de la mejicana María Novaro. Y así podríamos seguir. Capaz de entregar el primer corte de un largometraje en cinco días y de sorprender al mismísimo director con el resultado, Nelson Rodríguez Zurbarán es un auténtico maestro de su oficio, el de “armar el muñeco” y dar sentido a los fragmentos que el realizador a menudo tiene como un caos en la cabeza. Ganador de numerosos premios incluido el Nacional de Cine de Cuba, Rodríguez ha pasado a formar parte de la colección permanente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de EE.UU. dentro de su programa de Historia Visual, todo un homenaje de Hollywood al arte del cine cubano que él representa. También fue invitado junto a la actriz Daisy Granados al estreno de la copia restaurada de Memorias del subdesarrollo —con introducción de Martin Scorsese— en el Getty Research Institute de Los Ángeles, y acaba de recibir emocionado la noticia del estreno en el Festival de Cannes de la copia también restaurada de Lucía, de Humberto Solás, editada y coguionizada por él. En el tráfago de estos días trepidantes, conversamos con él.
Permítame empezar por lo más reciente: la invitación de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood a formar parte de su colección permanente y la del Getty Research Institute de Los Ángeles al estreno de la copia restaurada de Memorias del subdesarrollo al que asistió junto con su compatriota la actriz Daisy Granados. ¿Sería tan amable de contarme los detalles?
Debo comenzar hablando de una persona amiga nombrando a Luciano Castillo, escritor y crítico cinematográfico con el cual redacté un libro autobiográfico mío que fue publicado en el 2010 con el título de El cine y la vida. Luciano me había hecho una entrevista para la revista Cine Cubano que se prolongó primero durante varias horas y después durante varios días, y ese material tuvo que ser sintetizado al máximo para ocupar el espacio otorgado por la revista. Luciano me dijo: “Nelson, con todo este material podemos hacer un libro”, y así fue. Luciano es actualmente el director de la Cinemateca de Cuba y está realizando una labor encomiable para la salvación y restauración del cine cubano que pudiera perderse, entre ellos títulos clásicos de nuestro cine como son las películas de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y Humberto Solas, entre otros.
La primera de ellas, restaurada entre Bologna, Italia, y la labor de Martin Scorsese en Estados Unidos, ha sido justamente Memorias del subdesarrollo (1968), cinta clásica por excelencia de Titón en la cual realicé la labor de editor y en la que Daisy Granados fue la protagonista femenina del filme. A través de Luciano tuve noticias de las actividades de Los Ángeles, la presentación de Memorias del subdesarrollo en su copia restaurada en la sala del Getty Research Institute y la invitación por la Academia de las Artes y Ciencias de Hollywood a formar parte de su colección permanente en el programa de Historia Oral y Visual de esta. Como bien dices, todo un homenaje de Hollywood a la cinematografía cubana por primera vez representada por la actriz Daisy Granados y yo.
La presentación de la película fue todo un éxito, a teatro lleno, y nos presentaron a Daisy y a mí en un aplauso cerrado. Después de la proyección de la excelente copia restaurada tuvimos una charla con el público presente a través de preguntas que nos hizo una funcionaria del Getty sobre nuestra vida y obra, puntualizando nuestra labor en el filme en cuestión.
Al día siguiente me tocó desde temprano en la mañana ir a la instalación nombrada como la famosa actriz del cine mudo norteamericano Mary Pickford, preciosa instalación donde hay un museo, un archivo y un estudio de grabación, y donde por espacio de más de seis horas estuve contando mi vida desde que nací en Cienfuegos, Cuba: mi niñez, mis primeras experiencias en la vida, como conocí el cine, mi primera juventud y como logré convertirme en un profesional de la industria. Todo con un atención esmerada y amable de todos los técnicos que colaboraron en la grabación oral y visual de la entrevista.
Me sentí muy bien, rodeado de personas amables que me hicieron la velada muy agradable. Fueron horas hablando de cine, arte y cultura solamente, algo maravilloso. Al día siguiente le tocó a Daisy su entrevista, le deseé suerte y ese mismo día en la mañana regresé a New York. (Por supuesto, todos los gastos de viajes, hoteles y transporte fueron cubiertos por el Getty y la Academia).
Ahora sí, vayamos a sus inicios. La leyenda que circula alrededor de usted como el gran editor del cine cubano y latinoamericano dice que, aunque no estudió cine sino lo que en América Latina llaman administración de empresas y en España empresariales, en su primera entrevista de trabajo en el naciente ICAIC dijo: “Quiero ser director de cine”.
Bueno, realmente yo estaba estudiando Ciencias Comerciales cuando comencé a trabajar en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), pero dejé esa carrera que llevó a que me pusieran de productor, cosa que no me gustó nada. Pocos años después comencé en la Universidad de La Habana en el curso para trabajadores (de noche) la Licenciatura en Historia del Arte, que fue la carrera con la que me gradué. Pero desde inicios de la década de los 50 estuve vinculado al mundo del cine. En 1955, con sólo 16 años, gané una beca para estudiar en la Universidad un curso de verano sobre Historia del Cine con el ilustre profesor y crítico cinematográfico José Manuel Valdés Rodríguez, que me llevó a ser uno de los fundadores del Cineclub Visión el la barriada de Santos Suárez, reparto donde vivía en aquel tiempo. Esto me llevó a que cuando en 1960, recién fundado el ICAIC, me dieron una cita allí (como a casi todos los participantes de los cineclubs habaneros) y me preguntaron qué quería ser, dije que director de cine. Esa persona fue nada menos que Santiago Álvarez, que fuera el director del Noticiero Semanal Latinoamericano que se exhibía en los cines de estreno todas las semanas por espacio de más de 30 años, además de haber dirigido excelentes documentales a lo largo de su carrera. Él me pregunto qué estaba estudiando, y cuando le dije que Ciencias Comerciales, me propuso el trabajo de productor. Estuve en esas labores un par de años y realmente, aunque no me gustaba, me destaqué y me propusieron un aumento de salario y todo, cosa que rechacé por una razón muy particular que no es el momento de contar.
Al notar mi presencia, Mario González me invitó a pasar y me dijo: “Estoy editando una película y acá poco a poco le doy forma. ¿Te gusta esto que hago?” […] Me quedé en una pieza, me resultó una escena como de la vida real.
¿En qué momento empezó su pasión por el cine? ¿Fue precoz, cuando era niño, o más bien en su etapa de participante habitual de cineclubes?
Mi primera experiencia cinematográfica fue fatal y por supuesto no consciente. Tenía unos cuatro o cinco años y me llevaron al cine a una tanda infantil; era Dumbo, el filme animado de Walt Disney, nunca lo he olvidado. De pronto había un fuego en el bosque y los animales corrían asustados, entre ellos los elefantes, y había un plano en que se les veía correr hacia la pantalla y yo me asusté y empecé a llorar, y por supuesto me sacaron del cine. Pero ya a los ocho o nueve años me encantaba ir a ver las películas de aventuras de Tyrone Power y Errol Flynn, las aventuras del perro Lassie y las fantasías orientales en technicolor de María Montez.
¿Es cierto que su primer contacto con el lenguaje cinematográfico se lo debe a los directores del Neorrealismo italiano?
Sí, para mí todo cambió a finales de la década de los 40. De pronto me encontré con películas que trataban sobre el ser humano y sus problemas: Umberto D.; Alemania, año cero; Roma a las 11, y descubrí el llamado Neorrealismo italiano. Mi pasión por el cine tomó otro rumbo. De ahí surge mi participación en el concurso del curso de verano sobre cine del profesor Valdés Rodríguez en la Universidad y mi participación en los cineclubs. Conocer a Vittorio De Sica, Roberto Rossellini, Luchino Visconti (mi favorito) y Federico Fellini transformó mi manera de ver el cine como un arte que conllevaba los problemas existenciales del ser humano. Y bueno, las películas de puro entretenimiento bien realizadas que me dieron un sentido de cómo se manipulaba la imagen cinematográfica y lograban un sentido del ritmo acorde a las situaciones y las temáticas…, ese fue el inicio para luego ser un editor de cine básicamente intuitivo.
La semana próxima publicaremos la segunda parte de la entrevista.
Tomado de Ibermedia.