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Unas mujercitas que se le escaparon al Óscar
Los premios Óscar generan cada año una suerte de aquelarre, tanto dentro del círculo de la crítica especializada, como desde la opinión de cinéfilos y público curioso en general. Uno de los filmes que generó no pocos titulares durante los últimos meses fue el de la nueva adaptación cinematográfica de uno de los grandes clásicos de la literatura universal: Mujercitas (Little Women, 2019).
Con un reparto estelar encabezado por Saoirse Ronan, Timothée Chalamet, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen, y prestigiado por las veteranas Laura Dern y Meryl Streep, el filme resultó nominado en seis de las categorías de los Óscar. Aunque solo obtuvo la estatuilla en el apartado de mejor vestuario, ha comenzado su recorrido internacional con una para nada despreciable lista de premios: Globos de Oro, premios BAFTA, Círculo de Críticos de Nueva York, American Film Institute, Critics Choice Awards.
Con Mujercitas, su directora Greta Gerwig retoma aquel drama romántico acerca de cuatro hermanas que experimentan el tránsito de la adolescencia a la adultez, en medio de una Norteamérica del siglo XIX que sufre lejanamente su Guerra Civil. Lo que una parte de la crítica no ha comprendido es que Mujercitas no (solo) es la versión fílmica de la novela escrita por Louisa May Alcott en 1868. Se le reprocha una escasa (o nula) actualización de la historia (como intentaran sus seis anteriores versiones), sin advertir el verdadero sentido recontextualizador del filme.
Su directora realiza una suerte de actualización de la novela basándose más en el concepto que en la propia forma. Aunque algunos consideren que ello le hace perder su “encanto original”, la propuesta conceptual resulta valiosa en tanto pone al descubierto el hecho de que muchas de las preocupaciones de la autora continúan teniendo vigencia en la actualidad, 150 años después.
Gerwig emplea la fiel recreación epocal (desde el propio guion, el diseño de arte y de vestuario) como una herramienta que trasciende sus fronteras estético-artísticas. A través de ella logra un cierto distanciamiento brechtiano, puesto que, inexplicablemente, somos capaces de identificarnos con personajes y conflictos de una época lejana, como si asistiéramos a un espectáculo audiovisual contemporáneo. A través de este extrañamiento generado en el espectador, se potencian lecturas múltiples sobre los efectos del sistema patriarcal en nuestra sociedad emancipada y moderna, que aparentemente ha trascendido conflictos y tabúes de antaño.
Otro elemento puesto en función de tales fines es la estructura narrativa. En lugar de narrar cronológicamente (como lo hicieran el libro y las restantes versiones cinematográficas), Gerwig subvierte el andamiaje estructural en función de una lectura ideológica. El mensaje es evidente: no (solo) se trata de mostrarnos la evolución de estas jóvenes y sus sueños a lo largo de sus vidas. El inicio resulta lapidario (Jo vendiendo sus relatos a un periódico de Nueva York), pues marcará la tesis emancipatoria de la directora, al continuar la retrospectiva sobre la vida de esta mujer que en la primera secuencia vemos dando el paso inicial hacia su desarrollo profesional e independencia económica.
Más que nunca se evidencia que Jo, la protagonista, se convertirá en el alter ego de su escritora, esa mujer valiente, quien en medio de una época y una sociedad conservadoras fue capaz de renunciar al matrimonio como convención, cumplir su sueño de ser escritora, así como de adquirir fama e independencia económica a través de su profesión.
Mujercitas es un filme que rescata la idea iniciática y actualiza el discurso feminista, no solo de la obra literaria que le da origen, sino de toda la vida y la obra de Louisa May Alcott, que se han convertido en referentes sociales hasta nuestros días.
(Tomado del periódico Cartelera Cine y Video, nro. 173)