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Vladimir Cruz: ¡Solo espero poder lograrlo antes de que se nos hunda Kiribati!
En una Cuba donde el cine es actualmente el vehículo de expresión de muchos realizadores, se abren camino otros, con tal de mantener la vocación de interactuar con la realidad. El actor cubano Vladimir Cruz conoce hace tiempo al público y en la edición 39 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano trajo consigo a Kiribati, el guion de un filme que supone ser de analogías y comparaciones.
¿Por qué escoger a este país?
Escogí Kiribati como trasfondo de la historia -que realmente se desarrolla en Cuba- porque será el primer país reconocido oficialmente por Naciones Unidas, en desaparecer por la subida del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global y el cambio climático. Es una tragedia que está ocurriendo delante de las narices de todo el mundo y nadie parece tener conciencia de su gravedad. La población de Kiribati se verá abocada, en un plazo no mayor de cuarenta años, a un exilio forzado, porque ellos quieren permanecer en su país, pero en un breve plazo de tiempo estará bajo el mar. La comparación con Cuba, donde hay mucha gente que tiene un conflicto contrario -tener un país, pero no querer vivir en él- es el punto de partida de la película.
Contrastar a dos países que se encuentran en lugares tan apartados y distantes podría parecer una locura pero Kiribati, más allá de eso prefirió optar por compararlos temporalmente. ¿A qué se debe esa línea que escogió para enmarcar el desarrollo del filme (los días de la visita de Obama)?
En realidad la historia no ocurre durante la visita de Obama, sino en un momento previo a ella. Sucede en diciembre de 2010 durante los cinco días que duró la visita del Presidente de la República de Kiribati a Cuba. El Presidente de Kiribati venía regresando de la cumbre sobre cambio climático celebrada en Cancún, donde tampoco logró que sus reclamos para salvar su país fueran escuchados. En ese momento llevaba dos años recorriendo el mundo en todos los foros internacionales con los mismos decepcionantes resultados. El que tuvo la curiosidad suficiente para preguntarse qué hacía el presidente de Kiribati en Cuba descubrió que desde hace años existen fuertes vínculos entre los dos países, situados en las antípodas del mundo (Kiribati forma parte de la Micronesia, en el centro del Océano Pacifico). Vínculos que incluyen la presencia de médicos cubanos en Kiribati y de estudiantes de ese país en universidades cubanas, y esta circunstancia propicia el desarrollo de la trama de la película.
¿Qué temáticas dentro de la historia general no le gustaría que pasen por alto?
Si tengo que hablar de temas en la película diría que trata sobre la identidad y la pertenencia. Es en primer lugar una historia de amor padre-hijo, pero en última instancia una reflexión sobre por qué necesitamos tener un lugar en el mundo al que considerar como propio, por qué el ser humano siente que pertenece a un lugar (cultural, más allá de “la tierra y la hierba que pisan nuestras plantas”) Puede que haya quien no lo sienta así, porque la intención es plantear la pregunta más que dar una respuesta que intente acercarse a una verdad absoluta, pero en todo caso creo que la reflexión vale la pena en estos tiempos de globalización.
Usted ha descrito la situación actual del cine cubano como que es ahora “más ácido” debido a nuestra realidad, en la que no faltan “desigualdades”, ni “crisis de valores” ¿De qué forma Kiribati va más allá de esa línea crítica que caracteriza al largometraje cubano?
En realidad es un titular salido de una entrevista que concedí en España, y como todos los titulares es efectista, simplificador y no hace justicia a los matices que yo quería aportar. Lo que sí pienso es que el cine, como todo el arte ya sea más o menos realista o figurativo, refleja la realidad de un país. Por lo tanto si el cine cubano actual refleja desigualdades y crisis de valores, que creo que sí lo hace, hay que buscar las razones no en el cine cubano, como hacen algunos de manera superficial, sino en la propia realidad de la que se alimenta. En cuanto a Kiribati no sé dónde podría insertarse dentro de lo que es el largometraje cubano actual, ni creo que pensar en eso, ni en ir más allá o más acá de cualquier línea temática, sea un buen punto de partida antes de hacer una película. Lo único que puedo decir es que considero que no necesitamos más películas que ante todo intenten “parecer” películas cubanas, repitiendo hasta el cansancio los mismos tópicos y reafirmando una identidad nacional ya suficientemente consciente y reafirmada (a veces hasta la sublimación de “lo cubano”); sino películas que desde lo que somos conecten a Cuba con problemas globales más amplios (como el cambio climático, por ejemplo) que no por ser globales dejan de ser nuestros, como las historias humanas que generan.
¿Considera usted que se debería retomar el aliento “optimista” de los filmes de hace años si el trabajo y la vida de los jóvenes cineastas cubanos actualmente están marcados por la incertidumbre? ¿Por qué?
No, para nada. Yo creo que el cine debe ser honesto con la realidad, y si la realidad no aporta razones para el optimismo, entonces habrá que hablar de la incertidumbre. Como dije antes no creo que lo que el cine refleja, como espejo de la sociedad, haya que achacárselo al cine en sí. También es cierto que el arte no es la vida misma y tampoco lo que los espectadores esperan de nosotros, porque esa ya la tienen delante y para verla no tendrían que ir al cine. Esperan del arte ideas, emociones, goce… y algo de luz que los ayude a orientarse y enfrentarse a la incertidumbre, no solo quejas y reiteraciones que vuelvan a explicarle lo que ya saben.
No obstante a que Cuba recibe muy bien el cine producido en su propio país, ¿qué expectativas tiene con Kiribati?
El hecho de que el espectador cubano espere con avidez las películas nacionales, esa afortunada circunstancia que no existe en muchos países, no es algo a lo que acomodarse y tiene más que ver con que el cine en Cuba ha tenido que llenar los espacios que en otros lugares ocupan la prensa, las revistas, la TV, Internet, etc, que con una complacencia del espectador. Es verdad que el espectador cubano quiere ver nuestras películas, pero no creo que por eso sea menos crítico y esa confianza hay que ganársela. En cuanto a Kiribati, si no pensara que la película va a ser buena, va a tener éxito y va a llegar y conmover al espectador, seguramente no tendría la energía ni la perseverancia imprescindible para enfrentarme al larguísimo e ingrato camino de levantar un proyecto de largometraje. En principio lo quieres todo, y luego ya verás si las circunstancias y tu propio talento y tozudez te lo permiten.
¿En qué estado se encuentra el rodaje de la película?
El rodaje de la película no ha comenzado, estamos en la etapa del trabajo final con el guion y de completar la financiación (la más ardua para un artista y aún más en Cuba). Mis expectativas son terminar de afinar el proyecto y de armar la producción a lo largo de 2018 y si hay suerte poder empezar a filmar a principios del próximo año. Como dije antes, el camino de hacer una película es largo y complicado, pero con mucha perseverancia y paso a paso se puede conseguir. Para terminar con una broma: ¡solo espero poder lograrlo antes de que se nos hunda Kiribati!
Tomado de: Habanafilmfestival.com.