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Ángel Pérez: "El Premio Caracol es un estímulo al gremio de críticos e investigadores cinematográficos"
El crítico e investigador Ángel Pérez (1991) considera el Premio Caracol de la UNEAC como uno de los certámenes que contribuye "al fomento y difusión de la crítica y la investigación sobre cine".
Merecedor del Premio Caracol en la categoría de Ensayo e Investigación en los años 2017 y 2019, Ángel es además colaborador de varias publicaciones culturales en Cuba y en otros países.
Has participado en varias ediciones del Premio Caracol. ¿Cuáles son las temáticas que abordas en los textos al concurso?
He participado en tres ediciones del concurso, en dos de las cuales he resultado ganador. En la ocasión que no obtuve ninguno de los premios competí con un ensayo sobre De cierta manera, la extraordinaria película de Sara Gómez, uno de los clásicos indiscutible de nuestro cine. Como diría Alain Badiou, creo que todo aquello que hacía relevante a esta obra en el momento de su aparición no agota su alcance en nuestra contemporaneidad. El texto trataba de trascender el tema de la marginalidad, pero partiendo siempre de él, para abordar los conflictos latentes al interior del ámbito social en que se emplaza la historia de la película. Me interesaba particularmente mirar el impacto que tuvo la Revolución —dada la dimensión transformadora de este acontecimiento— en el mundo particular de los sujetos.
En otra oportunidad, participé con un ejercicio crítico sobre El proyecto (2017), el documental de Alejandro Alonso. Aunque el texto resultó ganador del apartado de crítica, realmente es un texto más cercano al ensayo. Si bien en él yo valoro puntualmente el empaque estético del documental de Alonso, aprovecho la oportunidad para llamar la atención sobre ciertas particularidades de un nuevo tipo de documental que irrumpe en el país con el siglo XXI, de la mano de un grupo de creadores que empiezan a producir en ese marco de tiempo. El proyecto —ante todo, por la calidad de su realización, la radicalidad de la experimentación estética que propone y por lo orgánico y potente que es el discurso orquestado— me permitió explicar algunas generalidades esenciales de la configuración de ese nuevo documental.
En mi valoración de El proyecto, comenzaba por atender la cualidad performativa del texto —uno de los modelos propuestos por Bill Nichols en Introduction to Documentary—, para pasar luego a atender su revisión de la memoria revolucionaria, de la Historia de la Revolución como un archivo en el cual los directores se proponen indagar, entre otras cosas, para intentar explicar su lugar en la realidad que los identifica. El proyecto es, de alguna manera, la expresión del propio proceso de subjetivación que hace a Alejandro Alonso ser quien es. Esto último se explica (y explica), en buena medida también, a través de las técnicas de autoficción instrumentadas en el filme, las que, no por gusto, han devenido una singularidad de ese nuevo documental que te mencionaba antes. La acentuación del Yo es prácticamente el eje que centra la enunciación de esas películas.
Aunque apunto otros detalles relevantes en el filme, lo fundamental para mí era las consecuencias de esa acentuación del Yo, que desemboca en una muy interesante subjetivación del plano expresivo. Siempre se ha tenido al documental como «contenedor» de una verdad objetiva, corroborar de la realidad fáctica. A partir de El proyecto, yo señalo que este otro documental —una mutación del género que no es privativa de Cuba, pero que entre nosotros tiene sus particularidades— subjetiva su discurso, que el mundo, la verdad del mundo, emana de la mirada del realizador, depende de su Yo. Antes el documental buscaba corroborar las cosas por medio de archivos, a través de especialistas en las temáticas abordadas, o, incluso, atendía la realidad representada desde una verdad ya preconcebida. A estos nuevos directores, según yo alcanzo a entrever en sus obras, no les interesa mucho la corroboración epistémica. Ellos producen realidades, buscan una verdad partiendo de los giros de sus propios pensamientos.
El otro trabajo con que participo en el evento propone un repaso de la filmografía de Sergio Viral, específicamente de sus películas de ficción. En algún momento me llamó la atención que Sergio Viral había edificado su obra como resultado de un ambicioso (y necesario) proyecto de indagación acerca de la posición histórica de los negros en la sociedad cubana, un proyecto que se extendía de la esclavitud a la contemporaneidad —María Antonia, su último filme en Cuba, se mueve en un extraño entretiempo que va de los republicanos años 50 a los 90 revolucionarios—. La filmografía de Giral es un intento (estético, pero no solo) de explicación de la esclavitud, de los momentos de rebelión del esclavo, de las estrategias de resistencia de los negros frente a la hegemonía de la dominación del blanco, así como una reflexión sobre las circunstancias culturales que emanan de la marginalidad, en tanto resultante de una estratificación social que tiene su más elocuente explicación en la Historia. Ahí me detengo a valorar las particularidades de cada una de las películas de este director, para intentar apresar sus miradas sobre la figura del negro, sobre su identidad, sobre su incorporación a la idea de nacionalidad y de cultura nacional.
Algo que me llamó la atención particularmente de la puesta en escena de Giral era su trabajo con el espacio como elemento explicativo del curso de la Historia; en estos filmes que abordo el espacio (el barracón, los palenques, los solares…) objetiva los procesos materiales en que se constituye el sujeto negro, y por tanto permite extraer significados sobre sus prácticas culturales. En paralelo, considero también cómo la necesidad de reflejar la visión de los negros, su cosmovisión, sus identidades y el proceso de su integración a la cultura cubana, generaron una expresión fílmica.
Esto es esencialmente mi trabajo. Con él busco también rescatar la figura de Sergio Viral, dada la poca mención que se realiza de él. Prácticamente ha sido marginado por la supuesta «calidad estética» en su cine. Se suele reconoce que su cine aborda la figura del negro, pero siempre se apostilla que no tiene «el acabado» estético necesario, la calidad o eficacia estética de directores como Tomás Gutiérrez Alea o Humberto Solás. Quizás es verdad. Sin embargo, en el cine de Sergio Giral hay más que un proyecto estético, hay un proyecto cultural, de pensamiento, en torno al negro. Eso es más que relevante. Tengo que agradecer este redescubrimiento de Giral a Luciano Castillo y Mario Naito, quienes me propusieron el acercamiento a su filmografía.
¿Cuál crees que sea la importancia del Premio de Crítica e Investigación que convoca el Premio Caracol?
El Premio Caracol es un estímulo al gremio de críticos e investigadores cinematográficos. Sin dudas es una contribución al fomento y difusión de la crítica y la investigación sobre cine. Si algo falta en estos momentos al campo audiovisual cubano, es la existencia de una plataforma sólida y sistemática que propicie un ejercicio crítico e investigativo capaz de cuestionar e impulsar las maneras en que el audiovisual existe en Cuba. Por lo tanto, siempre será importante la existencia galardones de esta naturaleza, en la medida en que estimule, oriente, reconozca, visibilice…