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Atleta A, el gran escándalo
En su momento, el escándalo ganó titulares en la prensa estadounidense y en 2020 se estrenó el documental que desnuda los hechos, Atleta A, la escalofriante historia del doctor Larry Nassar, un especialista en Osteopatía que durante casi tres décadas atendiendo a las atletas de la Federación de gimnasia de Estados Unidos —algunas campeonas olímpicas—, abusó sexualmente de ellas.
El escándalo abarcó al presidente de la Federación, Steve Penny, un obseso por ganar medallas y respaldo económico, que se hizo de la vista gorda en cuanto a las manipulaciones a las que el doctor Nassar sometía a las gimnastas (más de 200 a lo largo de los años), la mayoría menores de edad, e igualmente al FBI, sin prestar la debida atención a las denuncias.
Dirigido por Bonni Cohen y Jon Sheik, Atleta A (que exhibió este viernes el espacio La séptima puerta) toma como guía a Maggie Nichols, la primera gimnasta en acusar a Larry Nassar en 2015, lo que le costó ser excluida del equipo que representó a Estados Unidos en los Juegos de la Olimpiada de Río de Janeiro.
El documental se apoya también en la investigación de un equipo de periodistas del Indianápolis Star, que destapó el escándalo en 2016, tras la denuncia de la Nichols, y fue publicando informaciones decisivas para que las atletas salieran del silencio y se unieran a las denuncias.
Una trama de corrupción y abusos, que hace preguntarse al espectador cómo fue posible mantener durante tantos años aquel entramado de simulación, y al mismo tiempo lo va conduciendo hacia una respuesta contundente, al poner de manifiesto la cultura deportiva entonces imperante bajo el pretexto de «ser los mejores a toda costa», pues no se trata de adultos sometidos a sus propias decisiones de llevar los entrenamientos al punto máximo de la resistencia humana, sino de niñas en manos de entrenadores que están decidiendo por ellas, no pocas veces en contra de su salud y estabilidad síquica.
Lleno de revelaciones, Atleta A se ocupa de la historia de la gimnasia en Estados Unidos, llevada incluso a los planos de la Guerra Fría, ya que ganarle en esa especialidad a la Unión Soviética, o a otros países del Este de Europa, era casi imposible y ese fue el sueño largamente perseguido por los directivos de la gimnasia. De ahí que cuando se dispara el fenómeno Nadia Comaneci, ganadora absoluta en Montreal-76, con solo 14 años, en Estados Unidos se recibiera con los brazos abiertos el «brinco» de sus entrenadores rumanos, Béla y Márta Károlyi, que rápidamente son puestos al frente de la selección nacional y se les permite aplicar los mismos métodos de ejercicios interminables, aislamientos de la familia, mano férrea y el recordatorio, a las jóvenes atletas, de que si no hacían lo que se les pedía, se iban del equipo.
Tácticas, acosos e intimidaciones de la Federación de Gimnasia salen a flote, mientras se olvidaba del daño físico y espiritual que estaban recibiendo sus atletas, sus niñas, porque en medio de esas presiones extremas las gimnastas fueron abusadas con la argucia, por parte del doctor Nassar, de que, para estar en forma, y ser las mejores, debían someterse a sus "sesiones de terapia física" y ellas, sin poder explicarse lo que estaba sucediendo, y por miedo a ser echadas, se callaban.
Atleta A está perfectamente narrado en su estructura de entrevistas, materiales de archivo y disposición plena a la denuncia. Un testimonio durísimo, aunque alienta ver a aquellas niñas, ya crecidas, alzar la voz en los tribunales y denunciar uno de los grandes escándalos en la historia deportiva de Estados Unidos.
Quedan, eso sí, las historias íntimas de cada una de ellas, cedidas por sus padres para que representaran los colores del país y que terminaron ultrajadas, quebradas en su fragilidad infantil y con serios daños síquicos que nadie se atreve a prever hasta cuándo perdurarán, o si acaso, perdurarán hasta siempre.
(Tomado de Granma)