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De hombre a niño
A propósito de Henry, realizada por Mike Nichols en 1991, comienza con el retrato de un abogado de Manhattan (Nueva York) como un sujeto ambicioso y decidido que vive con mucha riqueza y poca felicidad. Pero entonces le ocurre un serio accidente. Sale una noche a comprar cigarros y le disparan en un robo a un supermercado. Una de las balas le atraviesa el cerebro y, durante semanas, permanece en coma hasta que despierta y debe comenzar una larga y tendida rehabilitación.
La película trata, esencialmente, sobre cómo su personaje principal se vuelve más adorable y humano a consecuencia de la lesión que sufrió, acerca de cómo su alma se cura y su familia le acompaña durante esta sanación.
A Henry lo encarna el conocido actor estadounidense Harrison Ford, en cuyo rol trata a su pequeña hija como si fuera un cliente de su antiguo bufete de abogados y a su esposa, la excelente actriz Annette Bening, como a una compañera con la cual es amigable, pero no íntimo.
Sin embargo, tras la grave herida en su cerebro, Henry se recupera y se convierte en una persona mucho más agradable. No recuerda, casi nada, de su vida anterior y tiene que confiar en quienes le rodean. Con la franqueza de un niño, valora la honestidad y la lealtad: dos cualidades que el viejo protagonista apenas conocía.
Ahora, apartando la trama anterior, Nichols no consigue construir una buena historia y se queda solo en artificios obvios y superfluos que apuntan a obtener recompensas emocionales fáciles del público.
Pasa por alto temas genuinos como la inseguridad económica de la familia y la reacción de la esposa al final de sus días en una jaula dorada. No obstante, su guionista, Jeffrey Abrams, sí que encuentra el tiempo para narrar una subtrama de telenovela sobre asuntos de oficina.
Asimismo, en Regarding Henry —su título original— se aprecia un patrón respecto al protagonista, quien en cualquier escena tendrá el desarrollo mental necesario para bromear, incluso en su estado. En resumen, que no estamos ante un personaje, sino frente a un acto. Así, se apuesta de manera constante por la risa sobre la posible realidad.
Igualmente, en los breves momentos de intimidad entre Bening y Ford, y pese al duro trabajo de ambos, sus diálogos ni acciones muestran la verdad, por lo que se queda un hilo difícil de desenredar.
Por último, tampoco conmueve demasiado el proceso de recuperación física y mental de Henry, pues su terapeuta utiliza técnicas risorias para restaurar, por ejemplo, la capacidad del habla del personaje. Y esto, en comparación con experiencias similares de víctimas de la vida real, no tiene nada que ver.
En conclusión, la idea detrás de A propósito de Henry es buena, pero está mal planteada y ejecutada, sobre todo de cara a los espectadores de los tiempos que corren en la actualidad.