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Eladio Rivadulla y el otro cartel de cine cubano
La obra como diseñador de Eladio Rivadulla Martínez (La Habana, 1923-2011) es diversa y amplia, pues se extiende desde los años cuarenta hasta los ochenta del pasado siglo, y dentro de ella pueden disfrutarse diseños e ilustraciones para libros, sellos de correo, publicidad y carteles de todo tipo.
Según escribió el Dr. Jorge R. Bermúdez1, al concluir Rivadulla su vida laboral activa en 1992 había diseñado más de 3000 libros y publicaciones periódicas, así como una cifra superior de carteles de cine, políticos y comerciales.
Rivadulla fue un artista gráfico muy completo. Graduado de la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro en 1943, realizó también estudios de diseño gráfico, publicidad y periodismo. Con todas estas herramientas cognitivas encontró un campo fértil, desde la segunda mitad de los cuarenta, en el cartel cinematográfico, apoyado en la reproducción serigráfica, la cual dominaba, al igual que la litografía y la xilografía.
Es oportuno apuntar que esa década está coincidiendo con un despertar del cine latinoamericano, en especial, el mexicano, que aprovechó el periodo de la II Guerra Mundial y la posguerra para fortalecer su industria, amparado por las propias compañías norteamericanas. Son los años conocidos como la “época de oro” de la filmografía azteca, durante los cuales la producción superó la cifra de 100 largometrajes anuales, cantidad no alcanzada por ninguna otra cinematografía del subcontinente denominado Latinoamérica.
El aluvión de cintas mexicanas, acompañadas por las argentinas (muy detrás en la cantidad anual) y solo igualadas por las norteamericanas, creaba un campo propicio para la programación en las salas de cine cubanas a lo largo del país2, aunque es bueno aclarar que su concentración principal estaba en las ciudades más importantes de Cuba, con énfasis en La Habana.
Las tandas corridas desde la mañana hasta la noche durante cada día de la semana exigían una gran cantidad de películas, necesitadas, por ende, de promoción, hecha a través de carteles que llenaban los portales y las vidrieras de cada cine, y ―como recordara el Dr. Bermúdez nostálgicamente― su explosión de colores, representación de los actores y diseños publicitarios se convertían, sin proponérselo, en los primeros encuentros de los pobladores con el arte visual.
Para que se tenga una idea de la cifra de carteles cinematográficos creados durante ese periodo, el cine norteamericano ―entre los años treinta y cuarenta― producía un promedio de 7000 a 13 000 carteles por película, aunque para algunas, la tirada podía ascender hasta 20 000. En México, la impresión de carteles era menor, pero así y todo se situaba entre los 2000 y 3000 ejemplares por cada filme3.
Eladio Rivadulla supo explotar este filón que respondía a códigos concretos muy relacionados con las peculiaridades de la industria cinematográfica de ese tiempo. Debe tenerse en cuenta a la hora de juzgar el trabajo de los diseñadores de estas piezas visuales que ellos formaban parte de un entramado industrial, regido por los productores, figuras colocadas por encima del director y el resto de todo el equipo de creación, cuya función era la de lograr la rentabilidad de los estudios.
La cartelística promocional, por tanto, respondía a normas preconcebidas por la industria, la cual reclamaba a sus creadores una efectividad comunicativa, no una individualidad artístico-estilística.
Si deconstruimos de manera rápida los cánones creativos de la época, veremos que en cada obra se destacaban, por lo general, la importancia de la figura de su protagonista (masculino o femenino), pues la “estrella” era el elemento principal de venta. Por tal motivo, esa imagen ocupaba una gran porción de la obra4. En segundo lugar, estaba el título del filme (dentro del cual jugaban un rol importante la tipografía y el puntaje) y, en tercero, una escena que invitara al espectador a verla, con lo cual se le aportaba otro dato: el género, condición muchas veces determinante a la hora de decidir si se pagaba la entrada.
No obstante, cuando se estudian las colecciones de afiches producidos bajo esas pautas pueden encontrarse una gran cantidad de variaciones y soluciones en el diseño, que demuestran la existencia de artistas detrás de muchos de ellos y no de simples artesanos. Rivadulla puede incluirse como parte del primer grupo.
En la década del cincuenta se agregó a la programación cinematográfica la presencia de la renovada industria europea occidental, aun en desventaja con la norteamericana e incluso con la mexicana. Esto significó la presencia de casas distribuidoras de esas cintas en el ámbito cubano, que necesitaban encargar carteles ajustados a los gustos del país y al idioma5. Nuestro diseñador también participó en la promoción de este cine, y cuenta el profesor Bermúdez: “… a finales de los 50, las oficinas de la productora italiana Mercurio Films, en Roma, se decoraban con las versiones cubanas de su filmografía, especialmente las concebidas por Rivadulla para reproducirse en serigrafía”6.
Sus amplios y probados conocimientos sobre la técnica de impresión en serigrafía le permitieron inscribirse en la historia del cartel político cubano como el creador del primero realizado después del triunfo de la Revolución, aunque, para ser justo, se emitió el mismo día en que se dio a conocer la victoria de las tropas rebeldes: el 1.o de enero de 1959.
Ese mismo día, en cuanto conoció la noticia, seleccionó una de las fotos que tenía de Fidel Castro, específicamente, la aparecida en el artículo del periodista Herbert L. Matthews, del The New York Times, durante su entrevista en febrero de 1957 en la Sierra Maestra. La dibujó y caló en formato de 92 x 67 cm. y, al amanecer, junto a las primeras manifestaciones de júbilo de los habaneros, estaba lista la obra7.
El mismo diseño lo incorporó ese año al afiche del documental De la tiranía a la libertad, realizado por Eduardo Hernández (Guayo) para el noticiario Noticuba. Pero esa no fue la única vez que reflejó la figura del líder revolucionario en la cartelística fílmica nacional. Lo volverá a hacer para los documentales compilatorios El gran recuento, realizado para otro noticiero: Cineperiódico, y De la Sierra hasta hoy, así como el largometraje Surcos de libertad, dirigido por Manuel de la Pedrosa, por lo cual puede considerarse, igualmente, el primer diseñador que utilizó la imagen de Fidel en la promoción de películas cubanas.
En los primeros años de los sesenta, Rivadulla laboró para Pelicuba, una distribuidora independiente, perteneciente al Partido Socialista Popular, encargada de importar el cine hecho en los países de la URSS y China, con especial interés en el soviético. Una vez más tuvo que adecuar la promoción que acompañaba aquellos filmes al gusto nacional.
De aquella producción, Bermúdez destaca el cartel hecho para el filme Lenin en 1918 (Mikhail Romm, E. Aron e Isidor Simkov, 1939), para el que utilizó un dibujo del dirigente soviético, hecho por N. Andreyev, y le incorporó una escena, también dibujada, del asalto al Palacio de invierno, composición que si bien responde al concepto tradicional “… tuvo la particularidad de sentar un precedente: la occidentalización del cartel de un filme representativo del más ortodoxo cine socialista”8.
Cuando el ICAIC inició la producción de la cartelística desde sus nuevas concepciones productivas y estéticas, él fue un apoyo increíble por sus conocimientos sobre las técnicas de impresión serigráfica, pues el Instituto convocó a todos los artistas a confeccionar obras para los carteles y ocurrió que muchos no conocían los requerimientos de este trabajo, por lo cual tuvo que mediar el maestro serígrafo entre la idea y el producto final. Véase, al respecto, el precioso cartel diseñado por René Portocarrero para la I Semana de Cine Polaco en La Habana, que en el borde inferior puede leerse la firma de cada uno, según aportó.
Eladio Rivadulla abandonó la creación de carteles cinematográficos en los primeros años sesenta. Cuando se creó el Instituto cubano del Libro en 1967, inició una nueva carrera en el diseño e ilustración de textos hasta su jubilación.
Tuve la oportunidad de conocerlo personalmente hace 20 años, cuando organicé, junto a Fernando Torres, director entonces de la Galería L de la Universidad de La Habana, una muestra personal de 26 obras, como parte de las actividades colaterales del XXIII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Su obra quedó recogida en el libro Eladio Rivadulla: Carteles de cine (1943-1963), del Dr. Jorge R. Bermúdez (varias veces citado en este texto), publicado en 2013 por Ediciones La Memoria del Centro Pablo de la Torriente Brau, en el cual se recopilan 175 de sus carteles.
Cuando falleció, el 28 de marzo de 2011, ostentaba la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden Félix Elmuza y el Premio Nacional de Diseño, entre otras muchas condecoraciones.
Notas y referencias bibliográficas:
1 Bermúdez, J. (2001). “Como si fuera ayer”. Palabras al catálogo de la exposición personal de Eladio Rivadulla Carteles de cine. Diseño y serigrafía. Años 1940, 1950, 1960. Galería L. Universidad de La Habana, p. 1.
2 El cine cubano de la época sostuvo una comunión muy interesante y rica con dicha cinematografía, pues no solo abundaron las coproducciones, sino también la presencia de directores como Ramón Peón, actrices como Rita Montaner o Rosita Fornés y mucho personal técnico- artístico participando en esa industria, tanto aquí como en México.
3 Ramírez, C. (1997). Carteles de la época del cine mexicano. México: Instituto Mexicano de Cinematografía, p. 8.
4 Charles Ramírez, en la obra citada, hace un estudio muy interesante sobre la evolución de la representación de la estrella en los carteles cinematográficos mexicanos. Representación que respondía a la propia evolución del actor o la actriz dentro del sistema, al punto de crearse carteles donde se colocaba la figura y no era necesario poner el nombre del o la protagonista.
5 “No fue fácil para mí obtener los primeros encargos de diseños de carteles cinematográficos vinculados con impresiones en serigrafía para las distribuidoras cinematográficas establecidas en La Habana hasta principios de 1943. Se trataba de las primeras producciones de diseño de carteles de cine serigrafiados en Cuba y en otros países. Pero a partir de la década de 1950 las películas europeas comenzaron a reintroducirse y estrenarse en La Habana con popular aceptación, y como sus carteles no funcionaban en Cuba y los que había producido para reestrenos de filmes del starsystem ya estaban acreditados, las nuevas distribuidoras me confiaron durante la década de 1950 la producción integral de carteles para divulgar sus estrenos cinematográficos”. Machado, M. (16 de octubre de 2009). Entrevista con el Premio Nacional de Diseño. Diseñarte Rivadulla. La Jiribilla, nro. 440. Recuperado de http://www.lajiribilla.co.cu/2009/n440_10/440_03.html
6 Bermúdez, J. (2001). “Como si fuera ayer”. Palabras al catálogo de la exposición personal de Eladio Rivadulla Carteles de cine. Diseño y serigrafía. Años 1940, 1950, 1960. Galería L. Universidad de La Habana, p. 2.
7 La anécdota completa la recrea Jorge R. Bermúdez en el trabajo “Testimonio visual invaluable”, publicado el 13 de agosto de 2018 de forma digital en http://www.ondi.cu/testimonio-visual-invaluable/
8 Bermúdez, J. (2001). “Como si fuera ayer”. Palabras al catálogo de la exposición personal de Eladio Rivadulla Carteles de cine. Diseño y serigrafía. Años 1940, 1950, 1960. Galería L. Universidad de La Habana, p. 3.
(Foto: cortesía del autor. Pie: De izquierda a derecha: Pedro Noa, Eladio Rivadulla, su nieta y su esposa, Fernando Torres y Jorge R. Bermúdez).