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Juan Padrón y sus vampiros: Entre lo mejor de la animación cubana de siempre
La reciente encuesta de la Cinemateca de Cuba para seleccionar lo mejor de la producción cinematográfica nacional, con motivo de la conmemoración de los 60 años de la fundación del ICAIC, colocó a Juan Padrón como líder absoluto de la lista correspondiente a las mejores obras de animación, en tanto sus filmes ocupan los cuatro primeros lugares: ¡Vampiros en La Habana!, serie Elpidio Valdés, serie de Filminutos y Elpidio Valdés contra dólar y cañón.
Padrón ocupa, además, puestos prominentes entre los diez más votados de esa selección, con los Quinoscopios, ¡Viva papi! y Más vampiros en La Habana. Producido en 1984, y estrenado el año siguiente, el tercer largometraje del director es precisamente ¡Vampiros en La Habana!, parodia de varios géneros clásicos del cine en tanto se acerca, en el más puro estilo del choteo cubano, a la historia del cine de los años 30 con sus gánsters y sus vampiros, en combinación con la historia nacional (los años 30 y las luchas antimachadistas), asumidos desde la ligereza antiépica.
Los vampiros, y su parodia, acompañaron la carrera de Juan Padrón desde 1967, cuando comenzó a dibujar historietas con estos personajes en los semanarios humorísticos El Sable, La Chicharra y Dedeté. Con anterioridad al largometraje, el director había hecho tres Filminutos sobre el tema de los vampiros. Pero solo en el largometraje, se propone trascender los estrechos marcos territoriales del cine cubano, y recrear una década, y un tipo de cine, de los cuales el director vivía enamorado. De modo que se trata de una parodia cómplice.
Toda clase de dudas y suspicacias acompañaron la realización y el estreno de ¡Vampiros en La Habana!, pues la tradición de los animados en Cuba estaba definida por la dedicatoria al público infantil, y limitada por el propósito didáctico, de modo que el nuevo largometraje podía ser considerado conflictivo por su ruptura con tales preceptos, y además por un enfoque jocoso, juguetón, de la historia nacional, en particular los años 30, de los cuales se había ofrecido una imagen grave, pesimista, en el segundo cuento de Lucía, en El extraño caso de Rachel K, en Mella y en Un hombre de éxito.
En la revista Cine Cubano, número 171, el especialista en animación Mario Masvidal asegura que: “¡Vampiros en La Habana! y ¡Más vampiros en La Habana! evidencian la imaginación desbordada de su autor, Juan Padrón, quien mezcla entornos geográficos diversos en una circunstancia histórica concreta, donde lo real-histórico se combina con lo real-posible y con lo claramente fantástico, engarzando humor, música, aventura, historia e ideología”.
Más adelante continúa diciendo Masvidal: “Tal vez ¡Vampiros en La Habana! sea un claro ejemplo del carpenteriano concepto de lo real maravilloso. Es vampiro “aplatanao”, es decir, asimilado al clima y a las costumbres del país —tal y como les ha ocurrido a la mayoría de los inmigrantes hasta el presente en esta isla— y cuya condición de vampiro (de otredad, pudiéramos decir) no le impide formar familia y luchar por un orden social justo, ni tampoco tal condición vampiresca le es obstáculo para ser aceptado, más que tolerado, por sus compañeros y por su propia amante; ese vampiro, en fin, es una metáfora que revela la esencia ecléctica y dinámica de la identidad nacional”.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 174)