Conducta

La dicha de la causalidad. Reflexiones en torno a Conducta (Parte II)

Mié, 07/29/2020

[Crítica publicada en la revista SiC, no. 60, pp. 21-25, de Santiago de Cuba, retomada a propósito de la reciente exhibición del filme Conducta en el espacio Sábado de cine]

Siguiendo la línea de los móviles que especifican a los caracteres y sus maniobras, creo que el único faltante destacado es el correspondiente al personaje de Pablo (Héctor Noas), padre de Yeni (Amaly Junco), el oriental sin dirección en La Habana. Como historia, este microdrama funciona como epifenómeno del conflicto principal y solo se engasta a este por la relación entre la niña y Chala5, y eventualmente, como pretexto para atestiguar la transformación de Marta, la maestra joven (Miriel Cejas).

Ciertamente, La Habana posee ambientes y coyunturas de vida que no se aprecian en otros espacios de Cuba, pero el personaje de Pablo y su hija viven en un chiribitil que puede encontrarse en cualquier lugar del país. Por eso es necesario un justificante. La película potencia un clima en el que esa causalidad que extrañamos recae en la niña, y que esas oportunidades que el padre no vive las ha de vivir Yeni, y por eso se destacan sus capacidades. Pero aun así, esas insinuaciones quedan demasiado ambiguas. No se aprecia un posicionamiento claro. Lo feble en el tratamiento del conflicto, o sea, el desconocimiento de su causalidad, hace que ese cauce narrativo no llegue a ninguna parte: sus personajes no tienen resolución y salen sin mucho esfuerzo de la órbita que vertebra la película.             

El mapa conflictual de Chala es mucho más extenso y difuso. Sus problemáticas son establecidas sobre la base del sistema de relaciones del personaje y llevan la impronta de la lucha por la supervivencia. Así, nos son revelados los vínculos del niño con la madre drogadicta (Yuliet Cruz), ligadura que pondrá su énfasis en el intercambio constante de los roles. El infante actúa todo el tiempo de guardián de la madre.

Asimismo, me parece muy hábil la solución dada al conflicto entre Chala y el otro niño, a quien se enfrenta en la escuela y a quien salva en la escena de la bahía. Lo destaco porque de esa manera se da por finalizada una oposición entre personajes que había venido actuando de manera alterna a los problemas centrales y cuya finalidad se había enfocado en definir el carácter de Chala, o bien para servir de detonante y hacer avanzar la historia6.

De igual manera, no haber hecho de la acción del protagonista un suceso memorable fue una decisión acertada, pues habría arrastrado el filme hacia los terrenos estigios del melodrama. Dirimida esta cuestión, el filme pudo enrumbarse hacia sus finales por otras rutas que, por entonces, quedaban aún sin resolver.

Una situación dramática contundente tiene Conducta en la conexión entre Chala e Ignacio (Armando Miguel Gómez). Es una relación sumamente polarizada ―amor/odio, protección/explotación, etc.―, donde el parentesco padre-hijo es insinuado todo el tiempo, de modo que no sorprende la decisión final de Ignacio. Sí creo que la escena que culmina la historia de ambos pudo haber sido mejor abordada cinematográficamente. Me refiero a que Conducta es un filme que sufre encontrando sus conclusiones y allí tuvo su director una de las más evidentes y logradas a nivel narrativo. Sin embargo, la puesta en escena no fue lo suficientemente densa o relevante, como para cargar con el peso del drama. Hubiese significado una teofanía en medio del lodazal humano que rodea a los personajes del filme. La tensión de la escena se diluye en lo expositivo, en el apropiado muestreo de las acciones, cuando pudo manejar mejor los tiempos y darle al filme una de sus conclusiones más substanciales.

Conducta carece de deliquio porque sus protagónicos, tanto la maestra como el niño, son caracteres invariantes. Ellos no mutan: hacen mutar a los demás. Ambos van a asumir posiciones impertérritas en sus principios, lo que les supondrá la colisión con los otros personajes.

Esa actitud temeraria e inmutabilidad ante las amenazas de la autoridad le ha valido a la película el calificativo de heresiarca. Ciertamente, las relaciones entre los entes que movilizan el relato van todo el tiempo a establecerse en un rejuego de dominación. La acusación más grave que se le hace a la maestra por parte de las instancias administrativas superiores no se sostiene en un acto concreto realizado por Carmela, sino en el arbitrio del que se ufana la docente (todo el tiempo hay referencias de Carmela acerca de su autonomía de poder dentro del aula que dirige). Este vínculo, “en vertical”, de intentos de imposición constantes7 encontrará un punto álgido y esclarecedor en la escena en la que Raquel inquiere a Carmela e insinúa la posibilidad de su retiro, y esta última le responde aludiendo a una autoridad superior a ambas que la metodóloga no puede cuestionar.

La constancia de los protagónicos será el mecanismo que desarrolla la historia narrada para hacer avanzar al resto de los caracteres. Algunos cambiarán raigalmente sus posiciones (como Marta, o el director de la escuela de conducta, interpretado por Tomás Cao), otros de forma parcial (Ignacio es forzado a definirse; la madre es obligada a reconocer su condición) y otros resistirán en sus posturas (Raquel).             

Uno de los valores más relevantes de Conducta es el universo de metáforas que recrea en pos de la identificación de los personajes. Reconociendo el principio de que no hay sujeto si no es de algo8, algunas de esas alusiones son muy evidentes, como los trenes que han de identificar a Yeni y a su padre emigrante, o la reencarnación de Chala en sus palomas y perros de pelea. Como reservorio de contenido, esta última imagen-concepto funciona como parábola de las personalidades del niño. El ave es una anagogía de los valores que Carmela busca preservar a toda costa, el perro, en otro extremo, la entidad terrenal y bruta que manifiesta Chala y que todo su ambiente le reconoce.

Asimismo, la película exhibe otros niveles de significación mucho más elevados. Hay un abanico de imágenes reincidentes que reproducen a Chala caminando por la calle (planos generales); a veces porque va a algún lugar, a veces simplemente deambula. Esta figuración viandante, que llega en ocasiones a abrumar por su contumacia, resulta muy importante porque va a lograr trascender su mera intención denotativa para inocular una exégesis en la que el paisaje urbano no es solo escenario sino personaje mismo. Su relevancia es tal, que el filme hallará su escena final precisamente en uno de estos espacios. Ello demuestra la pericia de Alejandro Pérez a cargo de la fotografía y de Erik Grass en la dirección de arte. 

Conducta resulta, creo ver, una muy buena película. Su notoriedad recae en la apropiada instrumentación entre una estructura dramática lógica, una realización cinematográfica correcta y coherente con el sistema de relato que promueve, y la exhibición de un mapa social sumamente abarcador9.

Con este filme, su director se muestra como un artista que ha crecido. No es la pieza ars magna que ha perseguido la industria de cine cubano desde su creación, pero viene a engrosar el conjunto de películas que constituyen la avanzada de la institución. Conducta dista de la perfección, por suerte, pues ya sabemos que en el arte, tal cosa no existe. 

Notas:

5 Por cierto, la conquista amorosa de Yeni por parte de Chala es una de las pocas aspiraciones expresas del niño y que va a tener un desarrollo y continuidad prolongados dentro del filme. Otros empeños de Chala no tendrán igual progreso, como sus intentos de esconderle las drogas (las pastillas primero, el alcohol luego) a la madre o haberse presentado en la escuela de conducta ante el reconocimiento de los problemas con Carmela. Estas pretensiones van a funcionar a flashazos y han de considerárseles en su conjunto.     

6 Recordemos que fue la pelea en la escuela la chispa que determina el envío de Chala hacia la escuela de conducta.  

7 Apreciado principalmente en el dueto Raquel-Carmela, pero también entre Carmela-Marta, Carmela-Chala, Chala-madre y Chala-Ignacio.

8 Cfr.: Prada Oropeza, Renato, 1989: “El narrador y el narratario. Elementos pragmáticos del discurso narrativo”, en La narratología hoy. Colectivo de autores. Editorial Arte y Literatura, La Habana, p. 348.

9 Expresamente abarcador porque introduce elementos de clara intención social que no son desarrollados dramáticamente (el padre del amigo de Chala que es preso político), y peligrosamente amplio porque se corre el riesgo de que esa expansión vuelva caricatura sus representaciones.