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La verdad se esconde al final del pasillo
En una entrevista concedida por Sebastián Schindel a propósito de su más reciente filme Crímenes de familia (2020) declaró: “En mis películas ya conocemos al culpable, lo importante es entender el torbellino de emociones humanas detrás de cada acto”.
Esta aseveración se vuelve palpable tras entender que tanto en su entrega anterior, El patrón: radiografías de un crimen (2013), como en esta la intriga se sustenta en la construcción de sus personajes.
En Crímenes… Alicia (Cecilia Roth) y su esposo, Ignacio (Miguel Ángel Solá), viven cómodamente en un barrio de clase alta. Sus dinámicas se alteran cuando su hijo, Daniel (Benjamín Amadeo), y su empleada doméstica, Gladys (Yanina Ávila), son juzgados por distintos hechos que al final tendrán una detonante conexión.
Sobre Alicia y su familia Schindel nos da la posibilidad de reconstruir la historia de sus vidas. Para ello, en los inicios del filme, se apoya en fotografías para una panorámica de reconocimiento, evidencias que sostienen el desmedido amor de una madre hacia su hijo, ella no duda en apoyarlo ante cualquier problema. Por eso cuando es acusado, entre otros cargos, de violación sexual e invasión a la propiedad privada, su madre conseguirá pagar su exoneración, a pesar del sacrificio personal que tendrá que asumir.
Sin embargo, este instinto maternal no lo pondrá, en los comienzos, en función de Gladys, de la que poco sabemos y a quien reconocemos como protagonista de una recurrente escena que nos hace preguntarnos constantemente la importancia de su reiteración. Al hecho de ser empleada doméstica asociamos su introversión, sin embargo, la atmósfera que la rodea, luego de conocer los cargos por los que se le acusa, aumentará la incertidumbre.
Gladys es otra de las víctimas de una sociedad machista, su voz ha sido apagada por el miedo y antes defenderse prefiere ceder la custodia de su hijo. Pero frente a la violencia de género Alicia no puede callar. El reconocimiento de la verdad le hará cuestionarse su moral y las consecuencias de sus decisiones. El culpable debe pagar, aunque este tenga el nombre Daniel y sea su hijo.
Y es entonces cuando finalmente abrimos la puerta al final del pasillo. Nos adentramos a esa escena que se repite una y otra vez dentro del argumento de la película, en la que Gladys aparece ensangrentada dentro de un baño donde encuentran muerto a un niño recién nacido. Triste imagen que nos consterna cuando escuchamos a la empleada confesarle a Alicia que ese era su nieto.
La declaración provoca desconcierto y dolor; pero ante todo la posibilidad de un nuevo comienzo para todos, aunque quizás, no para Daniel.
(Foto tomada de Clarín)