NOTICIA
Lino Verdecia en plural (Parte I)
Para quienes lo conocemos y admiramos, Lino Ernesto Verdecia Calunga (Holguín, 1947) es la fiel imagen del hombre memorioso de conversación amena, como un torrente que no apabulla. No el memorioso estéril o coleccionista de datos y fechas por mero capricho enciclopédico, sino ese que es perspicaz, fructífero, capaz de hacer del acto de la conversación todo un homenaje al diálogo, cuestión sin dudas difícil.
Lino es, también, un “memorioso vivencial” que aprovecha los momentos y recuerdos de sus más de cuatro décadas de experiencia docente —en asignaturas que van desde la literatura al cine cubano— y como crítico, investigador y ensayista, para armar una especie de urdimbre dialógica, un gobelino de múltiples hilos que se van tejiendo y destejiendo para disfrute de sus oyentes o lectores.
Investigador y crítico literario y de audiovisuales, musicógrafo además, Lino es miembro de la UNEAC desde 1980, actual vicepresidente de la sección de Cine, Radio y Televisión de esta organización en Holguín y está al frente de la Filial Juan Nepomuceno de la Comisión Aponte.
Asimismo, pertenece a la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC) desde 1994 y colabora con el programa Café Milenio, en Radio Angulo, como guionista del canal Telecristal y en varias publicaciones. Respetado y admirado por sus alumnos y amigos —hoy esparcidos por diferentes partes del país y el mundo—, Lino Verdecia es un hombre consecuente consigo mismo, que es serlo con su pensamiento, con lo que cree y defiende, con las formas de enfrentarse a la vida. Alguien que prefiere no enseñar, sino que los demás aprendan.
Este profesor trabaja ahora en una compilación de textos de Fernando Pérez, dos recopilatorios de crónicas suyas sobre Cueto (Holguín) y Santiago de Cuba, y uno de artículos sobre Benny Moré.
Quizá “dentro de un tiempo me enfrente a algunas de estas preguntas —sobre todo las de mera opinión de gustos o preferencias— y responda con añadiduras o eliminaciones”, me dice. Y ante mi insistencia a delimitarle algunas respuestas en singular (un libro, filme, actores, según el primer chispazo que le llegara a la cabeza), él siempre me respondió en plural, pues, añade, “he sido siempre pésimo en Aritmética, de ahí que me sea difícil contar”.
Conversemos entonces con Lino Ernesto Verdecia Calunga, el profesor, el crítico, el amigo, en plural.
¿Por qué crees necesario, en tu caso, ejercer el criterio (el criterio artístico, la crítica de cine)?
Pudiera parecerte una jactancia a la edad que tengo, pero casi al cumplir 50 años de graduado como licenciado en Letras y de haberme jubilado luego de más de cuatro décadas como docente universitario de asignaturas que fueron desde Literatura Hispanoamericana y Narrativa Cubana, Investigación Crítico-Literaria y Narratología hasta Cine Cubano y Música cubana, te confieso que en un alto porciento de esas horas de comunicación (en escenarios distintos como pueden ser un aula de pre o posgrado, un cinedebate, un comentario televisivo o radial o una simple conversación frente a tazas de café), siempre y cuando de temas artístico-literarios se trate, me he sentido (y siento) en eso que podemos identificar como “ejerciendo el criterio”.
Si se tratase del cine, y te aseguro que sin intentar remotamente creer que represento una cátedra, que tengo la razón o “aquí el que sabe soy yo”, he creído ser útil en tratar de que quienes me escuchen comprendan mi modo de ver las cosas, lo que de hecho será otro modo; coincidamos o no. No sé si te he comentado —y decirlo hace años me trajo mis “problemitas”— que uno de mis postulados como docente era convencer a mis estudiantes que mi mayor interés (objetivo, según los entendidos) no era enseñarles, sino que ellos aprendieran. Claro, para ello tenían que leer, estudiar, comparar, reflexionar… por ese rumbo está mi modo de enfocar la crítica.
Si te pidiera un decálogo sobre la crítica —como aquellos de Horacio Quiroga o Monterroso sobre el cuento—, qué puntos no dejarías de incluir (no tienen que necesariamente ser los diez).
Imagino conozcas o hayas escuchado algo de mi pentálogo para la crítica. Esos valores, rasgos, caracteres, condiciones o como se les quiera llamar, y a los que me he referido desde hace años en otras ocasiones. Te los puedo resumir así: 1) formación e información; 2) ética para proceder y respetar; 3) buena capacidad comunicativa (sea oral o escrita; si ambas, mejor); 4) honestidad-sinceridad (para emitir criterios); y 5) valor (intelectual y “físico”), el primero para ratificar o rectificar alguna consideración, y el segundo porque he sabido y visto a criticados “ofendidos” que amenazan o agreden… y a mí no me gusta “quedarme dado”.
Luego de ver un filme, ¿qué te motiva a escribir sobre él? El español Francisco Umbral decía: “Es mejor y más fácil escribir a partir de una decepción que a partir de un entusiasmo”. ¿Estás de acuerdo con él? ¿Crees que, por naturaleza, al crítico le entusiasma más plantarse frente a una obra y contar sus lunares, que darse al elogio de lo positivo?
No lo creo así, ese es el criterio de don Francisco Umbral. He leído muy buenas valoraciones a partir del entusiasmo (recuerdo ahora lo que dijo Juan Antonio García Borrero en un Diario del Festival, 1998, a raíz del estreno de La vida es silbar, de Fernando Pérez), pero he leído también valiosas opiniones a partir de no tanta seducción entusiasta (como las de Berta Carricarte sobre Inocencia, de Alejandro Gil, 2018).
Y si se trata de recordar, no he olvidado una caricatura que siendo niño vi y me hizo reír —no imaginaba lo que me deparaba el “destino”— en una revista Carteles, que, con el enunciado: “El crítico asiste a la sala de cine” o algo así, mostraba a un individuo con muy agrio semblante y feroz expresión de disgusto, mientras en las lunetas cercanas los demás se desparramaban de risa. Eso puede ocurrir, cosas parecidas me han sucedido. Y también lo contrario, he captado intertextos que disfruto, mientras otros...
Yo me he sentido subyugado ante una película y he sentido necesidad y deseos de escribir [Romeo y Julieta y las tinieblas (Jiri Weiss), La batalla de Argel (G. Pontecorvo), El padrino 1 (F. F. Coppola), Dodeskaden (A. Kurosawa), Atrapado sin salida y Amadeus (M. Forman), La historia oficial (L. Puenzo), Suite Habana (F. Pérez)…], y muy pocas veces una decepción —empleando el término de Umbral— me ha estimulado tal motivación. Tan pocas que ahora mismo no recuerdo ninguna.
¿Crees —como Oscar Wilde— que la crítica es un género en sí: “una creación dentro de una creación”? ¿Qué es la crítica para Lino?
No creo que sea exactamente un género. La crítica suele expresarse generalmente en forma de artículos, reseñas o ensayos, y ya esas formas tienen demasiados años de existencia como prosa reflexiva. El espíritu crítico de lo expresado radica en qué, cómo y cuánto se valora de aquello que se analiza; he ahí la crítica: una manera evaluativa de enfrentarse a algo realizado.
¿Qué no le debe faltar a un crítico de cine?
Mi pentálogo lo explica. Aunque si me veo a mí en estos momentos te diría que, además, un equipo medianamente bueno (y otros recursos) para acopiar, revisitar y apreciar audiovisuales. Sobre esto último, recuerda que, aunque pertenecemos a la ACPC (y estamos por tanto afiliados a la Fipresci), cada vez más tendemos a ser críticos de audiovisuales y ello sobrepasa las fronteras del cine.
¿Y qué crees no debe estar ausente en una buena crítica como producto comunicativo?
La claridad en las ideas, la suficiencia expositiva de aquello que interesa exponer.
Luego de décadas de docencia, ¿qué te ha aportado la enseñanza al ejercicio del criterio?
Tener siempre presente los diferentes niveles de percepción de quienes te escuchan o leen. Es sorprendente a veces entrar en contacto con opiniones, valoraciones y apreciaciones de los públicos. ¡De cuántos aparentes dislates me he valido para enrumbar y fortalecer mis valoraciones!
¿Crees que el auge de las nuevas tecnologías, internet mediante, han influido en el consumo audiovisual?
Si te dijera que no, comenzando por ti que fuiste mi alumno y eres un buen amigo, te reirías y pensarías que estoy decrépito. Puedo decirte que las llamadas nuevas tecnologías —con todo nuestros atrasos y bien sabidas realidades— influyen de muchas maneras, a veces para bien, otras no tanto.
Efectos, simplificaciones, manipulaciones —en el sentido técnico de lo que ello significa y que tanto empleé cuando impartía Narratología— y otros logros cualitativos son consustanciales al desarrollo.
(Foto tomada del perfil de Facebook del entrevistado)