NOTICIA
Los paralelos de una experiencia cinematográfica
Las autoras coordinaron un Panel para presentar el documental Tercer mundo, tercera guerra mundial, durante el Coloquio Internacional por los noventa años de Roberto Fernández Retamar, postergado por las circunstancias conocidas debido a la Pandemia. Este texto es resultado de la investigación realizada con ese propósito y sobre todo de los recuerdos de Julio García Espinosa conservados por su viuda, Lola Calviño.
El filme está siendo restaurado en Kingston Vulnerable Lab., Universidad de Queens, Canadá, a cargo de la Profesora Susan Lord, fiel colaboradora del cine cubano, junto a sus alumnas de la especialidad de Patrimonio. Será exhibido en septiembre en La Habana, en homenaje a los 50 años de su realización y a los 75 de la Independencia de Vietnam. Al mismo tiempo está en fase editorial un libro con el guion de la película y los diarios de algunos de los miembros del equipo, que dejará constancia de la experiencia que significó para los realizadores filmar durante dos meses en plena guerra genocida.
Una noche cualquiera en las primeras semanas de enero de 1970, Julio García Espinosa visitó a Roberto Fernández Retamar en su casa, sin previo aviso, cosa muy normal en Cuba, más si tomamos en cuenta que eran amigos desde hacía más de quince años, cuando por los tempranos cincuenta intercambiaron sus primeros libros a través del correo Roma-La Habana: Aquí en mi país y Patrias, respectivamente. El cineasta fue a despedirse: “La semana que viene salgo para Vietnam a hacer un documental”. A lo que el poeta comentó: “Caramba Julio, qué experiencia tan tremenda”. Unos días después, el escritor también viajó a Vietnam. Retamar contaría más tarde que García Espinosa debió quedar muy impresionado por su reacción de aquella noche y buscó la manera de que el amigo se sumara a su equipo.
Así que durante los meses de febrero y marzo de 1970, Roberto Fernández Retamar, con treinta y nueve años, participó en lo que sería, probablemente, su más significativa experiencia en el séptimo arte como creador (que no la única): el largometraje documental Tercer Mundo, Tercera guerra mundial. La película, de 90 minutos de duración, es un testimonio crítico sobre los crímenes de guerra yanquis cometidos en esa nación asiática. Obviamente, García Espinosa era el líder de aquel grupo, pero en sus propósitos estuvo –y así lo evidencian los propios créditos de la obra– apuntar al trabajo colectivo, de manera que no se estableció la clásica división por especialidades, sino que los realizadores serían los seis artistas cubanos que viajaron a Vietnam: Julio García Espinosa, Miguel Torres, Iván Nápoles, Luis Costales, Jerónimo Labrada y Roberto Fernández Retamar, quienes eran a la vez: dos directores, dos operadores de cámara, un sonidista y un escritor, cada uno con su tarea específica. De regreso en La Habana, se sumarían en la post-producción Gloria Argüelles en el montaje; Tony F. Reborio y Delia Quesada en los diseños; Pedro L. Hernández, Pepín Rodríguez, Jorge Pucheux y Eusebio Ortiz, en los efectos especiales.
Cuando el equipo cubano llegó a la nación asiática, invitado por la Comisión de Investigación sobre crímenes de guerra norteamericanos de la República Democrática de Vietnam, faltaban aún cinco años para el triunfo definitivo de las fuerzas del norte que significó la unificación de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur y el nacimiento de una república socialista; y habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de Ho Chi Minh. Aunque ya desde 1969 venían ocurriendo algunos diálogos infructuosos entre el gobierno de los Estados Unidos, la República Democrática vietnamita y el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, los cineastas llegaban a una región donde tenía lugar una guerra sangrienta, que desde 1954 y hasta 1975 cobró la vida de más de tres millones de vietnamitas.
En términos estéticos no tenían ningún plan preestablecido ni una idea concreta. Todo fue creciendo al calor de las conversaciones, de las informaciones que le suministraban los propios vietnamitas y naturalmente de la vivencia diaria de lo que tuvieron frente a ellos en los más de cuatro mil kilómetros recorridos, que incluyeron las zonas del Norte, áreas industriales, todas las provincias y la llamada Cuarta Zona, la más castigada por el enemigo. “En cierta medida, podríamos decir que el filme se fue pensando mientras lo hacíamos”, dijo García Espinosa. Todas las opiniones e ideas de cada uno de los miembros del equipo serían escuchadas y discutidas, y las decisiones, tomadas en colectivo.
“Decidimos pues que el filme tendría la misma estructura de la historia de Vietnam de 1965 a 1968, además de un epílogo –donde se hablaría de la tercera guerra mundial– que se nos presentó al final de nuestro viaje, justamente en el Paralelo 17 donde aún existe la guerra en su aspecto más caliente, como tuvimos ocasión de comprobar”, destacó García Espinosa poco después del estreno. El día en que llegaron a la Cuarta Zona, Jerónimo Labrada escribió en su diario: “No quisiera ponerme siniestro ahora, pero si algo pasa sabrán que no es más que agregar un granito a la ayuda de nuestro pueblo a Vietnam.” Ese epílogo es atemporal y constituye el llamado a todos los países del Tercer Mundo a ver lo que sería el futuro. De ahí surgió la idea del título, la tesis de que después de Vietnam las guerras mundiales no serán conflagraciones de varios países, sino específicamente dirigidas al Tercer Mundo, tal cual ha sucedido.
Retamar, años más tarde, diría que “fue muy importante esta experiencia de un país monstruosamente agredido a miles de kilómetros de los Estados Unidos. Para nosotros era una situación muy dolorosa, porque teníamos la impresión de que esa guerra pudo haber sido la guerra de Cuba, de alguna forma estábamos viendo lo que podría ocurrir en Cuba”. Y esa, junto al paso por el Paralelo 17, fue una de las razones por las que, como resultado de aquel viaje, nació su poemario Cuaderno paralelo, publicado ese mismo año en México y en Cuba en 1973, “porque establece un paralelo entre Vietnam y Cuba”. Allí reunió las notas poéticas que fue escribiendo simultáneamente a las que tomaba en función del texto del documental para el cual fungiría como narrador, junto a su función como traductor del inglés en las entrevistas a prisioneros estadounidenses y del francés en la comunicación del equipo con el traductor vietnamita que les asignaron. A todo ello se sumó una pequeña labor actoral que recordaría siempre con gran simpatía: “como soy alto y flaco, con un casco desempeñaba el papel de un aviador norteamericano detenido, ja ja ja…”
De Cuaderno paralelo ha escrito Ketith Ellis que "el afán comunicativo se despliega claramente […]. Basando estos poemas en la oposición entre el progreso y la reacción, entre el desafío creador y la destrucción abyecta con los cuales identifica a Vietnam y a los Estados Unidos respectivamente, saluda al primero en poemas tan diáfanos como “En el paralelo” y “Muchacha” y condena al último en otros que revelan conmoción, como “Ojos llenos de letras”.
Cuando se lee el poemario y se ve el documental o viceversa, el lector-espectador puede percibir los vasos comunicantes entre ambas obras. Por momentos, lo que le narran al equipo cubano o lo que este vive in situ, simultáneamente pasa al celuloide y a las notas poéticas. Otras veces, parece que lo que se filma precisa ser poetizado con prontitud, pero también lo que el poeta apunta una noche en su cuadernillo lírico, en la siguiente jornada podría ser filmado. Al reseñar recientemente Cuaderno paralelo en ocasión de una reedición por su aniversario cincuenta, la hija de Retamar, la escritora Laidi Fernández de Juan, destacó el sentimiento plural que recorre prácticamente todo el volumen: “es el cronista quien nos detalla la guerra y las vivencias del grupo que integra”. Ello tal vez confirma el resultado sobresaliente de aquello que Julio, como jefe del equipo, le pidiera a su team al llegar a Viet Nam: “llevaremos cada uno un diario de esta filmación”.
“La película se hizo con el título Tercer mundo, tercera guerra mundial y trataba lo que nosotros pensábamos entonces sobre el particular”, reflexionaría Retamar. “Habíamos descubierto algunos años antes, en el caso mío, puedo decir que fue prácticamente en 1960, en París, la existencia del tercer mundo y viví entonces la experiencia de estar en un país agredido monstruosamente por los Estados Unidos, en un país del tercer mundo.”
No sabemos hoy lo que conversaron Retamar y Julio García Espinosa aquella noche de enero en La Habana. Pero lo cierto es que antes de ese encuentro, ya los paralelismos trazaban una ruta común en las preocupaciones intelectuales y políticas de ambos creadores. El director de cine había terminado el 7 de diciembre de 1969 su ensayo Por un cine imperfecto, cuyo manuscrito fue leído por Retamar antes de su publicación casi inmediata en la revista peruana Hablemos de cine. Y en 1967 había visto la luz el libro Ensayo de otro mundo, concebido por el poeta. En ambos textos aparecen las miradas acuciosas de los dos intelectuales hacia lo que significaba el tercer mundo y el desafío de artistas y escritores en nuestros países.
En el número 66/67 de la revista Cine Cubano se publicó por primera vez en Cuba el texto de Julio, que todavía hoy sigue siendo provocador y polémico. Se dirigió al espectador comprometido con la lucha por la independencia y por la igualdad de derechos de los países bautizados entonces como Tercer Mundo. En ese mismo número de la revista, aparecía una entrevista al autor sobre la experiencia de la filmación en Vietnam, donde dijo:
Hacía un año que había escrito Por un cine imperfecto, así que estaba metido de cabeza en esas tesis, en esa posición, que era en el fondo el problema de cambiar al espectador […]. Tratamos de hacer de modo tal que este filme fuera un primer ejemplo práctico de las ideas formuladas en ese artículo. Intentábamos en él explicarnos las razones de la impotencia que caracteriza hoy al arte y consiguientemente al cine. En nuestra opinión, se está haciendo cada vez más estéril practicar el arte como una actividad elitista o como patrimonio exclusivo de una minoría, o como asunto privado de pequeños grupos de “intelectuales”. Cada día se hace más difícil conciliar la imaginación con las ideas; el corazón con la razón; la verdad con el placer. Y cada día resulta ineluctablemente más contradictorio seguir ofreciendo a un público burgués o aburguesado el objetivo de un análisis autocrítico y simultáneamente la proposición de un placer estético […]. El mayor esfuerzo de nuestro filme estriba, repito, en entrar en relación con un nuevo interlocutor: la vanguardia revolucionaria. No excluimos obviamente una relación con el pueblo. Estamos seguros de que solamente este nuevo interlocutor, la vanguardia revolucionaria, será el que hará posible conciliar de nuevo el placer con la verdad.
Por su parte, en Ensayo de otro mundo, Retamar colocó la temática del mundo subdesarrollado al que prefirió llamar superexplotado en el centro de sus análisis teóricos e introdujo en su estudio la dualidad países subdesarrollados-países subdesarrollantes. El volumen incluyó Martí en su (tercer) mundo, cuya primera versión databa de 1963-64, donde propuso colocar a José Martí en la familia a la que verdaderamente pertenece, la de las naciones coloniales y semicoloniales, e insistió en que solo allí es como podríamos entender su actuar. En “Fanon y la América Latina”, de 1965, advirtió la utilidad de reconocer las sabias reflexiones del martiniqueño para África como válidas para nuestra región y ratificó que “solo el tercer mundo conoce en toda su integridad el horror del capitalismo. De ahí su carácter de encrucijada esencial de nuestros días”. Habría que mencionar por último su “Introducción al pensamiento del Che”, de 1967, donde Retamar examinó el alcance tercermundista de la revolución cubana, subrayando en él la trayectoria de Ernesto Guevara. En resumen, este conjunto de escritos anteriores al viaje a Vietnam, como toda la obra ensayística posterior de Retamar al decir de Aurelio Alonso “nos conduce de manera radial al núcleo de su consistente pensamiento anticolonial”.
El mismo año de su participación en Tercer mundo, tercera guerra mundial, Roberto Fernández Retamar colaboró con Santiago Álvarez en el documental El sueño del pongo, una pieza singular dentro de la cinematografía del fundador del Noticiero ICAIC Latinoamericano, donde Roberto se ocupó de la adaptación literaria del cuento original del peruano José María Arguedas. Además, en los sesenta, ya había sido el autor de textos para filmes de Armand Gatti y Alejandro Saderman.
Los caminos de Retamar y García Espinosa más que paralelos hallarían confluencias continuas hasta la muerte del segundo en 2016: intercambios, proyectos conjuntos, ideales compartidos. En 2001, bajo el título de “Para Julio García Espinosa, heraldo del porvenir”, Retamar pronunció las palabras de elogio durante la entrega al cineasta del doctorado honoris causa del Instituto Superior de Arte. Practicamente inició recordando la experiencia vietnamita conjunta y calificó a Tercer mundo, tercera guerra mundial como largometraje ensayístico. “Julio es hoy uno de los ensayistas más removedores con que contamos. Y sus ensayos […] han nacido de tener las manos en el fuego: han nacido de las cuestiones con que el creador se ha topado al realizar sus obras. Y sus planteos fundamentales, su uso de la paradoja y del humor no muestran signos de caducidad, como lo revela la atención que merecen de esa posteridad viva que son los auténticos jóvenes”.
En el cumpleaños ochenta de Retamar, el cineasta cronicó en breves pero intensas palabras no solo la amistad que los unió y que tuvo su momento clímax en aquella experiencia cinematográfica conjunta: “Esta vez, el cine y la poesía sellaban nuestra inmensa amistad”; sino además la visión que ambos tenían de temas cruciales: “desde siempre nos unió una inalterable presencia de nuestro país, la defensa de la cultura nacional y la sensibilidad con el destino mayor de América Latina y el Caribe; todas ellas fundidas en nuestras dos pasiones comunes: la poesía y el cine”.
De alguna manera, también aquella noche habanera de enero del setenta vislumbró el nacimiento de la obra cumbre del Retamar ensayista: “Caliban”. Al regreso de Vietnam, el escritor tuvo que pasar por una estadía hospitalaria debido a manifestaciones de cólera, a pesar de haber recibido una vacuna contra la enfermedad antes de viajar. Llevó consigo al hospital las obras completas de Shakespeare y volvió a leer La tempestad. Cuenta Retamar:
En el 69 yo había reescrito una Introducción a Historia de Cuba, que se remonta a un trabajo que hice cuando era consejero cultural en París. Allí me preguntaban por la historia de Cuba y en vista de que no había una Historia de Cuba pequeña, me puse a escribirla yo mismo. Y ese mismo año en una conferencia que ofrecí en francés durante unas jornadas de Cuba en Grenoble, yo comparaba nuestra situación a la de Caliban. Fue la primera vez que hice ese acercamiento al personaje. El mismo año en que Aimé Césaire hizo su obra de teatro sobre La tempestad, ya venía caminando en mí la idea de tomar a Caliban como símbolo de nuestra realidad y se hizo más fuerte cuando volví a leer La tempestad en el hospital. No tengo que decir que no morí del cólera. No morí, pero me quedé por dentro con la presencia fuerte de esa obra. Yo tengo devoción por Shakespeare. Luego se presentó una coyuntura polémica en torno a Cuba y decidí reunir lo que tenía desde Martí y el tercer mundo, lo que tenía de esa Historia de Cuba, y la comparación con Caliban cuajó.
Según Wikipedia, más de cuarenta documentales se concluyeron entre 1967 y 2018 sobre la guerra de Vietnam, creados por artistas y productoras de diversos países. Cuba cuenta en su trayectoria cinematográfica con varias obras en esa lista donde, sin lugar a dudas, tienen particular relevancia las realizadas por Santiago Álvarez. Seguramente, muchas de esas piezas fueron acompañadas, en su concepción y realización, por capítulos extraordinarios de riesgos, desacuerdos, fracasos, alegrías, resultados positivos y probablemente hasta pérdidas humanas y materiales. Aquí está, tal vez incompleto aún, el correlato de Tercer mundo, tercera guerra mundial.
Caramba, Roberto, qué experiencia tan tremenda.
Tomado de Casa de las Américas. Dosier: "El regreso de Caliban: presencia de Roberto Fernández Retamar". 9 de junio de 2020.