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Roberto Fernández Retamar, ¿director de cine?
Seguramente nunca imaginó el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar que su nombre figuraría en los créditos de realización de una película, pero así sucedió cuando el cineasta Julio García Espinosa lo invitó en 1970 a que lo acompañara en la filmación en Vietnam del Norte, en plena guerra de resistencia bajo los criminales bombardeos de la aviación norteamericana, del documental Tercer mundo, Tercera Guerra Mundial, testimonio de denuncia sobre el genocidio de un país dividido y masacrado que luchaba por conquistar su independencia.
Puede perfectamente haber sucedido que como parte del equipo de dirección del filme, compuesto, además, por Miguel Torres, Retamar les haya indicado algún plano a los camarógrafos Iván Nápoles y Luis Costales, o que haya discutido algún aspecto del guion con su autor, el propio García Espinosa, o que luego en el cuarto de edición haya intervenido en el montaje de alguna secuencia en el corte final de la película.
Pero la pasada 29 Feria Internacional del Libro de La Habana, y específicamente el panel organizado con el nombre “Vietnam en Casa de las Américas”, nos confirmó que su presencia en el frente de guerra como integrante del grupo del ICAIC no fue la de un simple espectador o asistente, sino que removió su más profunda sensibilidad literaria para brindar también él, desde su perspectiva de escritor, una crónica en versos de lo que era testigo.
Así lo demostró la presentación en el evento editorial por su hija, la escritora Laidi Fernández de Juan, del libro Cuaderno paralelo, una suerte de diario poético que reúne 25 poemas escritos por Retamar entre febrero y marzo de 1970, en los que la escritura asume el reto de emular con la cámara de los cineastas en su propósito de transmitir la descarnada experiencia del drama humano que tenía lugar ante sus ojos.
“Su función en el grupo fue la de narrar; era la voz, como otro era el sonido, y otro, la luz”, apuntó certeramente Fernández de Juan, en lo que nos recuerda el rol desempeñado por Ernest Hemingway y otros intelectuales norteamericanos en la producción y narración del documental Tierra española (1937), de Joris Ivens, sobre la Guerra Civil Española.
La relación de Retamar con el cine cubano, sin embargo, no se circunscribió a este hecho puntual. Desde sus respectivas creaciones, el ICAIC y Casa de las Américas marcharon juntos a la vanguardia cultural de nuestro país por un objetivo común: forjar una identidad artística propia y hacer realidad el ideario martiano de Nuestra América como espacio geográfico que plasmara el más consecuente concepto de patria.
Como señala la investigadora y ensayista norteamericana Cinthya A. Young en su libro Soul Power: Culture, Radicalism and the Making of U.S. Third World Left: “Juntos el ICAIC y Casa de las Américas hicieron más que solo desmentir el erróneo concepto de que una revolución política necesariamente obstruye la innovación artística; entre ambos redefinieron la relación entre el norte y el sur de América. En lugar de servir de vertedero de películas hollywoodenses clase B, los cineastas cubanos realizaron películas de relevancia nacional y aclamadas internacionalmente. En lugar de estimular el consumo voraz de literatura occidental de moda, Casa centró su atención en intelectuales latinoamericanos como Alfonso Reyes, José Carlos Mariátegui, Carlos Fuentes. Si bien sería un error ignorar las contribuciones de otros países latinoamericanos, el rol principal de Cuba en esta revolución cultural es incuestionable”.
Mucho debe ese rol a la lucidez y capacidad de personalidades que en ambas instituciones sostuvieron históricamente un fraternal vínculo de comunión ideológica y cultural. Por solo mencionar, entre muchos otros que cimentaron esa hermandad, sus nombres más representativos, Alfredo Guevara y Julio García Espinosa en el ICAIC; Haydée Santamaría y, por supuesto, Roberto Fernández Retamar en Casa de las Américas.