NOTICIA
Negra sátira del mundo del cine
El cine dentro del cine da mucho juego. Y esto lo sabe el guionista de memorables películas como Huida a medianoche o Dos policías rebeldes, y también director estadounidense George Gallo. Este, y a partir de la implicación de Robert De Niro, quien quería hacer algo divertido luego de interpretar a un personaje tan oscuro como el Frank Sheeran de El irlandés, puso en marcha la maquinaria financiera que concluyó con el estreno de La última gran estafa en diciembre del pasado año.
El argumento de dicho filme ―exhibido recientemente en Arte 7― es simple: tras su último fracaso cinematográfico y para saldar la deuda con un peligroso prestamista (Morgan Freeman), un pequeño productor de películas de serie B (encarnado por el propio De Niro) decide contratar a una vieja y moribunda estrella del western (Tommy Lee Jones) para así provocar su muerte durante el rodaje y poder cobrar el seguro.
A partir de esta trama, el largometraje se articula en dos partes. Primero, los preparativos y el accidentado camino hasta llegar a la filmación, para lo que se optó por un tono costumbrista con cámara en mano. Y segundo, la presencia en el set de la película mientras transcurre el propio film, para cuya puesta en escena se avivaron los colores y se diseñaron espectaculares movimientos de cámara, para sí rendir cierto homenaje a los clichés y al llamado estilo Oeste.
Precisamente, estos últimos fragmentos son los más entretenidos de La última gran estafa, cinta que hace buen uso de los diálogos y del humor negro en todo su metraje, y que se beneficia —sobremanera— de la presencia en pantalla de estos tres canallas, interpretados de forma grandiosa por los consagrados actores antes mencionados. De hecho, en el caso de De Niro, este se toma tan en serio su actuación como lo haría en una película del gran y explosivo Tarantino.
Junto a ellos, el resto del reparto, con nombres como los de Zach Braff, Emile Hirsch o Kate Katzman, resplandece también para ofrecernos una de las propuestas más divertidas del convulso 2020.
Además de momentos de alivio cómico que proporciona el filme en cuestión, La última gran estafa brinda una reflexión inesperada sobre un modo de entender el cine que se resiste a morir. Porque lo clásico nunca muere.