NOTICIA
Padre, ¿hay uno solo?
En momentos en que se amplían las fronteras del Código de Familias en nuestro país, resulta oportuna la exhibición de un filme como Padre al cuadrado (Pai em dobro, 2021, Brasil), uno de los tantos que ya suman las asunciones de la poderosa cadena distribuidora Netflix respecto al cine latinoamericano. Pudo ser vista en Arte 7 justamente el día en que entre nosotros se celebra el homenaje a los progenitores masculinos.
La convicción de que, a veces, la paternidad es mejor cuando no es genética, o que, al menos, no tiene nada que envidiarle a la otra, así como la insistencia en valores que están por encima de los vínculos sanguíneos laten en esta comedia ligera (quizá demais, como se diría en portugués) dirigida por Cris D'Amato sobre un guion coescrito por Renato Fagundes y Thalita Rebouças.
Aprovechando que su “esotérica” madre ha viajado a un retiro espiritual en la India, la adolescente Vincenza parte sin dinero ni mucho equipaje, desde la comunidad hippie donde vive en el interior del país, hacia Río de Janeiro, para intentar conocer a quien sospecha pudiera ser su padre, algo que siempre le han escamoteado. Ello da pie a este trayecto que apoya su principal atractivo en el carisma y la simpatía de la joven actriz Maisa Silva, exestrella infantil que ha continuado en su primera juventud una meteórica carrera como actriz, presentadora y cantante.
La protagonista se enfrenta al dilema de dos posibles papás con los cuales se encariña y ante los que sería difícil una elección, pues, totalmente diferentes en sus personalidades, ambos le han brindado afecto y apoyo.
Predecible y harto light, Padre…, aun desde su mismo tono humorístico, pudo sin dudas profundizar un tanto más en los temas que aborda, desde el principal —el trauma de quien, sobre todo en edades tempranas de la vida, busca sus orígenes mediante una de las persona que lo engendró— hasta otros que apenas roza, como los choques entre tradición y modernidad (los ritmos autóctonos e identitarios como el samba y la marchincha que finalmente triunfan sobre las dudosas tendencias contemporáneas, o el enfrentamiento entre vida sencilla y comunitaria y aquella ruidosa y tecnificada que ofrecen los centros urbanos), sin olvidar un mero aleteo sobre la espiritualidad, las costumbres y ritos de grupos hippies aún existentes en entornos rurales de Brasil y otros países del área.
Pero el filme apuesta por el éxito seguro, sobre todo entre un público adolescente y joven, o entre adultos que no busquen complicaciones en la vida, para lo cual ofrece algo más de 100 minutos de entretenimiento puro y sencillo. De ahí que se eviten escenas sexuales y se atenúen contenidos algo más sólidos (que implican el primer padre adicto a la bebida y “bloqueado” artísticamente, o el segundo, tiranizado por una ex mandona e insufrible) en pos de un discurso en el que —todo hay que decirlo—predominan la fluidez narrativa, el buen humor y la agilidad dentro de una puesta complementada por fotografía brillante y pletórica de colores vivos; la música sensual y pegajosa, que va comentando desde sus estrofas algunos de los pasajes que van transcurriendo o aparecerán en la historia y que es, sin dudas, la que prefiere ese público al que me refería y busca el filme como principal receptor; así como un montaje que no permite demasiado las caídas de ritmo (aunque los encuentros iniciales de la adolescente y su primer “aspirante” a padre estanquen un tanto el buen paso narrativo).
Además de la esperada centralidad, la luz y el brillo que emergen de Maisa y su desempeño convincente en el protagónico, no quedan detrás sus compañeros de reparto, Eduardo Moscovis, Marcelo Médici, la exitosa cantante Fafá de Belém, Thaynara Oliveira y Laila Zaid, dentro de un amplio elenco.
No hay que exigirle demasiado a Padre… , para no “morir en el intento”, pero si lo que se desea es un rato divertido y ameno, al que no le faltaría un par de reflexiones en torno a valores y relaciones humanas, esta puede ser también su película.