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Polinesia soñada, según Gauguin
Sus cuadros alcanzan cifras millonarias hoy, pero nunca disfrutó en vida el reconocimiento que merecía. Así, el filme francés Gauguin: viaje a Tahití intenta otorgar justicia poética a un artista extraordinario, mediante una biografía basada en los dos años, aproximadamente, que Paul Gauguin vivió en la Polinesia, en busca de la libertad creativa y en el desesperado intento por escapar de un mundo burgués opresivo y vulgar.
El francés Edouard Deluc dirige y escribe esta película correcta, eficaz, que jamás consigue, y tampoco se lo propone, igualar en valores la renovadora pintura de Gauguin, de modo que el filme ilustra poco más de lo que puede ser leído en cualquier versión de Wikipedia. A partir de un período que se inicia en 1891, año en que ocurre el primer viaje del artista al archipiélago del océano Pacífico, se describen su incesante búsqueda de la libertad y el intento por recuperar la inspiración prístina, en un filme que optó por la austeridad de las emociones y el despliegue visual paisajístico.
En Tahití Gauguin comienza a entender la existencia de otro modo, se enamora de la jovencísima Téhura, y además vivirá en completa igualdad con los nativos, padecerá pobreza, soledad, enfermedades e incluso hambre… Nada consigue apartarlo de su propósito por mantener la distancia respecto a los aburridos códigos morales y estéticos del Viejo Continente.
Interpretado por Vincent Cassel en plenitud de facultades, el personaje se suma a la interminable galería de pintores biografiados por el cine francés. Una y otra vez han desfilado por las pantallas Picasso y Toulouse-Lautrec, y muchas veces Van Gogh. Tampoco debía faltar el acercamiento audiovisual a la vida de este pintor viajero y aventurero, con un legado tan valioso como para justificar la existencia de Gauguin: viaje a Tahití, ejemplo notable del respeto casi sacramental del cine francés por sus grandes artistas y por su patrimonio cultural.
A pesar de que se intenta compensar cierta vaciedad conceptual con las bellísimas imágenes de Pierre Cottereau (a cargo de la dirección de fotografía) y la música de Warren Ellis, en general el filme está narrado en un tono elegíaco bastante singular, que nos permite prescindir a gusto de explicaciones mayores sobre el lugar que ocupa el protagonista en la historia del arte, o la grandeza e intensidad de su compromiso con un nuevo tipo de figuración pictórica.
Solo lateralmente se nos permite comprender el talento del artista que supo trascender el impresionismo y sentar las bases del expresionismo, sin embargo, aparece incólume el espíritu libertario y subversivo de un pintor cuyas obras fueron evaluadas por Vang Gogh en los siguientes términos: “No fueron pintadas con el pincel, sino con el falo. Sus cuadros son, al mismo tiempo, arte y pecado. Esta es pintura que sale de las entrañas, de la sangre, como el esperma sale del sexo”.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 171)