NOTICIA
Rapi, un hombre muy feliz
Algunos han malinterpretado y malinterpretan aún la relación entre vida y arte. ¿Qué es más significativo entre una y otro? Pues importa dejar claro las exigencias de este par no siempre antagonista y cómo intiman porque, a fin de cuentas, el arte emana de la vida y ella la pasa mejor gracias a la presencia constante de aquel.
Por mucho que un ser humano se preocupe por la creación es capital que esta se subordine y levante a la vida. El artista que sacrifica su existencia para el porvenir podrá despertar tanta admiración como pena. Constante Rapi Diego (1949-2006), excelente dibujante que ilustró libros infantiles, revistas y discos y realizó una veintena de documentales, así como tres películas de ficción, fue de esos creadores que, hasta sus últimos momentos, defendió un amor por la vida. En confesión para la revista Leer y leer llegó a admitir: “Mi única intolerancia es con la intolerancia. No creo en ella. Lo que sí tengo es una absoluta confianza en la humanidad”.
Hoy, es verdad, Rapi no es de los cineastas más estudiados, pero su obra lo avala como un curioso intérprete de la cultura cubana, en especial sobre sus tradiciones (Las parrandas, A Bayamo en coche, Carniceros de la Sierra, Con pura magia satisfechos…), música y personalidades (Con la misma pasión, Un documental dedicado a Félix Chapotín y Miguelito Cuní, Con sabor a caña, tabaco y ron, Así eres tú mujer… ) y arte (Ideal del autor/Benito Ortiz Borrel, Rejas, Carteles son cantares…).
Mas sus mayores intereses ideoestéticos Rapi ambicionó expresarlos en sus tres largometrajes: El corazón sobre la tierra (1985), Hoy como ayer (1987) y Mascaró, un cazador americano (1991). Y lo consiguió sobre todo en la primera y tercera obra de ficción. Hoy como ayer, hay que decirlo, es una realización fallida en su conjunto y se queda muy por debajo de lo que Rapi ya había alcanzado con Benny Moré en su documental Con la misma pasión (1980).
El corazón sobre la tierra, que tiene de antecedente el documental del mismo nombre realizado en 1982, fue un filme muy apreciado en su momento por los críticos Carlos Galiano y Rolando Pérez Betancourt. Con un apunte/carta Eliseo Diego decidió agradecerle a Galiano por la entrevista que le hiciera a Rapi para la revista Cine Cubano. Aquí, apenado y con riesgos porque habla de la obra de su hijo mayor, expone uno de esos pocos criterios acerca del cine que pueden entroncarse con cuanto el poeta sugiere en algunos de los documentales que le realizaran desde 1975 hasta 19941. Me permito compartir el siguiente fragmento:
La película no tiene mayores pretensiones. Solo la de contar su historia con sencillez y poesía en el lenguaje propio del cine. Eso me enorgullece, porque es en buena parte obra de dos de mis hijos y un sobrino2 a quien quiero mucho. El cine es ya una de las artes mayores, y sin poesía no es posible el arte en ninguna de sus manifestaciones3. La poesía tiene que sugerir mucho más de lo que dice, y así los dos personajes principales ―Aguilera y El Gallego― quedan en el momento justo en que sus trágicos problemas íntimos están a punto de abrirles los ojos a una realidad que los sobrepasa. Es un estímulo para la reflexión posterior al espectáculo, que me parece imprescindible. 4
En cuanto a la interesante y polémica Mascaró, un cazador americano, que se parece a Un señor muy viejo con unas alas enormes (Fernando Birri, 1988), lo mejor que he encontrado desde el punto de vista analítico es el texto de Rufo Caballero Mascaró, el fragor de la utopía , de donde es preciso reconocer uno de esos fragmentos evaluadores de la obra total: “Mascaró, mucho más que una simple película, es una abarcadora estética, y si como película resulta defectuosa, como estética deviene trascendente y abarcadora”5.
La mayoría de los documentales de Constante Rapi Diego fue pensada ―como los de los demás cineastas― para exhibirse en los cines del país antes de los largometrajes de las carteleras. Se incorporaban como anexos a la programación. Muchos de ellos se desconocen porque reposan en formatos menospreciados y rebasados como el VHS, otros se han perdido y los que comúnmente aparecen y reproducen por la televisión son Con la misma pasión, A Bayamo en coche, El corazón sobre la tierra… Casi todos relacionados con la música.
De cierta manera, el programa conducido y escrito por Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, es uno de los pocos espacios televisivos que recuerda y exhibe de manera íntegra esas rarezas que apenas conocen los espectadores especializados o no. Con la excepción de historiadores y críticos de cine, ¿quién recuerda, por ejemplo, su José Z. Tallet (1976), obra que continúa a un tiempo que particulariza los documentales sobre escritores?
Cualquier creador tiene el derecho de ser recordado por lo mejor que hizo. Más allá de ser uno de los hijos del enorme poeta Eliseo Diego, toda la obra de Rapi merece, por sus valores y fallas, la promoción equivalente a los mismos cineastas que cada año vuelven a homenajearse. ¿Cuestión de tributo? No. Acto de justicia.
Pie: De izquierda a derecha: Raúl Martínez, Enrique Martínez y Rapi Diego
(Foto tomada del blog cuentibujos)
Notas:
1 Nombrar las cosas (Bernabé Hernández, 1975), El sitio en que tan bien se está (Marisol Trujillo, 1978), Dueño del tiempo (Julián Gómez, 1989), Eliseo Diego… a través de su espejo (Gustavo Domínguez, 1993) y Las cuatro estaciones de Eliseo Diego (Jorge Denti, 1994).
2 José María Vitier
3 Las cursivas son del autor
4 Diego, E. (1982). “Un drama humano que conmueve y enseña”. Cine Cubano, no. 113, p.31.
5 Caballero, R. (1993). La Gaceta de Cuba, enero-febrero, pp.10-11.