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Una película sobre la fe, el horror y la justicia
Al parecer, la constante ola de denuncias en materia de acoso sexual a menores que involucran a la iglesia católica en todo el mundo ha desembocado en un nuevo subgénero cinematográfico. Escándalos en Chile, Estados Unidos, Alemania y más recientemente Francia han encontrado un correlato en el cine de ficción que amplifica el horror de los sucesos. Todos los casos tienen una historia común: curas pedófilos que por años (y hasta décadas) han acosado a menores de forma casi siempre impune.
Muchas de estas denuncias han obligado al Vaticano a pronunciarse al respecto, otras posibilitaron la abolición de normas protectoras, como la del secreto pontificio. Esta práctica impedía que las autoridades legales forzaran a las iglesias a compartir información en caso de abuso sexual. La acusación que llevó al papa Francisco a proscribir esta ley del derecho canónico el 18 de diciembre de 2019 es una de las que alcanzó más repercusión internacional, y además, el punto de partida de la nueva película del experimentado cineasta François Ozon, Por la gracia de Dios.
El director decidió dejar intacto el contexto de la historia y los nombres del cura y el cardenal implicados en ella para no disminuir la voluntad de denuncia del filme. No obstante, cambió los nombres de los denunciantes, todos miembros de los scouts en su niñez y víctimas de abuso sexual por parte del padre Preynat entre 1986 y 1991, en la provincia de Lyon. La narración en un principio es bastante lineal y sencilla hasta que se bifurca en tres historias paralelas. Con esta estrategia se consigue ofrecer tres puntos de vista que terminan convirtiéndose en tres maneras de entender la fe, el horror y la justicia.
La primera de ellas viene de la mano de Alexandre, un banquero conservador que vive atormentado, porque su pasado empaña su fe en el catolicismo e interfiere en la forma en que observa la devoción cristiana de su familia. Su conflicto principal surge cuando descubre que la iglesia no tiene intenciones de sancionar a Preynat, pero sus convicciones le impiden llevar el caso a los tribunales. Luego de enviar un mensaje al Vaticano y descubrir que ni siquiera de esa forma será atendido, es que presenta cargos a la policía.
La segunda es la historia de François, quien había tratado de olvidar el incidente de su infancia canalizando el deseo de justicia en un despiadado ateísmo. Cuando descubre que hay una investigación en marcha, decide colaborar hasta las últimas consecuencias, e incluso, con él se concreta la posibilidad de difundir los hechos con el apoyo de la prensa. Emmanuel es el tercer protagonista, y encarna la más triste de las vidas en el marco del filme. Está sumido en la pobreza y padece de ataques epilépticos desde la niñez, que no se conectan literalmente con los episodios de pedofilia, pero no es difícil trazar la relación (desde la primera toma en que aparece, cae al suelo entre convulsiones luego de leer el nombre de Preynat en una carta que le entrega su madre). Piensa que su fracaso en la vida (tanto profesional como sentimental) se desprende del abuso que sufrió con el cura durante aquellos campamentos de verano.
Aunque la maquinaria de reclutamiento que ponen en marcha logra sumar a un grupo considerable de entre las más de setenta víctimas de este cura, el filme centra su atención en la historia y las memorias de estos tres. Ozon utiliza dos técnicas narrativas adicionales para otorgarle fidelidad documental a la historia. Por una parte, se integra por momentos una voz en off que no narra los hechos, sino que los entrelaza mediante la lectura de cartas familiares, correos electrónicos y otros materiales de archivo relacionados con el proceso.
Por otra, se visualizan las memorias que de forma emotiva acuden a los personajes, posibilitando intercalar escenas donde un padre Preynat joven interactúa con las víctimas. Luego de ver la película, es probable que los cinéfilos amantes de este director no reconozcan demasiado sus marcas autorales, pero es evidente que muchas de ellas debían desaparecer a la hora de encarar una historia donde casi todos los implicados aún viven tratando de conjurar su propio infierno.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 183)